Herederos de artistas: cuando un legado familiar se convierte en una obra nueva
Una performance, dos películas y una muestra buscan un sentido para las piezas de una veintena de artistas que ya no están
- 7 minutos de lectura'
El legado de una obra de arte es, al mismo tiempo, un regocijo y un problema. ¿Qué hacer con el arte heredado? La respuesta está en estos días en el aire, con una performance, una película y una muestra en las que deudos de una veintena de artistas intentan encontrar un sentido para los tesoros recibidos... y lo encuentran en la creación de nuevas obras.
Lila Siegrist, artista visual y escritora, gestora y agitadora cultural, cruza todas sus disciplinas en Carta a mi abogado, un “periplo heroico, autobiográfico y lírico, que sucede en cuatro actos de lectura”. Es un libro, una perfomance del terreno de las artes visuales, pero también algo lírico y dramático: una característica de Siegrist esta mezcla de disciplinas. Escribió una carta a su abogado cuando comenzaba la pandemia y sintió que la muerte estaba cerca para todos. Tuvo la intuición de morirse pronto y joven, y recurrió a su letrado de confianza para que la asesorara respecto de qué hacer con su colección, su biblioteca y su obra. Quería desafectar, des-coleccionar si es posible, un cuerpo de obra reunido a lo largo de toda su vida. Sus hijos tienen un tío abuelo pintor, Arturo Antonio Zinny, y ella fue comprando a lo largo del tiempo todas las pinturas que pudo. En un cuarto se guardan junto con el resto de la colección de arte rosarino contemporáneo que Siegrist amasó. Unas 260 piezas para legar.
El resultado es una misiva que nunca tuvo respuesta y, a la vez, una obra de arte efímera que se presentó en tres funciones a sala llena en La Toma, Rosario, el fin de semana pasado, con efectos de luces, distintos escenarios, obras de Alfredo Guido, el propio Zinny, Herrero Miranda, Juan Arancio y Fabián Marcaccio, y citas a textos y canciones de David Viñas, Norah Lange, Montaigne, John Milton, Emilia Bertolé, Alfonsina Storni, Ricardo Rojas, José Larralde y Charly García.
Escribe Siegrist: “Un lugar hostil / cargado de reverberancia / ustedes parados / Aquí en mi selva interior / Una advertencia / ¿como se llama este don? / mi cuerpo abierto / acariciando versos”. Eso es una buena definición de poesía.
El problema de Iair Michel Attías es el contrario: la ausencia de un legado artístico. La búsqueda de la obra que dejó su abuelo, Jorge Michel (1925-1991), está registrada en la película documental Catálogo para una familia, que se estrenó el viernes 6 en Malba Cine y continuará en cartelera todo el mes, los viernes a las 20, y también en los cines Gaumont (CABA), El Cairo (Rosario) y Teatro Auditorium (Mar del Plata). Durante los cuatro años de su producción, logró localizar treinta obras del escultor.
“No tengo obras. Mi padre, que fue su único hijo, no heredó nada material, solo el apellido, que pudo recuperar tarde en su vida, ya que lo conoció cuando tenía treinta años”, cuenta el director. Apenas lo conoció por diez fotos en blanco y negro donde se lo veía en el taller, en plena faena de escultor.
“Cuando comencé creí que llegaba tarde, que había pasado mucho tiempo. Y sin embargo, íntimamente, me negaba a aceptar ese trágico mito. Al día de la fecha pude recuperar más de 400 fotografías, varias horas de filmación de archivo y de grabaciones sonoras. Así que creo que, en el arte, como en la vida, no hay que dar nada por perdido y hay que persistir hasta el final”, dice.
Michel murió tempranamente en 1991 y su taller, con varias obras, fotografías y papeles personales quedaron a cargo de Josefina Robirosa, su pareja. La mayoría de las obras que fue localizando están en colecciones particulares, en general sin acceso público. Hay dos bancos en madera que forman parte de la colección permanente del Malba, otras más que pertenecen a la colección particular de su fundador, Eduardo Costantini, y están registradas en la película, lo mismo que las piezas que se guardan en la colección de JP Morgan, en el mirador del piso 24 del Hotel Sheraton o en la Fundación Nicolás García Uriburu.
