Homenaje a Fontanarrosa en el BAN: "Para el Negro, el humor fue una manera de burlar la realidad"
"Cuando ya no podía levantarse sin ayuda y dibujaba con enorme dificultad, el Negro me dijo sin dramatismo: ‘Confieso que firmaría el empate’. Era su manera de indicar que había renunciado a recuperarse y se daría por bien servido si la enfermedad no avanzaba más". Gabriela Mahy, la viuda de Roberto Fontanarrosa, elige esa frase del creador de Inodoro Pereyra y Boogie, el aceitoso para destacar el sentido del humor que el autor mantuvo hasta el final. El humor como arma de resistencia y como lente poderoso para mirar la realidad: son los ejes de la mesa "El Negro vivo" en homenaje a Fontanarrosa en la apertura del festival literario Buenos Aires Negra.
A doce años de su muerte (19 de julio de 2007) y a dos de un gran homenaje en Rosario, que se extendió durante una semana, el festival internacional de novela policial rendirá tributo al dibujante y escritor con una charla de la que participarán Mahy, el editor Daniel Divinsky, el ministro de Cultura porteño, Enrique Avogadro, el Director de Bibliotecas de la Ciudad, Javier Martínez, y Ernesto Mallo, fundador y organizador del BAN.
En la presentación del ciclo, que tendrá invitados extranjeros como el guionista chileno Boris Quercia y el periodista español Vicente Romero Rodríguez, Mallo explicó que el homenaje a Fontanarrosa, con el humor como eje temático, estará presente en las ponencias. También adelantó que dos de los personajes emblemáticos, Inodoro y Boogie, recibirán al público y realizarán performances entre una actividad y otra.
"No soy experta literaria. Por eso cuando me invitaron al acto de apertura del festival, dije que podía hablar de la vida del Negro y acompañar a Divinsky en su charla sobre la obra. Voy a responder las preguntas que el público quiera hacer, si les interesa cómo era su manera de trabajar, la vida cotidiana y todo eso", cuenta Mahy a LA NACION desde Rosario, ciudad en la que la cordobesa se instaló a los 20 años, donde conoció a Fontanarrosa en 2002 y donde vivió con él hasta que murió, a los 62, después de varios años de luchar contra los avances irreversibles de la esclerosis lateral amiotrófica.
"El humor fue su modo de encarar la vida, aún en los peores momentos cuando siguió manejándose con ese humor pícaro, agudo, que era asombroso. Siempre nos relacionamos por el lado del humor y, en los últimos tiempos, nos ayudó muchísimo: fue una manera de burlar la realidad", recuerda Mahy. Una anécdota: "Unos días antes de su muerte, recibimos de Israel las células madre que le iban a implantar. Habíamos viajado el último año para hacer un tratamiento y luego, como ya no pudo volver a viajar, las mandaron para acá. Fue el último tratamiento que encaramos. Se las implantaron en un sanatorio de Rosario. Los médicos decían que eran 30 millones de células madre y él, mientras le estaban implantando, decía: ‘¿Y cómo sé que son realmente 30 millones y no me están engañando?’. En un momento tan dramático como ese, él seguía con esa manera de tratar de paliar, fundamentalmente para los demás, el drama que estábamos viviendo. Había muy pocas posibilidades de que eso hiciera resultado, pero a pesar de eso él estaba con su humor tratando de evitar situaciones dramáticas".
–¿Recurría también al humor para enfrentar la realidad del país y sus crisis sucesivas?
–Siempre tomó la vida con humor. Decía que su función en la vida era hacer reír. El centro de su vida era el humor. En la intimidad, nos reíamos mucho de cosas triviales y cotidianas. Siempre estaba la risa presente. Pero no hay que pensarlo como un personaje jocoso. Cuando estábamos reunidos con amigos, era bastante callado. Nunca quiso ser el centro. Cuando decía algo, en general muy agudo, todo el mundo lloraba de risa. Lo mismo pasaba con su trabajo: dejaba pensando.
–Hasta Boogie, con toda su facha de matón violento, tenía un humor negro que hacía un guiño cómplice al lector.
