Hechos, no palabras: las librerías como centros de actividad política anti-Trump
En diferentes ciudades de Estados Unidos, generan actividades para manifestar su oposición, ya sea con mesas temáticas, enviando postales al gabinete o participando en marchas
NUEVA YORK.- Un centenar de personas se congregaron en una librería de la Gran Manzana para escribirles postales a los funcionarios del flamante gobierno. En St. Louis, los libreros organizaron un evento a beneficio de los refugiados de la zona con la participación de varios escritores. En una librería de Massachusetts, el gerente les preguntó en privado a sus empleados de más antigüedad cómo deberían responder como negocio a la presidencia de Trump. "Duro con él", le respondieron.
Al difuso y por momentos enardecido movimiento de protesta de la izquierda de Estados Unidos por la asunción Donald Trump se sumaron las librerías, ya sea como meros puntos de reunión o como verdaderos cuarteles de guerra política. Muchos locales se dedicaron a difundir la información de sus clientes movilizados contra las medidas de Trump: sus nombramientos en el gabinete, la amenaza de recortar financiamiento a las "ciudades santuario" y las restricciones migratorias a refugiados y musulmanes.
En Denver, y como un guiño a sus clientes, los empleados de la librería City Stacks imprimieron volantes con los datos de contacto de los nuevos funcionarios de gobierno. El día de la asunción presidencial, la librería Broadway Books, de la ciudad de Portland, repartió ejemplares gratuitos del libro Todos deberíamos ser feministas, el grito de guerra de la novelista Chimamanda Ngozi Adichie.
Las librerías independientes de todo el país llenaron sus vidrieras y exhibidores con libros como Eso no puede pasar aquí, de Sinclair Lewis; 1984, de George Orwell, y volúmenes sobre fascismo, totalitarismo y justicia social. La mesa donde se los exhibe, generalmente al frente del local, ha pasado a llamarse para los libreros "la mesa de la resistencia".
"Muchos están diciendo que pusieron su negocio al servicio de la revolución", señala Hannah Oliver Depp, gerenta operativa de la cadena de librerías Word, que tiene varias sucursales en Nueva York y Nueva Jersey. "Realmente creo que este proceso implicará un cambio fundamental para la venta de libros y para las librerías en sí." Según Depp, la gente ya se está preguntando hasta dónde pueden llegar con la protesta y cómo avivar aún más el fuego.
En algunos casos, entre ellos cadenas importantes como Barnes & Noble, cuya clientela comprende todo el espectro político, se han mantenido a distancia de la discusión política. Otras afirman haberse esforzado por mantener equilibrada la oferta de sus vidrieras, con títulos de derecha y de izquierda.
"Mis gustos personales siempre inciden, pero mis inclinaciones políticas jamás", dice Cathy Langer, directora de compras de la librería Tattered Cover, de Denver.
Sin embargo, muchos lugares se han convertido en verdaderos hervideros políticos, como la librería Women & Children First, de Chicago: allí se realizó el foro de discusión "Arte y Resistencia", donde se tejieron los gorros rosa llamados pussyhat que cientos de mujeres llevaron en señal de protesta contra las declaraciones machistas de Trump, y donde la mañana de la asunción, café y donas de por medio, se congregaron muchos clientes para partir juntos rumbo a la Marcha de las Mujeres. "Alcemos juntos nuestras voces para hacerle saber al nuevo gobierno que no nos representa", les escribió la librería por email a sus clientes antes de la movilización.
Quizá la organización política sea una extensión natural de algo que las librerías han hecho durante siglos: promover el debate, facilitar el acceso a la historia, y dar espacio a escritores e intelectuales.
"En cierta medida, todas las librerías persiguen la misma misión: informar, inspirar y en lo posible, educar al lector", dice Elaine Katzenberger, editora y directora ejecutiva de City Lights, una librería de San Francisco de larga trayectoria militante en la izquierda. "Frente al triunfo de Trump, había mucha gente dando vueltas y preguntándose qué hacer y a dónde ir. Y si hay un lugar donde encontrar respuestas es en los libros, en las historias, en la actualidad, hasta en la poesía", agrega.
Para muchos libreros, el llamado a sumarse a un movimiento de protesta es algo nuevo. Varios de los entrevistados reconocieron que era la primera vez que intentaban movilizar políticamente a sus clientes.
Stephanie Valdez, dueña de Community Bookstore, una librería de Brooklyn, ya abrió sus puertas para un evento de escritura de postales y se ha puesto a investigar sobre formas de organización política, ojeando libros y buscando asesoramiento para involucrarse más con su negocio.
"Pienso que las librerías son lugares adonde las personas acuden para entender el mundo", dice Valdez. "Y creo que no seremos los únicos en convertirnos en centros de actividad política."
Gayle Shanks, copropietaria de la librería Changing Hands, de Phoenix, cuenta que desde la elección de Trump, el Facebook de la librería tomó súbitamente un cariz político: los empleados la llenaron de artículos de actualidad nacional y de temas vinculados a la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos. Siguiendo la sugerencia de uno de los empleados más jóvenes, el personal armó un exhibidor de libros de autores provenientes de los siete países mayoritariamente musulmanes a los que Trump prohibió la inmigración.
En diciembre, Shanks recurrió a su habitual boletín electrónico mensual para escribir acerca de su enorme tristeza frente al triunfo de Trump y la elección de sus "secuaces" en el gabinete. Recibió más de cincuenta respuestas de apoyo, agradeciéndole su opinión. Aunque no todas las respuestas eran así. "Cállese y dedíquese a vender libros", le escribió un hombre.
Traducción de Jaime Arrambide
Julie Bosman
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