Hallan el manuscrito inédito de un Premio Nobel que estaba a la venta en Internet por 1600 euros
Quién era José Echegaray y cuál es la comedia perdida de este matemático y dramaturgo español que lleva dos décadas en oferta sin que nadie se haya interesado nunca por ella
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MADRID.- El manuscrito de una obra inédita de un ganador del Nobel de Literatura lleva dos décadas a la venta en internet por 1.600 euros, sin que nadie se haya interesado nunca. Es Don Fernando el emplazado, una comedia escrita por el matemático español José Echegaray (1832-1916) en junio de 1904, meses antes de recibir el galardón de la Academia Sueca. La anticuaria Marta Micaela Fernández de Navarrete cuenta que sus padres, dos libreros madrileños ya fallecidos, compraron el archivo personal de Mariano Ordóñez —un cacique conservador que fue ministro hace un siglo— y entre los papeles estaba el manuscrito de Echegaray. Fernández de Navarrete lo puso a la venta en 2004, sin saber exactamente lo que tenía entre manos. Una investigación de El País sugiere que es una obra del Nobel inédita y prácticamente maldita. “No recuerdo que nadie haya preguntado o demostrado interés nunca”, confirma la anticuaria, que vende libros y documentos por internet desde su casa en Puebla de Guzmán (Huelva).
José Echegaray, nacido en Madrid en 1832 y fallecido en la misma ciudad en 1916, fue “el cerebro más fino y exquisitamente organizado de la España del siglo XIX”, en palabras de su contemporáneo Santiago Ramón y Cajal. Fue matemático, ingeniero de caminos, divulgador científico, economista, ministro de Hacienda y de Fomento y, para completar su sueldo, dramaturgo. Él mismo lo explicó en sus memorias. “El cultivo de las Altas Matemáticas no da lo bastante para vivir. El drama más desdichado, el crimen teatral más modesto, proporciona mucho más dinero que el más alto problema de cálculo; y la obligación es antes que la devoción”, escribió en sus Recuerdos de mi vida, publicados por entregas a partir de 1894. El científico, que fue catedrático de Física matemática de la Universidad Central de Madrid (hoy Complutense), acabó, sin embargo, ganando el Nobel de Literatura.
La obra Don Fernando el emplazado se estrenó en un teatro de Santander el 23 de septiembre de 1904, dos meses antes de anunciarse el Nobel de Literatura. En la comedia, el protagonista, Fernando Salvatierra, enamorado de una mujer llamada Carlota, acude a la consulta de un prestigioso médico alemán experto en enfermedades del corazón. El doctor le advierte de que no pasará de los 35 años de vida. Al pensar que su muerte es inminente, Fernando decide contar a todas las personas de su alrededor lo que piensa de ellas con total sinceridad. La célebre actriz María Guerrero, abuela del actor Fernando Fernán Gómez, interpretó a Carlota, pero pese a ello la obra fue un fiasco, según certificó la prensa con unanimidad.
El periódico más influyente de la época, El Imparcial, publicó una crítica demoledora al día siguiente: “La obra ofrece escasa originalidad, así en el asunto como en los tipos cómicos que presenta. No se ven en ella los rasgos del talento de Echegaray. En el primer acto la exposición está bien desarrollada; en el segundo decae la acción, y en el tercero resulta monótono. La escena final resulta fría. El estreno puede considerarse un fracaso”. El diario La Época fue algo más diplomático: “En general no fue del agrado del público”.
Uno de los mayores expertos en manuscritos españoles del siglo XIX, el bibliógrafo Juan Antonio Yeves, reconoce la letra de Echegaray en las fotografías enviadas por este periódico y plantea una hipótesis. “Al no tener éxito no llegó a imprimirse. Es una obra inédita, aunque no es tan interesante por no haber supuesto un triunfo. Eso afecta a su valoración cultural y económica”, opina Yeves, director durante un cuarto de siglo de la Biblioteca Lázaro Galdiano, en Madrid, hasta su reciente jubilación. Esta institución custodia la colección de manuscritos del acaudalado editor José Lázaro Galdiano (1862-1947), incluidos varios textos de Echegaray, escritos con la misma letra y en el mismo papel pautado que Don Fernando el emplazado.
En los catálogos digitales de las bibliotecas internacionales solo consta otro manuscrito titulado igual y atribuido a Echegaray, en la Universidad de Vanderbilt, en la ciudad estadounidense de Nashville. La bibliotecaria Paula Covington, responsable de las colecciones de literatura española, acude rauda a la carpeta polvorienta y resuelve el enigma. Su institución conserva una copia del original —escrita con otra letra, quizá para un actor— que en su día probablemente formó parte de la colección de literatura española de John McMurry Hill, un hispanista estadounidense que visitó Madrid en 1914.