–Por supuesto. Llevar al extremo un comportamiento determinado era denunciarlo desde el humor. Pero Boogie también le trajo algunos inconvenientes porque no siempre fue bien entendido. En un momento se preocupó porque empezó a recibir mensajes de gente que aplaudía el comportamiento de Boogie. "¡Por fin alguien que le pegue a los negros y a las mujeres!". Fue un llamado de atención. En Colombia, por ejemplo, Boogie fue muy cuestionado, justamente, por no ser bien interpretado.
–¿Por eso dejó de hacerlo?
–No, lo dejó porque en un momento empezó a aburrirse. "Si yo me aburro, aburro al público". Ahí fue cuando lo abandonó. Eso no ocurrió con Inodoro Pereyra, que disfrutaba mucho hacer. Desde lo gráfico, el estilo de Inodoro fue cambiando con el tiempo porque empezó con dibujos magistrales con detalles increíbles y al final, los dibujos eran con líneas puras y trazos. Eso se fue acentuando sobre el final de sus posibilidades de dibujar porque le resultaba mucho más fácil hacer dibujos simples, pero no por eso perdieron expresividad. Y por supuesto que el mensaje era siempre muy agudo y muy gracioso.
–El humor en sus cuentos, como "El mundo ha vivido equivocado", pasa por una observación muy perspicaz de ciertos rasgos comunes del argentino típico. ¿Coincidís, no como experta sino como lectora?
–El Negro tenía una capacidad increíble para analizar y relatar la realidad de la mejor manera. Muchos de los textos son críticos de la realidad pero como están tratados con tanto humor, no todo el mundo los interpreta así. Los cuentos del Negro son una crítica de la realidad. No son relatos cómicos solamente, hay un análisis agudo y crítico que se esconde dentro del relato y que queda un poco confundido con el humor.
–¿Qué cosas lo hacían reír a él? ¿Qué tipo de humor? No todos nos reímos de lo mismo.
–No te puedo decir nada en particular, se enganchaba con los chistes, pero fundamentalmente le gustaba el humor inteligente. Por eso admiraba tanto a Les Luthiers. Y disfrutó mucho colaborando con ellos.
–En las entrevistas periodísticas era muy parco y serio.
–El Negro tuvo dos etapas: fue parco y serio, creo que producto de su timidez. Era extremadamente tímido. Pero en los últimos años de su vida se convirtió en extrovertido relativamente. No hablaba de su vida privada. Era sumamente retraído en ese tema, muy discreto. Pero, cuando empezaron a hacerle cada vez más entrevistas y las charlas públicas fueron más asiduas, como que se destapó y empezó a manifestar su humor también en el lenguaje oral. Las charlas que dio en sus últimos años fueron lo más divertido que yo he visto en mi vida en un teatro. He visto gente llorando de risa. Tenía que parar de hablar porque la gente no paraba de reírse. Y empezó a disfrutar eso. El último tiempo fue muy verborrágico con el periodismo. También, sobre el final, se permitió aceptar todos los homenajes: en el Congreso de la Lengua, en el Senado, Doctor Honoris Causa en la Universidad de Córdoba, Premio de sus colegas en el Hay Festival de Cartagena, entre otros que recibió en vida. Lo disfrutaba muchísimo.
–Vivían juntos y trabajaban juntos. Incluso llegaron a editar una revista de servicios. ¿Cómo era esa convivencia?
