¿Hay un arte argentino? Continúa el debate iniciado hace 130 años
El tema, que desató hace más de un siglo un duelo entre el fundador del Museo Nacional de Bellas Artes y un crítico español, dominó la presentación del libro Peregrinaciones y viajes mágicos, de Julio César Crivelli
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“Me di cuenta de que había estado hablando todo el tiempo de lo mismo: de la relación entre la razón y el espíritu”, dijo ayer Julio César Crivelli, abogado, escritor y coleccionista, al presentar su libro Peregrinaciones y viajes mágicos. Se refería al hilo conductor de sus reflexiones sobre arte, historia e identidad, reunidos en un volumen de 500 páginas editado por Mardulce, que retoma entre otros temas un antiguo debate que parece continuar vigente: ¿existe el “arte argentino”?
Un atento público que incluyó a María Kodama en primera fila lo escuchaba en el auditorio de la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes (Aamnba), institución que él preside y que acaba de cumplir 90 años. Sobre el escenario dialogaron con él Matilde Sánchez, Gabriel Levinas y Marcelo Gioffré, autor del prólogo junto a Juan José Sebreli.
“Es un libro lleno de preguntas”, adelantó Sánchez al presentar el conjunto de textos, algunos de los cuales son el resultado de conferencias dictadas en el país o en el exterior. La que ofreció en la Universidad de Brown en febrero de 2015 llamó especialmente la atención de la periodista y escritora, ya que dispara según ella uno de los grandes interrogantes: el de la pertenencia del arte argentino en la escena global.
“Crivelli mira el país y su identidad a la luz de su colección privada”, observó la directora de Revista Ñ en referencia al acervo personal iniciado en la década de 1980, tras destacar una frase del autor. La que alude, al mencionar un viaje a Estados Unidos de Jorge de la Vega, a “la ilusión de sincronía con el planeta que la Argentina tenía en los años sesenta”.
Esas preguntas sobre la identidad en un país de inmigrantes llegaron a desatar discusiones que derivaron en duelos. Según recuerda Crivelli en el primer capítulo-, en 1891 se suscitó en Buenos Aires una polémica “en torno a la posibilidad de existencia de un arte argentino” entre Eduardo Schiaffino, pintor y posteriormente fundador del Museo Nacional de Bellas Artes, y el crítico español Eugenio Auzón.
“Auzón sostenía que no era posible debido al melting pot de culturas que era la Argentina –escribe-. Decía irónicamente que un arte argentino podría existir ‘quizás en doscientos años… y algunos meses’. Schiaffino sostenía todo lo contrario. La polémica se convirtió en una discusión con cartas y artículos de ambos, publicadas en los diarios. Llegó a tal violencia que se batieron a duelo, a primera sangre. Ganó Auzón, quien hirió a Schiaffino en la mano derecha. Pero el duelo nada resolvió”.
“Se equivocaron los dos” opinó de forma contundente Levinas en referencia a ese episodio. “En los años setenta nos agarrábamos a trompadas, incluso dentro de la galería, por lo que pensábamos sobre el arte”, recordó el periodista especializado, ex director de Artemúltiple. Agregó que todavía faltan setenta años para que se cumpla el pronóstico de Auzón y, sin embargo, “muy pronto no va a existir el arte de un país, porque todo va a estar interconectado”.
“¿Hay un arte argentino? Sí, lo hay. Lo hay en Quirós, como señala bien Crivelli”, apuntó en cambio Gioffré, en referencia a una pintura marcada por “la melancolía estetizante del gaucho y el país aislado”, antes de destacar una paradoja: que a su vez el arte funciona, desde la segunda mitad del siglo XX, como “un lugar de resistencia” frente al populismo y las dictaduras que buscaron cerrarse al mundo. “De esta doble peripecia –escribe en el prólogo que firma con Sebreli-, un país que se hunde sucesivas decadencias y un arte que resiste, nos habla este libro necesario”.
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