Guillermo Schavelzon: “Las librerías, como las escuelas, nunca sobran”
El agente literario argentino representa desde Barcelona a un centenar de escritores en español; el affaire de los derechos de la Premio Nobel Louise Glück y otros pensamientos sobre el mundo del libro y los éxitos literarios
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Después de décadas de trabajar primero como librero y luego como editor en la Argentina, México y España, Guillermo “Willie” Schavelzon (Buenos Aires, 1945) fundó en Buenos Aires una agencia literaria. Debido a la suma de circunstancias personales y la internacionalización del negocio del libro, se trasladó a Barcelona, una de las capitales del libro en lengua española, y se asoció con Barbara Graham. La agencia literaria Schavelzon-Graham representa la obra un centenar de escritores de ficción y no ficción (la mayoría en lengua española) o de sus herederos, como en el caso del uruguayo Mario Benedetti, Leopoldo Brizuela y Juan José Saer. Entre otros, Claudia Piñeiro, Martín Kohan, Jorge Lanata, María O’Donnell, Vlady Kociancich, Agustina Bazterrica y Juan Sasturain, el colombiano Santiago Gamboa, la peruana Grecia Cáceres y los chilenos Pablo Simonetti y Óscar Contardo figuran entre los que delegan sus asuntos comerciales a Schavelzon-Graham.
En 2005, junto con la filial local del Grupo Planeta y el escritor Ricardo Piglia (cuya obra hoy representa), Schavelzon fue condenado por la Justicia argentina a pagar una indemnización al escritor Gustavo Nielsen por el affaire en torno de Plata quemada. Nielsen, finalista del Premio Planeta con La flor azteca, denunció que el premio había sido “arreglado” en favor de Piglia. La Justicia determinó que había existido predisposición del premio en favor de la novela basada en la historia real del asalto a un banco bonaerense, contratada desde 1994 por un sello del grupo editorial. Aquel episodio de 1997 fue el comienzo del fin de los días de Schavelzon como director editorial de Planeta y el preámbulo de su debut como agente literario.
Además de desempeñar su tarea (y muy bien, según afirman varios de los autores que representa), Schavelzon es alguien que piensa acerca del mundo del libro, que anticipa debates y discute lugares comunes de la industria. En su blog, dedicado a la edición, los libros y los escritores, publica artículos sobre el mercado editorial, el oficio de editor y la “cocina” de los éxitos literarios. En el más reciente, que lleva el apocalíptico título de “El fin del concepto de publicación, tal como lo entendíamos hasta ahora”, reflexiona sobre las consecuencias de la forzada (por la pandemia) reconversión digital. Desde Barcelona, y días después del miniescándalo protagonizado por su colega estadounidense Andrew Wylie, la Nobel de Literatura 2020, Louise Glück, y el editor español Manuel Borrás, Schavelzon responde las preguntas de LA NACION.
-¿Cómo viviste este año de pandemia en lo personal y desde lo profesional?
-Tratando de comprender lo incomprensible, y con mucho trabajo para tratar de entender el futuro del mundo del libro.
-El libro electrónico no cambió finalmente la industria del libro. ¿Lo hará la creciente digitalización?
-El libro electrónico, que parecía la gran amenaza del libro de papel, no logró cuotas de mercado significativas. Al igual que el audiolibro, es un soporte más, bienvenido, porque suma al total, aunque no alcanza a reemplazar la pérdida de ventas de libros de los últimos diez años, que es muy elevada. El libro estaba en crisis antes de llegar la pandemia, que encontró a todos ya muy debilitados.
-¿Qué hace exactamente un agente literario y en qué beneficia la carrera de un escritor?
-Un agente literario es un profesional al servicio del escritor, cuyo objetivo es conseguir el mayor número de lectores posibles, en todos los países, idiomas y soportes, incluidos los audiovisuales, tan importantes en este momento. Todo esto no puede darse al mismo tiempo, ni rápido, ni para todos, es un trabajo de acumulación que alguna vez hay que comenzar. El agente es un gestor, los objetivos son siempre de máxima. Esta es la teoría, la práctica es más compleja, intrincada y personalísima.
-¿Todos los autores de cierto renombre deberían estar representados por un agente?
-No lo creo, aunque es una pregunta que habría que hacer a los escritores. Los agentes existen porque los escritores demandan sus servicios. Los escritores se dedican a escribir, un trabajo aislado, individual, que requiere mucho esfuerzo y sacrificios, a veces es incompatible con la familia, los amigos, las noches y los fines de semana. No imagino a un escritor dedicándose a vender y administrar su obra o negociando con una gran plataforma audiovisual.
-¿Qué conclusiones sacaste del affaire Louise Glück-Pre-Textos-Andrew Wylie? El agente siempre queda como el villano de la historia.
