“Hay mil Lanatas”: periodistas, escritores y editores despiden a un colega inclasificable
A la manera de un Tom Wolfe criollo, Lanata “hizo escuela”: colegas lo despiden con palabras de admiración y reconocimiento, aun con sus contradicciones, desmesuras, arrebatos
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No por menos imprevisible, la muerte de Jorge Lanata, a los 64 años, vuelve a golpear la esfera pública en un año de grandes pérdidas para la cultura y las ideas en la Argentina. Además de periodista, editor y escritor, Lanata fue un hacedor de proyectos periodísticos que le imprimieron un estilo innovador al lenguaje de la prensa a partir de la postdictadura. A la manera de un Tom Wolfe criollo, Lanata “hizo escuela”, literalmente, entre las nuevas generaciones de periodistas desde la década de 1990 en adelante. Cuestionó el poder en sus diversas manifestaciones, del menemismo al kirchnerismo, hasta llegar al Gobierno actual. Cronistas, escritores, editores y artistas, en diálogo con LA NACION, despiden al autor de Polaroids y Muertos de amor.
Luis Majul, periodista
Adiós y buen viaje, querido amigo. Estés donde estés. Vayas adónde vayas. Ojalá te conviertas en una estrella del cosmos, como me dijiste una vez. Ha sido un verdadero honor haber escrito una buena parte de tu vida. Y ha sido un verdadero orgullo, por momentos, haber estado tan cerca de tu magia. De tu coraje. Y de tu sabiduría.
Dani Yako, fotógrafo
Era uno de mis mejores amigos; nunca trabajamos juntos pero nos queríamos. Las mejores entrevistas que me hicieron las hizo él, sobre todo cuando salió Exilio. De los mejores recuerdos son las cenas con él, Martín Caparrós y familias. Le hice una serie de retratos para la revista Viva en 2013, a él le gustaron otras y una se usó para su libro Óxido.
Miguel Wiñazki, filósofo y escritor
Jorge Lanata encarna el periodismo, es el periodismo. Frente a babélicas y barbaridades que se enuncian por redes, se levanta Jorge Lanata con más potencia que nunca, con sus investigaciones, con su carácter emprendedor, con su innovación, con esa valentía, con esa bravura, para seguir enseñando qué es el trabajo cotidiano, con la fuerza de quien sabe que son los datos los que cambian la realidad y no meramente los insultos vacíos. Jorge encarnó esa vocación, que más que una vocación es una filosofía de vida, ser periodista. Si alguien es el periodismo, hoy y quizá con más fuerza que nunca, porque Lanata ha muerto pero no murió.
Facundo Pastor, periodista y escritor
Leí su novela Historia de Teller cuando tenía catorce años. Me encantó y empecé a buscar mucho de su material escrito. Sé que muchos recordarán su desempeño en tele y radio. Y su historia con la gráfica en tanto su fundación de Página 12, pero me gustaría recordar sus libros. Estoy seguro de que eso le gustaría mucho.
Flavia Pittella, escritora y periodista
Cuando Ofelia se encuentra con Hamlet y lo ve, decadente y enfermo, dice: “Ay qué tristeza, haber visto lo que vi y ver lo que veo”. Y así me siento. He visto, he vivido y he compartido la vida con alguien único y talentoso. Inigualable. Se fue el caballero más amoroso y generoso del mundo. Tenía una luz especial y todos los que tuvimos la suerte de estar cerca suyo (en mi caso, trece años) aprendimos cada día de su profesionalismo pero sobre todas las cosas de su gran persona. Nos miraba a los ojos y siempre sabía qué nos pasaba y sabía qué decir, cómo ayudar. No me faltó nunca. Espero haber estado a la altura de su amistad. Era tan divertido, tan divertido. Siempre una carcajada y ese humor negro con el que tapaba sus angustias y miedos. Amábamos leer poesía. Él hubiera querido ser poeta. Era bueno e inocente, no podía concebir la mentira. Creía todo lo que le decían. Era hermoso ver la inocencia en sus ojos que eran de niño en ese cuerpo descomunal que nunca lo acompañó. Se fue mi amigo Jorge y el mundo es un lugar mas oscuro y desolado sin su presencia que se me imponía, inexorable. Siempre que le leía algo de Shakespeare, me decía: “Willy siempre dice todo mejor”. Y sí, Camarón. Cuando muere Hamlet, Horacio, su amigo entrañable, lo despide: “Ahora se quiebra un corazón noble. Buenas noches, dulce príncipe, y que los ángeles te canten en el camino a tu descanso”.
