Homenaje a la historiadora Hilda Sabato en la Facultad de Filosofía y Letras
Sostiene que las humanidades y ciencias sociales atraviesan una “etapa dura y complicada” en el país; “Tengo la esperanza de que se va a recuperar terreno”, dice la reconocida intelectual que fue nombrada profesora emérita de la Universidad de Buenos Aires
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“La historia es una disciplina que siempre está en revisión”, afirma la historiadora Hilda Sabato (Buenos Aires, 1947), que hoy a las 16, en el Aula 201 de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en el Anexo Bonifacio (José Bonifacio 1339, 2° piso) será homenajeada por colegas y estudiantes. Investigadora del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, fue recientemente nombrada profesora emérita de la UBA. La entrada es libre y gratuita.
“El otorgamiento del emérito me pone muy contenta y es un honor -dice Sabato a LA NACION-. Estuve varios años en la universidad, fui estudiante, me recibí como profesora y me tuve que ir en 1974, con la intervención del gobierno de Isabel Perón, y volví en 1984, cuando nos reincorporamos después de la caída del gobierno militar y se abrieron las universidades. Me incorporé de manera muy activa a la construcción y reconstrucción de la universidad desde el Departamento de Historia. Entré primero como profesora interina y luego concursé en la cátedra de Historia Argentina II, en la que estuve casi treinta años. Fui miembro del Consejo Directivo y participé de actividades en las décadas del 80 y el 90 y luego, como pasa siempre, se fue burocratizando y haciéndose más corporativa, como ocurre con instituciones tan consolidadas como la universidad, no solo en la UBA pero en la UBA también. Es un honor que una institución a la que dediqué muchos años y me dio muchas cosas me designe como emérita. Es como la culminación de una historia y una continuidad, una conexión formal que se prolonga y me pone muy contenta”.
Sabato se graduó como profesora de Historia por la UBA en 1974 y se doctoró en la Universidad de Londres en 1981. Es investigadora superior del Conicet en el Programa de Estudios de Historia Económica y Social Americana (Pehesa) del Instituto Ravignani. Se desempeñó como profesora titular de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA entre 1985 y 2010; fue vicepresidenta del Comité Internacional de Ciencias Históricas entre 2010 y 2015. Varios de sus libros fueron premiados y recibió los premios Alexander von Humboldt en 2012, el Konex en 2014 y el Bernardo Houssay por su trayectoria, en 2021.
Junto con intelectuales como Sergio Bufano, Ruben Chababo, Emilio de Ípola, Graciela Fernández Meijide, Claudia Hilb, Alejandro Katz, Lucas Martín, Patricia Tappatá Valdez y Hugo Vezzetti integra La Mesa, grupo de discusión sobre derechos humanos, democracia y sociedad.
“No es muy habitual que haya ceremonias para estas cosas -cuenta-. Hay otros profesores eméritos en el Departamento de Historia, no somos muchos, pero en este caso la Facultad decidió hacerla. Supongo que tiene que ver con que me jubilé hace un tiempo y recién ahora me dan el emérito”. En el acto hablarán el decano de la Facultad, Ricardo Manetti, y los profesores Pablo Buchbinder y Claudio Belini, actual titular de la cátedra de Historia Argentina II (1862-1916).
“Las ciencias sociales y las humanidades tuvieron un desarrollo muy sostenido después de la caída de la dictadura -destaca la autora de Repúblicas del Nuevo Mundo-. Hubo una ampliación muy grande de esas áreas con la reincorporación de exiliados en la universidad y en el Conicet, donde las ciencias sociales habían tenido un papel marginal. Durante el gobierno de Raúl Alfonsín hubo un esfuerzo sistemático por incorporar y renovar las áreas de sociales y humanidades. A pesar de las dificultades económicas, se hizo un esfuerzo en el Conicet para ampliar, incorporar, renovar. Se creó la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, separada de la de Filosofía y Letras. En el caso de Historia en particular, que es el que más conozco, fueron unos años de gran expansión y renovación. Se pusieron esas áreas a la altura de la época previa a la dictadura, cuando habían estado bastante aplastadas. Por supuesto, hubo gente que siguió haciendo historia en la época de la dictadura, pero básicamente en espacios marginales; en los espacios oficiales era todo pobre en materia de aggiornamento a corrientes de estudio, era una historiografía conservadora, no tanto por la ideología sino por la manera de hacer historia”.
Se produjo un estancamiento -como en todos los sectores del país- con la crisis de 2001 y 2002. “Luego se volvió a expandir en las primeras décadas de este siglo, incluso presupuestariamente -dice Sabato-. Fueron momentos de expansión con altibajos. Pero se publican muchísimas revistas científicas, los argentinos circulan por el mundo, estamos actualizados en cuanto a producción de libros, papers y congresos en un lugar destacado. No quiero ser optimista porque todo el proceso de institucionalización tiene altibajos. En este momento, es una etapa dura y complicada por las políticas del gobierno nacional, pero tengo la esperanza de que se va a recuperar terreno”.
Para Sabato, todo el tiempo surgen nuevas formas de “hacer historia” en el país y en el exterior. “La historia es una disciplina que está siempre en revisión -remarca-. La Argentina está muy insertada en el mundo, por lo tanto, las formas de hacer historia se renuevan también aquí. Esto no siempre da lugar a lo mejor; se produce y se innova y la calidad es despareja: hay cosas muy buenas y mediocres. Pero no es particular de nuestro país; es parte de la dinámica del campo académico sobre todo en momentos de mucha expansión en términos de revistas, libros. Redunda en menos selectividad, a veces”.
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