Homenaje a Joaquín Torres García: la cartografía de una vida
La muestra del museo MACA, en Punta del Este, propone un descubrimiento del alma del artista y de su itinerario estético
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El año Torres García, a 150 años de su nacimiento, comenzó en el MACA con una muestra que es un hallazgo, un descubrimiento del alma del artista y de su itinerario estético. Fuera del mandato canónico propio de una exhibición homenaje, con las grandes obras del maestro rioplatense en primer plano, las curadoras Aimé Iglesias Lukin y Cecilia Rabossi indagan en el archivo y en los libros para desentrañar el camino hacia el proceso creativo. ¿Cómo llega Torres García a crear el universalismo constructivo que es, al mismo tiempo, local y global? De eso se trata. Nada lo define mejor que la cartografía, un recorrido que culmina en Montevideo.
Torres García tiene 42 años, es un hombre que ha visto crecer las metrópolis, ha recorrido como un inquieto flaneur, París, Barcelona, Madrid y Nueva York. Regresa a la Patria y lanza urbi et orbi una frase que lo define para siempre: “Nuestro Sur es el Norte”.
El mapa invertido es un canto de libertad y la afirmación de la identidad americana, mirar hacia adentro, no hacia afuera. Torres siente, además, un compromiso social, un mandato pedagógico que se traduce en la necesidad de formar, hacer escuela, dejar huella, testimonio y lenguaje. De eso trata esta muestra que se resume en tres conceptos: ciudades, mapas y preocupación social.
Con inteligencia, cierta dosis de audacia y el compromiso férreo con el guion curatorial elegido, Iglesias Lukin y Rabossi despliegan en la muestra aspectos menos conocidos del constructivo universal. “Plantean un acercamiento contemporáneo a la complejidad de su pensamiento”, en palabras de Leonardo Noguez, director artístico de MACA.
El camino elegido es una larga reflexión interior, desde el encuentro con Rafael Barradas, otro oriental necesario, en 1917, a la publicación el mismo año de su libro, El descubrimiento de sí mismo.
Procedentes del Museo Nacional de Bellas Artes, del Museo Torres García y de colecciones particulares, están los cuadros que tienen que estar, pero no es la muestra previsible de un homenaje. Va más allá. Es la indagación en los escritos, los papeles, las acuarelas, los cuadernos personales y en el archivo Joaquín Torres García lo que permite asumir como propia la búsqueda del artista por encontrarse consigo mismo. Y esa decisión curatorial tiene un correlato físico: no hay vitrinas en la muestra, todo está colgado con igual jerarquía, un texto, un libro, las acuarelas de su cuaderno o una pintura antológica.
De lo general a lo particular, Iglesias Lukin y Rabossi resumen en una pared el recorrido del pensamiento del uruguayo disruptivo. El mapa invertido es el resultado del mapa de su vida, de sus viajes en los que el pulso de la ciudad como espacio de construcción social, la interacción del artista con la metrópoli en expansión habilita y ordena la “grilla urbana” determinante en la organización del espacio pictórico. Allí está la cuadrícula, están los números, está la palabra. Ha nacido un nuevo lenguaje que lleva su firma, pero es de todos.
Torres es un artista pedagogo, quiere difundir, compartir y enriquecer su ideario “como ciudadano comprometido con la comunidad”. El tiempo le dio la razón. A 150 años de su nacimiento, la celebración sumará la apertura en Montevideo de un nuevo museo consagrado a la Escuela del Sur. Una voz multiplicada en la de sus epígonos. El descubrimiento de sí mismo ilumina la huella que no cesa.