Homenaje a Carlos Nine en Angoulême, la capital mundial de la historieta
Lucas Nine, autor e ilustrador como su padre, presenta una novela gráfica en el prestigioso festival francés y participa de un tributo a la trayectoria del artista argentino fallecido en 2016
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A casi seis años de su muerte, el dibujante argentino Carlos Nine (1944- 2016) será el protagonista de un homenaje en Francia en el marco de la inauguración del festival de historieta de Angoulême. Organizado por la escuela de diseño y dibujo de la ciudad francesa (conocida como la capital mundial del cómic), del tributo participará Lucas Nine, hijo de Carlos, que es también ilustrador y autor de novelas gráficas.
“Mi padre dio varios talleres en la École Européenne Supérieure de l’image (ÉESI), una de las instituciones públicas de Angoulême que trabaja en conjunto con el festival de historieta y el museo-archivo del género más importante de Europa. Además, la escuela ha organizado varias exhibiciones de sus trabajos: la última fue en 2011, así que tuvieron una relación muy estrecha”, contó Lucas a LA NACION desde París, donde dará una charla sobre la obra de Carlos, el jueves 17, en la inauguración de la edición 49 del festival, y presentará el viernes 18 su último libro, Delicatessen tout est bon, publicado en Francia.
A los 47 años, Nine hijo viaja con frecuencia a Francia, ya que la mayor parte de su trabajo se publica allá. “Por lo general vengo cuando presento algún libro, como en esta oportunidad con Delicatessen tout est bon, que desarrollé en los últimos dos años en la Argentina. Es una historia que transcurre en el París de la Belle Époque, pero no es una ficción histórica sino, más bien, una parodia”, explica.
A partir del personaje de un cerdo, protagonista de una película francesa de 1907, el autor plantea la hipótesis de que no se trata de un actor sino de un cerdo real. “Eso me sirve de punto de partida para imaginar una sociedad intervenida por animales, como en las antiguas fábula de Esopo. Trato de reírme de los clichés que genera esa época: la construcción de la torre Eiffel, Toulouse-Lautrec, los impresionistas. Lo uso como material cómico y, también, juego con mi mirada de argentino, caricaturesca, distorsionado, como si un extranjero mirara el tango”, agrega.
Nine, que proviene del campo de la ilustración y con el tiempo sumó la escritura, define el libro como una novela gráfica, un término que al principio le daba un poco de pudor porque, según sus palabras, “en algunos casos no son más que una historieta tradicional”. “En otros casos –sostiene- creo que es efectiva la distinción porque no terminan de ser una historieta en el sentido clásico, sino que tienen apoyaturas con textos y otras maneras de presentar la relación con la imagen. Produje historietas que, desde una mirada clásica, tienen demasiado texto. Por ejemplo, Borges, inspector de aves, que publiqué en Francia y en la Argentina. Si uno tiene a Borges como personaje, tiene que ser verboso, tiene que excederse en las apreciaciones textuales. En libros como ese, el texto es fundamental”.
Es por eso que, a esta altura de su carrera, se considera tanto un escritor como un dibujante. “Lo que pasa es que no está bien visto que los escritores serios se pongan a hacer dibujitos. La novela gráfica puede romper esa noción: que no es serio que un escritor dibuje y que es pretencioso que un dibujante escriba”.
¿Hay un homenaje a su padre en el estilo de los dibujos del último libro? Es lo que parece cuando uno ve las imágenes. “Puede ser que al principio haya tenido la voluntad de diferenciarme de él, pero que con el paso del tiempo eso ya no sea tan vehemente como en los inicios. Creo que uno tiene que enfrentar algunas influencias, absorberlas y asimilarlas sin tener que tenerles demasiado miedo. Cuando uno ve a alguien que puede crear esos universos, comete el error de creer que dibujar es fácil. Hay rasgos que son gestuales, que creo que heredé sin esfuerzo. Y el esfuerzo fue desprenderme de ellas”, asegura.
Carlos murió a los 72 años, cuando Lucas ya tenía más de 40. De su infancia con un padre artista recuerda: “Nunca me enseñó a dibujar; en ese sentido era prudente. Miraba los dibujos que hacíamos cuando éramos chicos para observar cosas, resoluciones que son solamente producto de una mente infantil y que de la mano de un tipo con un talento desbordante y un gran virtuosismo gráfico se convertían en algo completamente distinto”.
Además del libro sobre Borges, en la Argentina Nine junior publicó, en 2019, una adaptación de tres cuentos de Horacio Quiroga, por Penguin Random House. Fue lo último suyo que salió en el país.
“Hay algo en los dibujantes que tiene que ver con el propio reconocimiento de su trabajo. Es decir, si apelo a ciertos manierismos que repito cuando ya tengo un estilo propio, el lector puede reconocerlo rápidamente. Pero yo trato de hacer cosas distintas: el libro de Borges no tiene nada que ver con el último y el otro que publiqué en Francia, que no salió en la Argentina, Budapest ou Presque, tampoco tiene que ver ni con Borges ni con éste. Trato de que cada libro tenga un estilo distinto. En este caso, el dibujo que me pedía el libro debía tener un trazo con una influencia importante del laburo de mi viejo, pero también de otros dibujantes que lo influenciaron a él, como Daumier. En este libro interviene la luz, la sombra, el claroscuro, que en otros trabajos no aparecían”.
Para explicar por qué cree que algunos artistas logran influir en el trabajo de otros, Nine junior recurre a una metáfora que resulta muy gráfica: “Si pensamos a los dibujantes como vías férreas, el de mi último libro es un ramal que parte de Carlos Nine. Pero hay otros dibujantes que también parten de Nine y van para otro lado. No todos los dibujantes permiten eso: por ejemplo, no creo que alguien muy bueno como Sábat permita desprendimientos porque, de alguna manera, es como que abre y cierra un estilo. Carlos Nine fue como una mina de oro de la que muchos dibujantes extrajeron cosas para hacer algo distinto”.
Según Lucas, en el país hay cierto reconocimiento del trabajo de su padre, pero de un círculo pequeño. “Creo que el problema es que, si un personaje no es rápidamente decodificable, se vuelve demasiado complejo por alguna razón misteriosa. Carlos Nine era un personaje complejo, lleno de contradicciones, entonces no es fácil sintetizarlo más allá del consabido ‘genio’, que no explica demasiado su obra”.
Junto con Alberto Breccia y José Muñoz (el único artista no francés que presidió el Festival de Angoulême), Nine es un dibujante muy reconocido en Francia. “El peso que tiene la historieta argentina en Francia no puede ser subestimado: el archivo del museo de Angoulême conserva una de las colecciones más importantes de originales de Breccia. En el caso de Carlos, su libro Le canard qui aimait les poules (conocido en el país como El patito Saubón) recibió el premio mayor del festival (el Alph’Art) en 2001. Más allá de ser una curiosidad lejana, la historieta argentina (y especialmente la obra de estos tres artistas) es una referencia de estilo que veo aplicada a los propios franceses de manera constante. Otro dato central es que la historieta argentina es mucho más editada en Francia que en la Argentina, algo que pasa también con mis libros, entre los de muchos otros”.
Sobre el final de la charla, Lucas asegura, un poco en serio, un poco en broma: “Jamás decidí dedicarme a esto. Si sigo haciendo lo mismo que hacía a los cuatro años es porque soy una persona con una gran incapacidad para decidir. Se convirtió en un oficio, vivo de esto (más o menos): a lo largo de mi vida descubrí que, si uno repite mucho que se dedica a algo, el resto de la gente se lo cree”.
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