De los duendes de La Boca al fantasma del Obelisco, raras criaturas protagonizan este decálogo de creencias extraordinarias que circula en la letra impresa de los libros y la folletería de Buenos Aires
Las leyendas dicen que un enano vampiro merodea el Bajo Flores, un gigante custodia Once, un dragón se esconde en Villa Crespo y dos gemelos albinos borran recuerdos ajenos en Caballito. También que Gardel anda aún por el Abasto y que la misteriosa gata Felipa es parte de la Casa Rosada. Seres extraños, poderes sobrenaturales o maldiciones habitan, dentro del imaginario colectivo, lugares emblemáticos de Buenos Aires. Como el edificio neogótico de la Facultad de Ingeniería, en la avenida Las Heras, en Recoleta, que el propio Gobierno de la Ciudad incluye entre sus historias por las misteriosas razones por las cuales su obra se detuvo a través de los años.
Mitos urbanos perviven y mutan en la tradición oral y escrita anclados a los más variados parajes de la ciudad: un híbrido rata-perro acecha a sus presas en Costanera Sur, los pasajeros del colectivo 93 sufren en sus conciencias saltos temporales ante la presencia de hombres de negro y un taxi tiene en Chacarita un único destino. Narraciones que invitan a imaginarse otra Buenos Aires mediante elementos fantásticos aportan moralejas y referencias históricas, revelan signos de pertenencia y canalizan respuestas a dilemas de la existencia. Esta clase de relatos se materializa a través de quienes los escuchan, proporcionan conocimiento e interpretaciones de la realidad y sus significados se reproducen en relación con otros, postulaba el antropólogo Lévi-Strauss.
Historiadores, sociólogos y especialistas estudian estas manifestaciones del lenguaje y hoy, en tiempos de cuarentena, surgen asimismo nuevas versiones: ¿quién es el hombre que aparece en ciertas conversaciones por Zoom o aquel que entrega el delivery en tu domicilio? Sobre estos últimos ejemplos reflexiona el escritor Víctor Coviello, coautor con Guillermo Barrantes del libro Buenos Aires es leyenda(Planeta). Como una suerte de Hermanos Grimm porteños, juntos investigaron exhaustivamente testimonios personales, archivos históricos y crónicas periodísticas. El decálogo que se lee a continuación es una selección de las leyendas recopiladas por los autores, algunas de las cuales también son difundidas por el área de Turismo de la Ciudad en base a distintas fuentes.
- Los duendes de La Boca. En la avenida Almirante Brown, un pintoresco edificio es conocido como "la torre del fantasma". A principios del siglo XX, una muchacha compró el terreno y construyó el inmueble, que fue alquilado por artistas, como Clementina, que ocupaba el último piso y que un día decidió mostrar sus obras a una periodista, que sacó fotos. Al revelarlas, descubrió que había duendes en sus impresiones. Días después, Clementina murió cuando cayó de la torre y la dueña del edificio dijo que la artista no saltó sino que fue empujada por aquellos seres habitantes del lugar.
- Almas en pena en los subtes A y B. Entre 1910 y 1913, se dice que cuando se construyó la línea A del subte (pionera en Latinoamérica) dos obreros italianos fallecieron por la caída de una viga en una estación intermedia entre las actuales Pasco y Alberti. La estación nunca se construyó y muchos pasajeros relatan que por las noches las luces de las formaciones se apagan en ese tramo y es posible ver los cuerpos sin vida de los trabajadores. Las almas en pena también vagan por la línea B. La estación Lacroze fue levantada sobre los terrenos del antiguo cementerio y en su construcción varias tumbas fueron desplazadas. A veces los monitores de las cámaras de control recogen figuras humanas translúcidas que esperan el subte.