Adiós y buen viaje, querido amigo.
— Luis Majul (@majulluis) December 30, 2024
Estés donde estés.
Vayas adónde vayas.
Ojalá te conviertas en una estrella del cosmos, como me dijiste una vez.
Ha sido un verdadero honor haber escrito una buena parte de tu vida.
Y ha sido un verdadero orgullo, por momentos, haber estado… pic.twitter.com/0ceX2IaQyg
Paula Pérez Alonso, escritora y editora
Conocí a Lanata en 1991 cuando Juan Forn le publicó Polaroids, un libro de cuentos, en la recién estrenada Biblioteca del Sur. Yo acababa de entrar a trabajar como editora, pero Juan me tenía una confianza enorme y me hacía participar de muchas reuniones. Planeta quedaba en la calle Lavalle y Montevideo, en el quinto piso de un edificio de oficinas. En el lado A, que daba a la calle, estaban el departamento editorial, el de producción y diseño, y en el B, la dirección y prensa. Administración y Comercial estaban a unas pocas cuadras, en la calle Viamonte. Éramos pocos. Una mañana sonó el timbre y yo abrí la puerta y lo encontré a Lanata. Iba vestido de jogging negro (era flaco en esa época) y zapatillas blancas, un carterón negro colgaba del hombro. Me pareció un tipo tímido, un outsider, sin embargo hacía cuatro años había fundado Página 12 y lo admirábamos por esto y lo escuchábamos en Hora 25, a la medianoche, en la Rock & Pop. Al año siguiente publicó la novela Historia de Teller en la misma colección. Le interesaba mucho la literatura y también escribir bien; tomó la mayoría de las sugerencias de Juan como editor. Tenía humor y autocrítica. Era una época en la que Rodrigo Fresán presentaba su nuevo libro (creo que fue Vidas de santos) en el legendario ICI [Instituto de Cultura Iberoamericana] con Lanata y Fito Páez y la cola de tres cuadras para entrar daba la vuelta por Florida y Paraguay. Más tarde, en 1994, publicó la investigación periodística Cortinas de humo, sobre el atentado a la AMIA (con Joe Goldman). Años después, en 2004, lo reencontré cuando Planeta le contrató ADN, mapa genético de los argentinos, en el que intentaba desentrañar nuestro carácter nacional y social. Venía de un éxito impresionante con Argentinos 1 y 2, libros de divulgación histórica. Fuimos a visitarlo al departamento que alquilaba en el edificio Estrougamou y acordamos con entusiasmo cómo sería la dinámica de la edición. Era un tipo muy profesional; fue muy fácil y grato el trabajo con Lanata y sus libros porque tenía clarísimo qué quería escribir, una gran inteligencia, mordacidad e intuición y un enorme oficio.
Mariana Enriquez, escritora y periodista
Jorge fue la persona que se fijó primero en mi literatura: no editó mi primer libro [Bajar es lo peor], lo hizo Juan Forn, pero se publicó en una colección que llevaba su nombre y fue su idea. Poco después, empecé a trabajar en Página 12, pero él ya se había ido. Nunca me lo crucé, pero sí a muchas personas que trabajaban con él y lo querían mucho, como Flavia Pittella o Kiwi o Martín Caparrós, y muchas otras personas más, pienso en Margarita Peralta, que de alguna manera entraron y salieron de mi vida. Sin embargo, más allá de una breve reunión en 1994, no lo conocí personalmente. Tenía un carisma monstruoso, más allá de todas sus complejidades. Cambió el periodismo en la Argentina: todos los que empezamos a trabajar en periodismo en los 90 estábamos marcados por Jorge Lanata. Espero que no haya sufrido tanto como estos meses de agonía sugieren.
