Historias bravas y extraordinarias: de las andanzas con gomeras y pistoleros de verdad a la serie “Okupas”
El libro “Las memorias del Negro Pablo” cuenta la vida real de Dante Mastropierro, el chico criado en un barrio difícil, que tuvo que salir a trabajar a los doce años y se quedó solo a los trece, y un día se convirtió en actor de una ficción que 20 años después sigue vigente en Netflix
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Una de las revelaciones de la serie Okupas, que las nuevas generaciones de espectadores pudieron descubrir en Netflix, publicó su primer libro. En Las memorias del Negro Pablo (Aguilar), el actor que encarnó al villano más montaraz y querido por la audiencia, Dante Mastropierro (La Boca, 1951) convoca a personajes situados en escenarios a la vez cercanos y remotos. Las “historias bravas, reales, extraordinarias” tienen una entonación conmovedora y rea a la vez. De Dock Sud al barrio quilmeño Los Álamos, Mastropierro reconstruye códigos de la calle, las villas y las cárceles, recuerda a seres queridos que ya no están y narra aventuras ajenas y propias, casi nunca desprovistas de violencia y ternura. El libro -una suerte de picaresca con vagos “enfierrados”, pillos, giles y “panchos” de barrio, “cobanis” y “tipos picantes de verdad”- cuenta con un prólogo del director Bruno Stagnaro y tuvo como coautor al periodista Martín Wain, de LA NACION.
“Nunca pensé en un libro para ser importante -advierte Mastropierro en la introducción-. Pero siempre hay gente que me dice que quiere saber un poco más, conocer cosas que me pasaron”. Con Marcela Morales, su pareja, lleva adelante el comedor comunitario Pancita Llena (Brandsen 740, enfrente de la Bombonera), en La Boca, el barrio donde vivió en su infancia y al que volvió antes de convertirse en actor. “Cuando Marcela comía, decía: pancita llena, corazón contento -se lee en las memorias-. Ese fue el nombre que le pusimos después al comedor”.
Después de Okupas, trabajó en Botineras, ficción televisiva creada por Sebastián Ortega, y en El marginal (”a mi personaje, el Larva, lo dejaron ahí tirado), y en la película El Merchi, de Iván Morawski. También coprotagonizó Te la vamos a dar, El camino de la rata y La reina del arroz con pollo, películas de Miguel Bou. En las memorias dedica páginas a los “agitados” encuentros con Stagnaro y los actores Rodrigo de la Serna y Diego Alonso, alias ”El Pollo” en Okupas.
“He contado partes de mi vida y tengo muchas anécdotas más para contar -dice el autor a LA NACION-. Me gustaría hacer una segunda parte, porque muchas quedaron cosas afuera. Lo siento como un logro más de mi vida, con Martín pude concretar algo que quería hace rato. La gente me preguntaba por qué no me dedicaba a escribir las historias; para la gente que vivió esa vida, y para mí también, eran normales. Al ir creciendo vi que no eran tan normales. Estoy muy contento”.
La madre de Mastropierro, como se narra en las memorias, murió cuando él tenía trece años. “Si mi mamá hubiese estado, no sé si hubiera escrito este libro -revela-. A lo mejor, no me hubieran pasado todas las cosas que me pasaron. Si hubiese estado mi vieja, no hubiera estado en la calle a la madrugada o vagueando. Las cosas se dan porque se dan o tienen que darse como son; a lo mejor, tampoco hubiese hecho Okupas. A veces el destino lo tenemos marcado. Mi vieja me enderazaba un poco con los consejos, las palabras, y a veces con una garroteada, pero yo también me desviaba bastante, era bastante vaguito con las juntas que tenía. No todos sabemos de dónde dependemos, de dónde viene la vida, pero todos sabemos que hay un Dios. Si ella hubiese estado, no me hubiesen pasado tantas cosas que cuento y las que faltan contar. Pienso que no hubiera querido tener un libro ni estar en Okupas, ni ser querido por tanta gente: hubiese preferido a tener a mi mamá. Para todas las personas, para todo hijo que nació acá sobre la tierra, la madre es la madre, la que te dio la vida. A lo mejor, igual hubiese estado bailando en la madrugada con la vagancia, porque después de grande algunos no le hacen caso a la madre. Pienso que ella estaría muy orgullosa de mi libro”.
Las memorias del Negro Pablo podría inspirar a productores de series. “Me gustaría que con el tiempo alguien me diga: ‘Dante, vamos a hacer un casting para llevar las historias a la pantalla’. Sería una gran alegría que quedara como una serie o una película basada en una historia verídica. Estaría muy bueno”.
Si bien es un libro de no ficción, en el que autor cuenta su infancia y juventud, sus romances y aventuras y en el que retrata a amigos y antagonistas, Las memorias del Negro Pablo evoca tanto Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain, como Villa Celina y El Campito, de Juan Diego Incardona, Los wachos, de Walter Lezcano, y Entre hombres, de Germán Maggiori (el escritor y periodista Reynaldo Sietecase lo comparó con Memorias del subsuelo, de Fiodor Dostoievski). Con orgullo, Mastropierro firmó ejemplares en la reciente edición de la Feria del Libro porteña.
“Nació de una conversación entre Dante y Bruno Stagnaro -dice Wain sobre Las memorias del Negro Pablo-. Cuando se juntó el equipo de Okupas para celebrar los veinte años de la serie, Dante le contó algunas historias de cuando era chico, y a Bruno le gustaron. También le contó que muchos le decían que debía escribir un libro con esas historias, pero que ni sabía por dónde empezar. Entonces Bruno me llamó, me preguntó si podía darle una mano a Dante con eso y nos juntamos los tres. Ese fue el punto de partida”.
Wain comenzó a registrar las charlas con Mastropierro. “Lo grabé ese día y a la semana me volví a juntar solo con él, cerca de su casa, en La Boca -recuerda-. Después de esas primeras dos charlas, armé un capítulo y lo presenté a la editorial. Gustó y empecé a grabarlo más. Y a medida que transcribía las charlas, iba pensando el rompecabezas de capítulos, para que funcionaran de manera independiente, respetando cierta cronología que no es tal, pero parece”.
De principio a fin, como en una Las mil y una noches de extramuros, fluye la cadencia irreverente y reflexiva de Mastropierro. “Las historias son reales y cuentan un mundo verdadero -agrega el coautor-. Sobre todo, busqué mantener la esencia de Dante como narrador y su voz. E intenté también contarlo a él, más allá de sus relatos. Para ese primer capítulo ya había aparecido el registro y el camino a seguir: una primera persona vertiginosa, sin comillas, con su voz cruda y también con lo que, en principio, él no tenía previsto contar: sus momentos más duros, las pérdidas, la ‘actuación’ en la calle para sobrevivir. Él me contaba las historias, muchas muy violentas, como anécdotas singulares que tenían incluso su lado divertido, pero a mí me atraía cómo contaba ese mundo, con una mirada que nunca dejaba de ser la de un chico. Un chico criado en un barrio difícil, que tuvo que salir a laburar a los doce años y se quedó solo en el mundo a los trece. Me conmovió ese lado de Dante, que apareció de entrada, cuando me habló de su mamá y no pudo seguir hablando, por la emoción. Entonces, en las entrevistas me propuse tirar de los hilos de cada historia personal y de los otros, para conocerlo más a él y que los ‘personajes’ aparecieran en diferentes momentos y tuvieran más profundidad”.
Para agendar
Hoy, a las 19, en Fetiche Libros (Thames 744) se presenta Las memorias del Negro Pablo. El autor y actor estará acompañado por el periodista Martín Wain y el escritor Leo Oyola.
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