–Soy cordobesa, me vine a vivir a Rosario cuando tenía 20 años. Cuando conocí al Negro, en 2002, yo trabajaba en una universidad privada como coordinara de carreras de posgrado. Era muy exigente en cuanto a la dedicación y los horarios. Al Negro lo invitaban a viajar y él quería que lo acompañara, no tanto por los problemas físicos sino porque cuando la enfermedad ya se había declarado, necesitaba mi compañía y contención. Al final renuncié y me tomé unos meses sabáticos para ver qué hacía. Todos los domingos a la noche comíamos con mis hijos. Una noche estábamos hablando de fiestas de casamiento. Al día siguiente, me propuso hacer una guía de servicios para fiestas. "Buscamos un asesor y lo hacemos así tenemos un proyecto juntos", me dijo. Así empezamos con ese proyecto sin saber nada. Al principio, él participaba de las reuniones pero lentamente se fue retirando y me fue dejando sola. Me pegué la cabeza contra la pared varias veces, pero la sostuve durante 13 años y la seguí hasta el año pasado, que decidí cerrarla porque la situación del país está muy complicada. Me ayudó mucho en períodos difíciles en los últimos años porque él trabajaba con su asistente y yo también trabajaba en casa. Compartíamos 24 horas. Cada uno tenía su lugar de trabajo en el departamento, aunque estábamos a cinco metros de distancia.
–Desde su muerte, ¿vivís rodeada de sus obras y sus personajes?
–Sí, el archivo está en casa. Con Franco, el hijo del Negro, tenemos como proyecto hacer un museo. Empezaremos a encararlo de ahora en más porque ya hemos llegado a un acuerdo por la obra.
–El diario La Capital, de Rosario, publicó hace unos meses que el acuerdo al que llegaron establece un 65 % para él y un 35 % para vos. ¿Es así?
–No es así, no sé de dónde lo sacaron. No vamos a hablar de porcentajes porque son cuestiones privadas y no tiene sentido. Sí estamos de acuerdo en empezar a trabajar la obra juntos y estamos avanzando en varios proyectos. También estamos escuchando nuevos proyectos que nos presentan para difundir la obra. El año que viene probablemente se haga un relanzamiento de la obra. De lo ya editado y de una joya sin editar.
–¿Son textos inéditos u obra gráfica?
-Es un cuadernillo sobre el fútbol. Es una maravilla. Dibujos y texto.
–¿De su última etapa?
–No, algo que había hecho hace muchísimo tiempo y nunca se publicó. Lo había hecho por pedido de una empresa y al final nunca se hizo nada con eso.
–¿Y cómo se imaginan el museo? ¿En su estudio?
–No, no. Tenemos que conversar ideas. Y para hacerlo necesitamos apoyo estatal y de empresas. Con este tiempo de tanta turbulencia política ha sido difícil avanzar. Por ahora, está la intención de poner la obra del Negro a la vista de la gente. Es un lindo proyecto, pero está todavía en pañales.
Para agendar
Buenos Aires Negra: BAN
Cuándo: Del martes 5 al viernes 8 de noviembre
Dónde: Centro Cultural Recoleta (Junín 1930)
Apertura: martes 5 a las 16, con la mesa "El Negro vivo"
Todas las actividades son con entrada libre y no requieren inscripción previa.
Se puede consultar aquí la Programación completa del festival
Anticipo
El Negro, según su editor de toda la vida
Por Daniel Divinsky
Fue la única persona en el mundo que me trataba de "director": tanto en las cartas que intercambiábamos con frecuencia en esas épocas preinternéticas, como por teléfono y personalmente, utilizaba el nombre de fantasía que aparecía en mis tarjetas de visita de Ediciones de la Flor.
Creo poder afirmar, sin jactancia, que nadie conoce la obra de Fontanarrosa mejor que yo. Y eso se debe a que la escribí. Descartemos el malentendido de entrada: el Negro es el autor de todas y cada una de sus obras, son producto de su talento, su prodigiosa imaginación, su humor desbordante y su oído atento. Debería precisar: "escribí sobre ella", pero esto no significa que le dediqué estudios de crítica literaria, que están lejos de ser mi especialidad. De lo que se trata es de que literalmente escribí encima de los textos de Fontanarrosa en una tarea de editing ejercida a la antigua, con bolígrafo o con Rotring en el caso de los textos de las historietas o de los cartones de humor.
El idioma inglés distingue con diferentes palabras el rol del publisher del de editor. En el primer sentido, Ediciones de la Flor, el sello cuya titularidad ejercí durante más de 40 años junto a Kuki Miler, fue el publisher: tenemos el orgullo de haber editado por primera vez casi todos los libros de Fontanarrosa.
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