Homenaje a María Rosa Lojo: el reconocimiento en el Instituto de Literatura y su ingreso en la Academia de Ciencias
“Recibir un premio es una convalidación esencial”, dijo la escritora e investigadora, que se refirió también a los mundos, la vida y los libros de una trayectoria distinguida
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“Cuando estudiaba Letras, las obras de las escritoras no se daban en los cursos, ni siquiera la obra de sor Juana Inés de la Cruz, pero en el Instituto de Literatura Argentina encontré libros que no estaban en otros lados”, dijo ayer a la tarde la escritora, investigadora y académica María Rosa Lojo, en la velada en su homenaje en el auditorio del Centro Cultural Paco Urondo. “Mis padres, que trabajaron mucho en este país, pudieron darme algo que ellos valoraban muchísimo que es la educación -agregó la autora, hija de inmigrantes españoles en la época de la posguerra civil, que siempre habían querido regresar a su patria-. Yo me quedé de este lado, pero yendo y viniendo al otro. Me tocó entretejer los dos mundos, en la vida y en los libros”.
Organizada “a pulmón” por el Instituto de Literatura Argentina “Ricardo Rojas” de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (ILA-UBA), que por primera vez en su historia dirige una mujer, la investigadora y ensayista Alejandra Laera, la velada tuvo como protagonista a la poeta, renovadora de la novela histórica e investigadora de la obra de pioneras de las letras como Eduarda Mansilla (la hermana menor de Lucio V. Mansilla), Victoria Ocampo y Sara Gallardo. Lojo fue becaria e investigadora del Instituto entre 1980 y 2018.
Acompañada por su pareja, amigos, colegas como Josefina Delgado, Lucía de Leone, Aníbal Jarkowski, Jimena Néspolo y la narradora oral María Héguiz, la autora celebró no uno sino cuatro aniversarios de publicación de libros suyos: el premiado poemario Visiones, de 1984; la novela La pasión de los nómades, de 1994 (elogiada por la estadounidense Ursula K. Le Guin); Las libres del Sur, que tiene como protagonista a Victoria Ocampo, de 2004, y la novela Todos éramos hijos, de 2014. Cuatro colegas -tres investigadoras y un investigador: María Laura Pérez Gras, Marcela Crespo, Florencia Abbate y Enzo Cárcano- expusieron sobre los libros de Lojo con precisión apasionada. “Superó cualquier expectativa”, dice la autora a LA NACION.
“Aprovechamos estos aniversarios múltiples para hacer esta velada con María Rosa Lojo que fue investigadora del Instituto por 38 años -indica Laera a LA NACION-. Es importante que las instituciones reconozcan el trabajo de sus investigadores y en el caso de María Rosa, la confianza que ella puso al radicar su sede de investigación del Conicet en el Instituto”.
En el acto, que tuvo un intervalo, Lojo dio una primicia: su ingreso a la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, en el área de Humanidades. “Es un alegría por partida doble -dijo ayer-. Por la designación y porque se dé a las letras y al estudio de la literatura argentina un lugar en ese espacio interdisciplinario”. En 2022, Lojo ingresó a la Real Academia Gallega.
“Fui electa miembro titular de esta prestigiosa institución el 26 de agosto -dice Lojo a LA NACION-. Tiene solo 35 miembros titulares en siete grandes áreas disciplinares; fui elegida para ocupar el sillón de Alejandro Korn en el sector de Filosofía, Educación y Letras. Me siento muy honrada por compartir este espacio donde hubo y hay exponentes del conocimiento tan destacados, y me alegra mucho de que a través de mí, los estudios de Letras y, en particular, de la literatura argentina, tengan allí un lugar, junto a un destacadísimo especialista en letras clásicas, como Hugo Bauzá. Hoy preside la institución, por primera vez en 35 años, una mujer científica: la bioquímica Damasia Becú de Villalobos, investigadora superior del Conicet”.
Lojo ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA como una joven estudiante, en 1972. “Y ahora el mismo Instituto de Literatura Argentina al que acudí por décadas, primero durante mis estudios, luego como becaria y finalmente como investigadora del Conicet, organiza esta celebración de vida y obra por iniciativa de su actual directora, Alejandra Laera. Disfruté la inmensa alegría de que hablaran de mis libros y de mi trayectoria personas que acompañé durante su formación y que están desarrollando hermosas carreras, como María Laura Pérez Gras, a cargo también de organizar la velada; Florencia Abbate y Enzo Cárcano; así como Marcela Crespo, a quien no dirigí, pero que estudia mi obra de creación desde hace muchos años. Todos son hoy investigadores del Conicet, con sede de trabajo en la misma Facultad de Filosofía y Letras donde se hizo este evento. Estoy profundamente emocionada y agradecida por esta devolución, que no solo tuvo un alto vuelo intelectual; fue también entrañablemente afectiva”.
Crespo compiló los estudios de Diálogo de voces. Nuevas lecturas sobre la obra de María Rosa Lojo y es autora de La memoria de la llanura. Los marginales de María Rosa Lojo usurpan el protagonismo de la Historia.
Pérez Gras y Cárcano entrevistaron a la escritora. “Mi profesora de literatura española, Celina Sabor de Cortazar, fue quien me aconsejó que me dedicara a la literatura argentina”, contó Lojo, que inició su recorrido como investigadora, “lleno de desafíos y de preguntas”, sobre la obra de Ernesto Sabato. Recordó a sus compañeras de ese momento, las investigadoras Gloria Chicote y Beatriz Trastoy, que hoy dirige el Instituto de Historia del Arte Argentino y Latinoamericano “Luis Ordaz” de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
“Estoy muy agradecida a mis profesores que tuve en la secundaria, muy decisivos para mí: Elsa Rossi y un gran profesor que acaba de fallecer en estos días, Carlos García Mochales”, dijo. “Tener un buen profesor en la materia a la cual uno decide que se va a dedicar es algo fundamental”, remarcó. También expresó su gratitud al escritor Antonio Requeni.
Reveló que, gracias a los primeros premios que ganó en su juventud, se había podido comprar las obras completas de Jorge Luis Borges. “Y un poncho salteño”, agregó. “Ganar el Primer Premio de Poesía de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires con Visiones fue muy importante porque Olga Orozco estaba en el jurado”, dijo. (En su ponencia, Cárcano había analizado correspondencias entre las poéticas de ambas autoras.) “Para los que nos dedicamos a escribir, que es una experiencia muy solitaria y que nos cuestionamos todo el tiempo, para qué y para quién lo estamos haciendo, recibir un premio es una convalidación esencial, no por vanidad sino porque establece una conexión vital y estética; me emocionan mucho las devoluciones de los lectores”.
Por último, habló de su reciente viaje a la ciudad de Kiev, invitada por el Centro PEN de Ucrania, junto con otros intelectuales. “Estuvimos cinco días visitando lugares de memoria, lugares de destrucción, lugares que se desea preservar a toda costa -indicó-. Entre los crímenes de guerra, Rusia está llevando a cabo crímenes contra la cultura ucraniana, con el bombardeo de imprentas, centros culturales y bibliotecas”.
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