Histórico acuerdo en la Bienal de Venecia
Con la presencia de Cristina Kirchner se firmó un comodato por el cual la Argentina tendrá uso exclusivo por 22 años de un espacio propio
VENECIA.- ¿Viene o no viene? La pregunta del millón fue develada ayer, poco después de las 16, cuando la presidenta Cristina Kirchner, de riguroso luto, llegó a la Bienal de Venecia, la más antigua del mundo, para saludar al rosarino Adrián Villar Rojas, representante argentino en esta edición 54», de mucho significado para nuestro país: sumó la firma del comodato por un pabellón de uso exclusivo para los próximos 22 años.
Escoltada por el canciller Héctor Timerman, el embajador Torcuato Di Tella y su mujer, Tamara, y por el presidente de la Bienal, Paolo Baratta, Cristina Kirchner se perdió en el bosque fantasmagórico de esculturas de Villar Rojas, seguida por una nube de flashes. Conversó con el rosarino de 30 años, que llegó a la Bienal para comenzar o continuar una meteórica carrera internacional (ver recuadro).
Dialogó con el curador Rodrigo Alonso, con el equipo de colaboradores y con la galerista Orly Benzacar. Este fue el primer paso de una tarde de agenda veneciana a puro arte para la Presidenta. Partió de la Bienal en una lancha oficial, no sin antes saludar afectuosamente a Marta Minujín y a Nicolás García Uriburu, a quien le dijo de viva voz: "Fuiste un pionero acá al teñir los canales de verde. Este es un día de fiesta para los artistas y un premio inmerecido para mí".
Dos horas más tarde, hizo su ingreso solemne en el palacio Ca Giustinian, engalanado con obras de artistas argentinos: Spilimbergo, Distefano, Ferrari, Berni, Benedit, Bony, Schvartz, Noé, Minujín y Uriburu, entre otros, una selección acotada por el espacio de lo que fue el envío de un año atrás a Fráncfort, y luego a México, con el título de "Memoria y libertad en el arte del siglo XX".
Se la veía distendida y contenta cuando recibió de manos del alcalde del Véneto la llave de la ciudad y el compromiso por escrito de la cesión del famoso pabellón, que está ubicado en el mejor lugar de los Arsenales.
Este viejo sueño de los artistas argentinos -no es casual que quisiera estar acompañada por una nutrida comitiva del arte, con maestros de la talla de Noé, Puente, Paksa y Distéfano- será también una llave maestra para Baratta, artífice de esta suerte de ingeniería diplomática y política, que abre la posibilidad de uso de los viejos pabellones navales, que históricamente no formaban parte del espacio expositivo veneciano.
Desde su creación, a fines del siglo XIX por decisión de Humberto de Saboya, la Bienal busca expandir sus fronteras más allá de los pabellones nacionales de los Giardini, para así mantener el liderazgo y seguir siendo la "madre de todas las bienales", cuando en el siglo XXI se han multiplicado estas citas con el arte contemporáneo.
Negociaciones con la comuna de Venecia y con la Armada permitieron llevar a buen puerto la promesa del pabellón de 500 m2, que será reacondicionado con una inversión argentina de dos millones de euros. El año próximo se hará la apertura oficial con motivo de la Bienal de Arquitectura, que por tradición ocupa el mismo predio que la Bienal de Arte.
Luego del cálido recibimiento, Baratta agradeció la presencia del canciller Timerman y del embajador Di Tella, y celebró la gestión de los embajadores Magdalena Faillace y Sergio Baur en esta conquista que es histórica. Entre el público presente estaba el diplomático Javier Pedrazzini, yerno de Paolo Baratta, quien resultó clave en el éxito de las negociaciones, postergadas por tantos años.
Baratta señaló que con el acuerdo de comodato del pabellón "se le reconoce a la Argentina una representación digna de su contribución al arte contemporáneo".
Elogios
"Es un honor estar en este momento aquí, en Venecia; un honor inmerecido, el pabellón, que recibo como ciudadana en nombre de 40 millones de argentinos. Agradezco a los artistas en todas sus disciplinas. Este es un homenaje justo a la creación", dijo por su parte Cristina Kirchner, en un discurso improvisado y emotivo, en el que recordó la obra de Ernesto de la Cárcova, Sin pan y sin trabajo, como una radiografía de la Argentina postergada.
Tuvo palabras de elogio para León Ferrari, ganador en la 52» Bienal de Venecia del León de Oro Venecia, máximo galardón de esta meca del arte, y se mostró conmovida con la obra de Juan Carlos Distéfano. "Me gustaría llevármela a casa", susurró en la recorrida por la muestra.
Recordó que esta gira internacional había comenzado en México, con la visita al Museo Soumaya, del magnate Carlos Slim, y tuvo palabras enfáticas para destacar la acción emprendida durante su gestión a la hora de recuperar el mural de Siqueiros, el soberbio Ejercicio plástico, hoy en el museo vecino de la Casa Rosada.
No olvidó el significado político de este gesto de la comuna de Venecia y de la Bienal con un país, el nuestro, que recibió una masiva inmigración italiana, "aunque quien lo dice se apellide Fernández", remató, antes de los aplausos seguidos por un brindis.