La comedia no aparece en las principales bibliografías de Echegaray, como la elaborada por la Biblioteca Nacional de España. Incluso el principal biógrafo del matemático, José Manuel Sánchez Ron, reconoce que desconocía la existencia de esta obra perdida, aunque subraya que él se ha ocupado principalmente de la actividad científica del personaje. “No es un secreto que el teatro de Echegaray envejeció pronto, siendo considerado anacrónico por las nuevas generaciones de escritores”, afirma en la introducción de las memorias del matemático, reeditadas en 2016. Cuando Echegaray ganó el Nobel y se organizó un homenaje nacional, un grupo de jóvenes literatos salió en tromba a oponerse con un manifiesto público. Lo firmaron, entre otros, Azorín, Pío Baroja, Rubén Darío, Miguel de Unamuno, Antonio Machado y Ramón María del Valle-Inclán. Pese a todo, una multitud salió a vitorear a Echegaray por las calles de Madrid.
Azorín fue el escritor más despiadado con su veterano colega. “El teatro de Echegaray es un teatro ilógico, deforme. Sus personajes parecen figuras de cartón que se mueven con movimientos exagerados y gesticulan violentamente. Falta en ellos naturalidad, hablan sin reflexionar, obran como niños”, publicó ya en 1895. “Echegaray no ha nacido para el teatro. Sus arranques de lírica progresista trasnochada del año sesenta y tantos, que él quiere hacer pasar por la más exquisita poesía; su falta de observación atenta y serena, su manera atropellada y anhelante de escribir; todo esto le hace incompatible con el arte dramático”, sentenció.
El jurado del Nobel de Literatura, en cambio, alabó de Echegaray “las numerosas y brillantes composiciones que, de manera original, han revivido las grandes tradiciones del drama español”. La Academia Sueca destacó “el exaltado romanticismo” de obras como El gran Galeoto (1881), un drama sobre un triángulo amoroso con un duelo a muerte incluido. Echegaray se impuso a escritores como León Tolstói, Anatole France, Rudyard Kipling y Henrik Ibsen, que también estaban nominados al Nobel en 1904.
Pocos especialistas reivindican hoy a Echegaray. Uno de ellos es Jorge Urrutia, catedrático emérito de Literatura española de la Universidad Carlos III de Madrid. “Lo peor que se puede ser en España es Premio Nobel de Literatura”, lamenta con sorna, recordando que todos los galardonados —Jacinto Benavente, Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre y Camilo José Cela, además del matemático— recibieron críticas corrosivas en su propio país. “De Echegaray se dijo que era malísimo, que era una vergüenza, pero eso lo decían los de la Generación del 98, que mataban al padre. Sigue desprestigiado, así que a nadie le interesa. Un manuscrito de Echegaray pasa sin pena ni gloria”, reflexiona el catedrático.
Urrutia argumenta que el científico dramaturgo llevó a los escenarios las preocupaciones de la nueva burguesía capitalista, lo que explica su éxito dentro y fuera de España en el siglo XIX. “El gran problema de Echegaray es que era un aficionado. Él era matemático, ingeniero. Le gustaba escribir en verso, pero no sabía escribir en verso. Sus obras en español son terroríficas, llenas de ripios”, opina Urrutia. Pone un ejemplo real: “Entiende, por Belcebú, que has de cedérmela tú”. “En español es horrible, pero sus versos se tradujeron en prosa a todas las lenguas de Europa. Sus diálogos en prosa sí son buenos. Por eso tiene el Nobel”, sostiene el catedrático. Echegaray suena mejor en sueco que en español.
Echegaray fue “el mejor matemático español del siglo XIX”, en palabras de Sánchez Ron, pero no lo fue por crear una obra original, sino por introducir en España las mejores teorías que circulaban por Europa, como las del francés Évariste Galois, que revolucionó las matemáticas antes de morir en un duelo con pistolas a los 20 años. Echegaray, sin embargo, nunca pudo dedicarse a su auténtica pasión. De su primer libro científico, Cálculo de variaciones (1858), solo vendió una docena de ejemplares el primer año.
“Yo tengo un amor inagotable por la Ciencia: no hay rato perdido ni momento de descanso que no la consagre, y la prefiero a la Literatura en general, y a la Literatura dramática, que me ha sustentado durante cuarenta años”, proclamó en sus memorias. “Descubrir un teorema nuevo y fecundo, forjar una teoría que a nadie se le hubiera ocurrido, resolver un problema no resuelto todavía, este es un placer supremo en el orden intelectual. [...] En cambio, un drama se piensa en una noche y se escribe en quince días, y, suponiendo que salga mal, proporciona al autor unos cuantos miles de reales”, reconoció Echegaray.
Su manuscrito de Don Fernando el emplazado, de 96 páginas, lleva dos décadas juntando polvo sin que nadie se interese por él. La anticuaria Marta Micaela Fernández de Navarrete ha revaluado la obra y ha subido el precio a 2.200 euros. El final de la historia del documento está todavía por escribir. El propio Echegaray confesó en sus memorias que le gustaban los desenlaces amargos: “Está en mi naturaleza, y no puedo dominarme: me gusta que los dramas acaben tristemente”.
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