Ignacio Iraola, editor y librero
El último revolucionario del periodismo. Con un talento descomunal y una mente brillante inventó Página 12 donde se formaron todos aquellos que hoy admiramos: Tenembaum, O’Donnell, Sivak, Fresán, Caparrós, Leila, Esquivada, Sietecase y siguen las firmas. Por suerte puedo decir que trabajé con él: le hice prensa para Historia de Teller (su primera novela) y Cortinas de humo, y ya como director editorial de Planeta publiqué 10K. Siempre la mejor, siempre atento y siempre gracioso. Un bajón su muerte.
Miguel Rep, ilustrador y humorista gráfico
Jorge ha sido, como dijo Borges de El Ciudadano de Orson Welles, ”genial, en el sentido más alemán de esa palabra”.
Gabriela Esquivada, editora y periodista
Es una tristeza enorme la pérdida de Jorge. Con sus contradicciones, sus desmesuras, sus arrebatos, sus inventos y su gran capacidad de crear y de destruir marcó a un par de generaciones de periodistas. Juntó un dream team en el primer Página 12 -Susana Viau, Miguel Briante, Tomás Eloy Martínez, Juan Forn, Miguel Rep, Margarita Perata, Martín Caparrós, to name my favorite few- y nos dio la primera oportunidad a un grupo de mocosos. Escribió libros de ficción y no ficción, hizo radio y tele, su último programa fue en streaming: un buen arco. Era arbitrario en el trato y tenía mucho amor para dar: un lío para las relaciones de largo plazo. Por eso teníamos -como decía él- una “historia de idas e idas”. Personalmente, le estoy agradecida por las cosas buenas y por las malas: con todo me ha enseñado. Sé que su muerte entristece a muchos y en ese bando me enrolo, con el amor de tantos años.
Juan Luis González, periodista y escritor
Hay mil Lanatas. Al primero, al que marcó a muchos, a mi generación (cumplí 32), apenas lo llegó a conocer. Pero sus discípulos, la escuela que fundó en Página, sí nos influyó mucho. Me quedo, entonces, con el último Lanata: mientras que el grueso del periodismo elegía callarse ante los ataques del actual Presidente, él fue el único -junto a Perfil- que enjuició a Javier Milei por decirle “ensobrado”. Ahí dejó su último legado: el periodismo no se arrodilla ante ningún poder, por más potencia que parezca tener.
Cristian Alarcón, cronista y escritor
No faltará el principista residual que ante la muerte de Lanata salga a mear agua bendita. Jamás estuve de acuerdo con él. Ni cuando era un redactor de su breve pero más brillante proyecto editorial, el diario Crítica de la Argentina. Yo había llegado a Página 12 en 1996, cuando ya se había ido. En el diario su nombre era palabra maldita, pero casi todo lo que había allí fue imaginado por él. Un diario de escritores. De sabuesos obsesivos. Lanata siempre dio trabajo a los buenos. Quienes transitamos el periodismo argentino estábamos influenciados por su primera creación. Fuimos testigos de su deriva política; del socialdemócrata al liberal sin ambages. En Crítica se dio todos los gustos. Duró poco. Casi todos los que pasaron por ahí son hoy periodistas de fuste. Así como le salía bien el periodismo le salían cachivaches los socios. Y aunque seamos cientos los que terminamos tirados en el camino por un mal paso empresarial, hay que reconocer que él imponía la fuerza y la potencia de un periodismo comprometido, singular y zarpado. Su genio controversial era inimitable. Abusando de esa genialidad fue como un animal salvaje. Arbitrario y excéntrico. Yo le admiraba su pasión por los relojes: una sola vez conversamos en una cena y solo sobre el mecanismo de los Panerai. Quizás de él perdure una novela poco leída y extraordinaria: Muertos de amor. Lo supe capaz de conservar el afecto de los suyos, a prueba de su malicia irónica y de sus decisiones hiperyóicas. Y es por todo eso que su muerte nos duele tanto.
Analía Argento, periodista
Para los periodistas de nuestra generación, la época de Página 12 de Jorge Lanata nos invitaba a ser creativos, a cuestionar a todos los poderes y a apostar por la prensa gráfica.