- Reservito, el monstruo de la Reserva Ecológica. Diferentes historias aluden a una misteriosa criatura que vive en este gigantesco espacio verde. Hablan de un perro con rasgos de rata o coipo, animal similar a la nutria. Dicen que se alimenta de carne humana y que persigue a quienes caminan tranquilamente. Grupos de jóvenes se han organizado sin éxito para enfrentarlo. Inaugurada en 1986, la Reserva fue hecha con relleno de tierra y enseres tóxicos en desuso. Estos elementos contaminantes habrían engendrado al agresivo animal.
- El enano vampiro del Bajo Flores. El Circo de los Zares llegó a la ciudad en la época de la dictadura militar y se ubicó en la zona del Nuevo Gasómetro del Bajo Flores. Entre su troupe, figuraba el enano vampiro, de nombre Belek y oriundo de la región de los Cárpatos (al igual que Drácula), de donde había sido desterrado. El circo se fue y él se quedó en la zona. Desaparecieron mascotas y se registraron ataques a personas, que usaban botas altas como forma de prevenir los ataques en sus piernas. Dicen que aún vive, muy debilitado, en ataúdes del cementerio.
- El pasaje estelar del Palacio Barolo. Posicionado en su momento como el edificio más alto de Argentina, el icónico palacio de la Avenida de Mayo, que alberga un pasaje de doble salida y combina estilos arquitectónicos, se construyó con referencias al Infierno, el Purgatorio y el Paraíso de la Divina Comedia de Dante Alighieri. Se dice que un hombre murió entre esas paredes y que durante la alineación de la Cruz del Sur, en los primeros días de junio, un portal accionado por una maquinaria desconocida dentro del edificio se abre para dar paso a los cielos.
- El Hombre Gato de Agronomía. De aspecto humanoide, este ser sumamente ágil habría sembrado el terror con más insistencia en los 80, siendo parte de experimentos genéticos dentro del predio de la Facultad de Agronomía en los años de la dictadura. Se cree que aún está en la ciudad.
- El taxi de la muerte. Se cuenta que existe un taxi, modelo antiguo y con patente terminada en 666 que solo recoge a personas solitarias en la puerta del cementerio de Chacarita. Durante el viaje, el pasajero descubrirá que el conductor tiene un aspecto cadavérico, pero ya será demasiado tarde: el taxi frenará y el chofer le dirá que han llegado a su destino. El pasajero bajará convertido en alma en pena y se dará cuenta de que está nuevamente a las puertas del camposanto para elegir su lugar en el mundo de los muertos.
- El tesoro del Obelisco. No, no siempre estuvo allí donde hoy se ubica el monumento emblema de Buenos Aires. Antes se hallaba la iglesia San Nicolás de Bari. La leyenda cuenta que en ella se guardaba un misterioso tesoro (las versiones más osadas hablan del Santo Grial) y que cuando el templo se demolió, el tesoro habría sido trasladado al Obelisco y escondido entre las paredes de su cúspide. También se afirma que el fantasma del último sacerdote de la antigua iglesia es su guardián.
- El laberinto sin salida de Parque Chas. Si alguien se anima a dar la vuelta a la manzana de las calles Berna, Marsella, La Haya y Ginebra, aparecerá en cualquier otro lugar del barrio Parque Chas menos en el que debería, se cuenta. La historia indica que en 1957 un grupo de exploradores franceses aceptaron el desafío y aparecieron en Villa Urquiza y que unos urbanistas catalanes formaron dos equipos y caminaron en dirección opuesta con la idea de encontrarse a mitad del recorrido. Pero minutos después uno de los grupos apareció caminando detrás del otro en este barrio de difícil trazado de calles circulares.
- La embajada infernal. Donde se juntan los barrios de Palermo y Belgrano parece que también se unen mundos diferentes. Se cuenta que caminando por la avenida Luis María Campos, entre Olleros y Gorostiaga, se ven extrañas sombras y se escuchan voces siniestras y risas provenientes de los jardines de la embajada de Alemania. Se cree que son los demonios liberados en los exorcismos practicados en los años 30 en la iglesia de San Benito, situada frente al edificio.
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