-Me pareció una polémica sin sentido. ¿Criticar a una poeta por querer ganar dinero con su obra, cuando por primera vez en su vida puede hacerlo? ¿O querer cambiar de editorial, si no estaba satisfecha? La escritora sigue siendo muy buena, la editorial también. El dinero no resta credibilidad al hecho literario. Todo editor elige a quien publica, de la misma manera, una autora, cuando puede, elige una editorial, o delega la decisión en su agente.
-En un texto reciente publicado en tu blog señalás que se termina la era de la publicación tal como la conocemos. ¿Qué factores motivan este cambio?
-No podría sintetizar lo que requiere de una extensa explicación. El cambio tiene que ver con los sistemas de comercialización, cuando el 50% de los libros vendidos en el mundo están en manos de una sola empresa de venta online, sería imposible que las cosas no cambiaran radicalmente. Esa empresa es Amazon.
-En tu opinión, ¿se producen demasiados libros e incluso sobran librerías?
-La sobreproducción ha sido una estrategia, no un error. En el mundo analógico, las grandes pilas de libros venden libros, para eso había que fabricar muchos ejemplares, sabiendo que iban a sobrar. Los sobrantes no eran sorpresa, era algo previsible en ocho de cada diez títulos. Esto es parte de lo que va a cambiar, porque Amazon no necesita hacer pilas de libros para vender. Las librerías literarias, tampoco. En cuanto a las librerías, nunca sobran, como no sobran escuelas. Lo que vendrá es una transformación, un proceso de reconversión. En las grandes cadenas por falta de rentabilidad, como ha sucedido en Estados Unidos, donde las más grandes cerraron, o en Europa, donde la FNAC cambió su eje por la tecnología. A ningún inversor le interesa un negocio que no sea rentable. Los libros de calidad se venderán en las librerías más chicas, que conocen bien a sus clientes y saben recomendar, son aquellas que seguirán abiertas, aunque ganen poco. Es un momento de gran oportunidad: estarán en espacios acotados, fuera de las grandes avenidas y de los centros comerciales. Los algoritmos no han resultado buenos prescriptores, las redes tampoco. Los lectores vemos cómo se equivocan las recomendaciones de Amazon, porque están diseñadas para el consumo masivo, algo que, en la edición, no sé si seguirá existiendo.
-¿Por qué varias editoriales y, en particular, muchos autores optan por la venta directa de sus libros?
-Los autores se autopublican y venden directamente porque están hartos de no encontrar editor. Las editoriales, venden directamente porque es un buen negocio, esto es parte de lo que llamo reconversión.
-¿Cuál es el negocio en la industria del libro y quiénes son los que realmente ganan?
-El negocio no es muy grande, en los grandes conglomerados siempre es la línea que menor margen aporta. Estos entraron al mundo del libro intentando transformar una actividad cultural, en una industria masiva, centrada en el ocio y el entretenimiento. El negocio fueron los grandes best sellers, esos libros que vendían, solo en español, tres o cuatro millones de ejemplares. No sé si este fenómeno se podrá mantener, porque esos lectores ya han cambiado sus hábitos de consumo cultural: ven series de televisión. Los best sellers sostenían a la gran industria editorial y a las cadenas de librerías, fue algo importante para todos. Esa pérdida no será reemplazada con libros.
-¿Cambió la figura del editor en las últimas décadas? A veces tienen más prensa que los escritores y en los últimos años en muchos de ellos se despertó una voluntad de enseñanza.
-No lo veo así, el editor era una figura mucho más pública antes que ahora. El editor hoy está condicionado por lo comercial, por la necesidad de facturación. Solo el pequeño editor independiente puede seguir haciendo lo que le gusta, aunque para aprovechar esta oportunidad tendrá que aprender a administrar mejor, no dedicarse solo al catálogo.
-Representás a varios autores argentinos. ¿Cómo ves la literatura argentina actual?
-Me preocupa lo que tan bien dijo Martín Kohan: “Ser escritor es fácil, es barato, es accesible, es inocuo; si les da satisfacción serlo, adelante; el ingreso es irrestricto. Que no haya más lectores, en cambio, me parece más preocupante, y parecería indicar que muchos de los que quieren escribir literatura argentina no están interesados en leerla”.
-¿Qué te lleva a aceptar a un escritor como representado?
-Las agencias que creen conveniente leer todo lo que sus clientes escriben tienen el límite de esta posibilidad. Hay muchas formas de ser agente, el de Glück representa a 1200 escritores, y parece que no lo hace mal.
-¿Vas a publicar un libro con tus textos?
-El blog es un formato en el que me siento cómodo. Yo no soy escritor, solo un observador del mundo del libro, no creo que publicarlo como libro de papel pueda aportar algo más.
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