“Poder realizar un relevamiento y un inventario, una suerte de catálogo razonado, fue un trabajo lento, pero esperanzador porque las obras no desaparecieron, pero había que buscarlas y ocuparse”, cuenta este heredero sin obra, que con su revalorización se aleja de ella cada vez más: “Lo que hago pone en valor la obra que poseen otros, lo que, paradójicamente, me impide cada vez más acceder a tener obra propia. Pero mi motor nunca fue material”.
Con la excusa de su rodaje, el director logró acceder a depósitos y colecciones privadas en Estados Unidos, donde quedó mucha de su obra tras su última muestra, en 1989, dos años antes de fallecer. “Esas obras son de la mejor época de Michel y si bien conocí a sus actuales dueños, que las conservaron en excelentes condiciones, son conscientes de la importancia que tendría que esas obras vuelvan a la Argentina”, dice. Se ilusiona con que algún museo pueda repatriarlas para sumarlas a su colección permanente. “La película me ayudó en lo personal a reunirme en espíritu con mi abuelo, pero también conocer a sus amigos, colegas y otros testigos. Me abrieron sus puertas y eso me dio fuerzas. Pero también aprendí una gran lección: las cosas no pueden darse por perdidas”, dice Michel Attías.
Hay un grupo de diecisiete herederos que llevan cinco años de “terapia de grupo” y ahora reúnen las creaciones de sus familiares en la muestra Legado en la Fundación Naum Knop (Catamarca 1747, CABA, hasta el 15 de diciembre). “Logramos concretar la muestra actual de un conjunto de artistas del siglo XX de excelencia cuyo legado hemos elegido asumir con responsabilidad –escriben en un texto colectivo–. La diversidad de motivaciones, intereses, actos e inacciones, certezas e incertidumbres que nos impulsa a promover iniciativas para cuidar la cura de dicho legado es tan amplia como el tiempo dedicado individualmente por quienes formamos parte de este grupo de herederos/legatarios; desde diez hasta cuarenta años y más. Desde aquel primer encuentro, soñábamos con la idea de emprender algo juntos”.
Se trata de los herederos de grandes maestros del Siglo XX, como Carmelo Arden Quin, Libero Badii, Pascual Buigues, Martín Blaszko, Ary Brizzi, Pablo Curatella Manes y Germaine Derbecq, Jorge Demirjian, Yente y Juan Del Prete, José Fioravanti, Magda Frank, Walter Gavito, Naum Knop, Rubén Locaso, Eduardo Mac Entyre y Miguel Ángel Vidal. Tres salas, más de treinta obras y muchas historias detrás.
“Partimos de la premisa de que buena parte del campo del arte está conformado por las colecciones que los artistas dejan al momento de morir. Quienes las administran se ocupan de cuidar, conservar y prestar las obras para la realización de exposiciones en espacios argentinos y extranjeros. Sin embargo, observamos que la vigencia de los artistas se altera con el correr del tiempo y quedan invisibilizados por el sistema del arte y la dinámica de las instituciones”, escribe la curadora, Eugenia Garay Basualdo.
El hijo de Demirjian, Rodrigo, no pudo estar en la inauguración de la muestra en la Noche de los Museos. Se encuentra en el festival de cine de San Sebastián, presentando la película que filmó con el mismo tema. Se llama El Legado, y es un documental sobre la tarea de desarmar un taller, decidir qué hacer con las creaciones de toda una vida y ponderar su posible valor, a la vez que el director elabora el vínculo con su padre artista. “La única forma que encontré para afrontar esta situación fue hacer esta película”, dice Demirjian. Formas de despedir a un artista... y de heredarlo.
Otras noticias de Arte y Cultura
Más leídas de Cultura
“Un clásico desobediente”. Gabriela Cabezón Cámara gana el Premio Fundación Medifé Filba de Novela, su cuarto reconocimiento del año
“Me comeré la banana”. Quién es Justin Sun, el coleccionista y "primer ministro" que compró la obra de Maurizio Cattelan
Perdido y encontrado. Después de siglos, revelan por primera vez al público un "capolavoro" de Caravaggio
“Trump es un tacaño”. La fiesta que terminó en un encargo fallido: el magnate le pidió a Warhol un cuadro y, como no le gustó, no le pagó nada