Hasta fin de año. Compre dos libros de editoriales independientes y llévese una antología de regalo
Doce sellos locales aunaron esfuerzos para lanzar un libro-obsequio con textos de autores reconocidos sobre la lectura, la escritura y las pasiones que desata la página impresa
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No todas son pálidas en diciembre. Un grupo de doce editoriales independientes del país obsequia hasta fin de mes una antología con escritos de reconocidos autores. Si los lectores compran dos libros o más de cualquiera de las editoriales participantes, se llevan de regalo la antología Satélites naturales. Constelación editorial independiente, con trece pasajes acerca de la lectura, los libros, las bibliotecas, la literatura, el lenguaje impreso, la caligrafía, la traducción y otros asuntos que conciernen a las pasiones bibliófilas, firmados por Lorrie Moore, Margo Glantz, Sergio Chejfec, Peter Orner, Martín Kohan y Cynthia Ozick, entre otros.
Las editoriales “consteladas” son bien conocidas: Ampersand, Blatt & Ríos, Caja Negra, Chai, el Cuenco de Plata, El Gato y La Caja, Eterna Cadencia, Godot, Gourmet Musical Ediciones, Leteo, Mardulce y Sigilo. La promoción es válida en la mayoría de las librerías del país; en la ciudad de Buenos Aires ya se consigue en Vuelvo al Sur, Céspedes, Libros del Pasaje, Mandrágora, Metonimia, Medio Pan y un Libro, Mandolina, Arcadia, Norte y La Coleccionista, entre otras.
“Amo los libros -comienza el fragmento de Pascal Quignard, recogido de El hombre de las tres letras-. Amo su mundo. Amo estar en la nube que forma cada uno de ellos, que se eleva, se expande. Amo proseguir su lectura. Siento excitación al recobrar su peso leve y su volumen dentro de mi palma. Me gusta envejecer en su silencio, en la larga frase que pasa ante los ojos”. Satélites naturales está dedicado a la memoria del escritor, editor y traductor Christian Kupchik, que falleció a los 68 años a mediados de septiembre.
Satélites naturales es un libro que pensamos y armamos junto a doce editoriales independientes. El libro reúne trece textos en torno a la escritura, la lectura, los libros y las bibliotecas.
— Chai Editora (@ChaiEditora) December 5, 2023
Te llevás un ejemplar si comprás al menos dos libros de las editoriales que participan: pic.twitter.com/N98vNxlpnW
De Sergio Chejfec se publica un fragmento de Teoría del ascensor (Entropía); de Lee Child, uno de El héroe (Blatt & Ríos; traducción de Aldo Giacometti); de Margo Glantz, “Sufrir y leer”, de El texto encuentra un cuerpo (Ampersand), y de Virginia Higa, “Sobre leer novelas de Jane Austen”, incluido en la novedad El hechizo del verano (Sigilo). “Separación”, del libro Bibliotecas (Godot), pertenece a Martín Kohan; de Jonas Mekas se pueden leer fragmentos de Destellos de belleza. Anécdotas y escenas de una vida (Caja Negra; traducción de Pablo Marín); de Lorrie Moore, “Sobre escribir”, incluido en A ver qué se puede hacer (Eterna Cadencia; traducción de Cecilia Pavón), y de Peter Orner, “Apuntes para una introducción”, de ¿Hay alguien ahí? (Chai; traducción de Damián Tullio).
El satelital volumen, de más de 120 páginas, se completa con un fragmento de Los papeles de Puttermesser (Mardulce; traducción de Ernesto Montequin), de Cynthia Ozick; otro de Pascal Quignard, de El hombre de las tres letras (El Cuenco de Plata; traducción de Silvio Mattoni); de Cynthia Rimsky, “Ocultar”, de Los Perplejos (Leteo); de Sebastián Rubin, “Me cago en las disquerías”, incluido en el libro homónimo publicado por Gourmet Musical, y de Enzo Tagliazucchi, “Lenguaje inconcluso”, de El nudo de la conciencia (El Gato y La Caja).
Hay tiempo hasta fin de mes para llevarse un ejemplar de regalo de la librería amiga.
Las heroínas caligráficas, según Glantz
No es cierto que las mujeres hayan accedido a la escritura hace muy poco tiempo. Las mujeres sabían escribir. Eso sí, tenían que escribir notitas encantadoras, cartas o libros de cuentas, no relatos. Pero su entrada a la escritura es quizá más perfecta que la de los hombres. Sobre todo cuando estos tenían que dedicarse por obligación a las labores propias de su sexo. ¿No es verdad que Lencho Cabello, el personaje que le da nombre a Astucia, una estupenda novela mexicana decimonónica, tiene que abandonar a su adorada novia por el simple pero aparatoso hecho de que esta aprende a escribir? ¿No es cierto que Lencho se somete a las leyes del destino al entender que una buena caligrafía está en contra de un buen trabajo de campo? La señorita de ciudad se diferencia de la señorita rural por su caligrafía, o simplemente porque la primera no escribe y la segunda traza primores con la mano. Recuérdense los antiguos manuales de caligrafía, con las enrevesadas figuras que había que trazar y las violencias por las que se pasaba para poner las letras en claro. Yo sí me acuerdo, las generaciones actuales no, y se nota a leguas, salta a la vista su desconocimiento de ese arte.
No vayamos más lejos: recordemos de nuevo a la encantadora y retraída Jane Austen, señorita quedada, protegida, encerrada entre las paredes de una casa solariega, escribiendo sin cesar junto a la chimenea y escondiendo bajo un secante (ya no existen) una letra precisa y bien formada (y de paso recordemos a Emily Dickinson). Por eso no es extraño que sus heroínas escriban con perfección no solo gramatical, sino también estética.
De El texto encuentra un cuerpo