Houellebecq contra la eutanasia: “La civilización pierde el derecho al respeto”
El autor de “Las partículas elementales” se opone al proyecto de legalización en Francia
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PARIS – “Una civilización que legaliza la eutanasia pierde el derecho al respeto”, advierte Michel Houellebecq. El día que el parlamento francés comenzó a estudiar un proyecto de ley que propone legalizar el suicidio asistido, el polémico escritor entró en la arena declarándose ferozmente opuesto a lo que considera “una inédita ruptura antropológica”.
Ninguna duda, el autor de Serotonina de 65 años forma parte de aquellos que están definitivamente contra ese proyecto de ley. Por eso firmó esta semana una columna en el matutino Le Figaro, donde explica sus razones.
“Nadie quiere morir. Nadie quiere sufrir. Pero, sobre todo, es posible eliminar ese sufrimiento físico”, anota. Para él, ese argumento es suficiente para cerrar el debate.
“A comienzos del siglo XIX se descubrió la morfina y, desde entonces, otro gran número de moléculas similares. A fines de ese siglo, se descubrió la hipnosis, que aún es muy poco utilizada en Francia”, prosigue.
Según Houellebecq, el desconocimiento de esas realidades por parte de la opinión pública —que, según los sondeos, plebiscita la eutanasia— provoca una polarización caricaturesca del debate, que queda reducido a la pregunta: “¿Prefiere usted que lo ayuden a morir o pasar el resto de su vida en medio de espantosos sufrimientos?”.
Denunciando la utilización recurrente de los términos “compasión” y “dignidad” por los defensores del proyecto, Houellebecq escribe: “Los partidarios de la eutanasia se llenan la boca con palabras a las que cambian su significado, a tal punto que deberían dejar de tener derecho a utilizarlas”.
“Yo no tengo la impresión de haber manifestado durante toda mi vida una dignidad excepcional”, ironiza. “Y tampoco creo que esto vaya a mejorar. Terminaré perdiendo el pelo y los dientes, mis pulmones comenzarán a caer en pedazos (…) Si eso es dignidad, se puede vivir muy bien sin ella. Por el contrario, todos tenemos necesidad de sentirnos más o menos necesarios o amados”.
También intenta demoler el argumento según el cual Francia estaría muy atrasada sobre la cuestión comparada con otros países. “La explicación en favor de la eutanasia es cómica en ese terreno”, afirma. Buscando los países frente a los cuales Francia “estaría rezagada”, solo encuentran “Bélgica, Holanda y Luxemburgo. Francamente no estoy para nada impresionado”, escribe con su habitual provocación.
Con virulencia, Houellebecq denuncia con nombre y apellido “los sórdidos argumentos” que esgrimen los “economistas”. “Fue Jacques Attali quien insistió en uno de sus libros sobre el precio que cuesta a la colectividad mantener en vida a los ancianos. Y no es sorprendente que Alain Minc haya asumido la misma posición. Attali es un Alain Minc en más idiota”, afirma.
“A todo esto, los católicos resistirán como puedan. Aunque, es triste decirlo, pero nos hemos acostumbrado a que los católicos siempre pierdan. Los musulmanes y los judíos piensan lo mismo que ellos sobre la cuestión. Pero, en general, los medios de comunicación saben muy bien cómo hacer para disimularlo”.
Michel Houellebecq saluda el coraje de aquellos médicos opuestos al suicidio asistido, cuya libertad de conciencia está contemplada en el proyecto de ley. Para el autor de Las partículas elementales la legalización de la eutanasia pondría incluso en peligro de destrucción a Occidente. “Desde un punto de vista antropológico, se trata de una cuestión de vida o muerte. Cuando un país -una sociedad o una civilización- decide legalizar la eutanasia, pierde todo derecho al respeto”. Y concluye enfático: “A partir de ese momento no solo es legítimo, sino deseable, destruirlo. Para que otra cosa, otro país, otra sociedad, otra civilización tenga la posibilidad de nacer”.
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