Guillermo Martínez: “Extraño la crítica erudita, inteligente, informada”
El escritor, que a partir de mañana participará de la edición Nacional del Filba en Mar del Plata, acaba de publicar “La última vez, una intriga literaria”, novela protagonizada por un joven crítico y con el fantasma de Carmen Balcells entre su galería de personajes
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El escritor Guillermo Martínez (Bahía Blanca, 1962) forma parte de la comitiva que participará esta semana en Mar del Plata de la 11ª edición del Filba Nacional. Mañana, en un espigón de pesca, contará cuál es su relación con el mar y el viernes, en Villa Victoria, conversará sobre un tema cuya representación en la literatura sigue siendo escasa: la felicidad. El sábado el escritor hará doble función: desayunará con lectores en el Torreón del Monje y al final de la tarde, otra vez en Villa Victoria, dará el discurso de cierre del encuentro: “Algunas tesis (y antítesis) sobre la escritura de ficción”.
En la nueva novela de Martínez, La última vez. Una intriga literaria (Planeta) hay dos novelas. Una está protagonizada por Merton, un joven crítico literario argentino -tan racional como temido por autores, editores y directores de suplementos culturales- que acepta el desafío de leer un manuscrito de A, un escritor argentino que reside en España bajo la protección de una poderosa agente literaria ibérica, Núria Monclús. Esa novela, que también se titula La última vez, es la despedida literaria de A y su oportunidad de ser comprendido, antes de morir, de manera “correcta”. Uno de los núcleos del libro de Martínez proviene de una irónica nouvelle de Henry James, La próxima vez, donde una autora afamada y mediocre -la señora Highsmore- envidia la maestría de un escritor fracasado, el señor Limbert, que intenta “escribir peor” para disfrutar, como ella, del éxito.
Merton (como el autor, con formación en matemática y aficionado al tenis, además de literatura) ha escrito una tesis sobre los escritores latinoamericanos del boom, muchos de ellos representados por Monclús, cuyo personaje recuerda al de la agente literaria Carmen Balcells. “La conocí muy bien, sin llegar a ser tan cercano a ella como otros escritores que representaba -dice Martínez a LA NACION-. Pero compartí comidas y varias conversaciones en larguísimas sobremesas; buena parte de lo que escribo en la novela sobre el personaje de Núria Monclús tiene que ver con anécdotas de las que fui testigo o me contó ella misma. Otras las tomé de ese libro magnífico que es Aquellos años del boom, de Xavi Ayén”.
La misión del joven crítico en Barcelona es leer el manuscrito y revelar la clave ante el propio autor. Para hacerlo, se hospeda en la mansión donde A vive con tres mujeres: su esposa Morgana, su hija Mavi y Donka, la enfermera. En las dos La última vez, los narradores prodigan claves literarias; no solo las jamesianas sino también otras referidas al Italo Svevo de Senectud, al León Tolstoi de La muerte de Iván Illich y a novelas del propio Martínez.
-¿Cómo surgió La última vez?
-De una conjunción entre el primer encuentro que tuve en Barcelona con Balcells, que ya era legendaria, la lectura de la nouvelle de Henry James, y un tema filosófico que estudió Ludwig Wittgenstein y que persigo con variaciones en mis últimos libros desde Crímenes imperceptibles. En esta novela reaparece bajo la forma de las diferentes interpretaciones y valoraciones que puede dar lugar un mismo texto en distintos contextos e instancias de lecturas: la esposa, la agente literaria, el editor, el crítico, el lector final. Y también: hasta dónde es posible apegarse a un texto y dar con la clave secreta que propone un autor, llegar a la interpretación privilegiada que el autor quisiera señalar.
-¿Compartís algunas de las ideas del narrador y los personajes sobre la crítica literaria, y de las que se diferenciaría Merton?
-Publiqué mis primeros libros en los años 90 y también escribí reseñas durante ese período en varios diarios, y pude ver actitudes e imposturas como las que describo. Diría que coincido bastante con este párrafo de mi novela: “Aunque ahora parezca a la distancia casi increíble, en esas épocas exóticas y algo bárbaras, críticos supuestamente serios no se privaban de reseñar las obras de teatro de sus propias esposas, como si las desconocieran por completo; investigadoras académicas levantaban en los podios literarios a sus amantes o a sus sobrinos; directores de suplementos culturales enviaban a ejecutar la última novela del escritor X a manos de su peor enemigo el escritor Z y la crítica oscilaba entre el tráfico de favores de la ‘sociedad de socorros mutuos’ y ciertas prácticas cuasi sangrientas de la cosa nostra. Alguien había llegado a decir, con no poca razón, que una historia futura de la crítica argentina debería incluir necesariamente un árbol genealógico de romances, amistades, enemistades y lazos de familia. En esas arenas movedizas entre devolución de favores y ajustes de cuentas, el arte exigente y sutil de la valoración literaria se había convertido en un simulacro, una ilusión que se ejecutaba para el público desprevenido de los suplementos culturales con todas las cartas marcadas de antemano”. Por supuesto, había también críticos perfectamente serios, respetados y respetables, dispuestos a decir la verdad, o alguna verdad; los unifiqué a todos en el personaje de Merton.
-¿Te considerás un autor bien tratado por la crítica?
-Muy bien tratado en general por la crítica, con algunas excepciones, que también a su manera me parecieron valiosas. Ricardo Piglia me dijo una vez que para él una buena novela era aquella que tenía el filo suficiente para “dividir aguas” y no la que se aceptaba con una benevolencia unánime e indiferenciada. Esto se ve todo el tiempo en los concursos literarios, cuando los jurados se dividen alrededor de a quién dar el primer premio. Si no se logra mayoría, terminan deponiendo sus candidatos por una tercera o cuarta novela que todos consideran aceptable pero a nadie le importa demasiado.
-¿Y los lectores? ¿Sentís que sos más parecido a la señora Highsmore o al señor Limbert?
-Fui un escritor bastante desconocido en mis primeros libros. Tuve muchos lectores a lo largo del tiempo con Acerca de Roderer, que está por cumplir treinta años y no dejó nunca de reeditarse, y muchísimos con Crímenes imperceptibles y Los crímenes de Alicia. Pero tengo también otros libros que los lectores prefirieron pasar por alto. Así que pude ver algo de los dos lados, y esto me dio la idea de unir los dos personajes, los dos destinos posibles, en un solo escritor. Por eso en mi libro el joven crítico dice sobre A que había sido “alguna vez un escritor de pocos y luego de demasiados”. Con los años logré lo que más le importa, creo, a cualquier escritor: tener un número de lectores fieles que siguen y arman a su manera figuras en la sucesión de los libros. A esos lectores fieles está especialmente dedicada La última vez, porque podrán reconocer algo de mis libros anteriores en distintos pasajes.
-¿Por qué en tus novelas el erotismo ocupa un lugar tan destacado?
-Diría que en algunas de mis novelas el erotismo ocupa algún lugar, y no necesariamente “destacado”. En otras ni se roza el tema sexual. En general el tratamiento de lo sexual es menospreciado en la literatura como algo bajo, moralmente indigno, estéticamente “inapropiado”. Por eso, cuando aparece, sobresale y sobresalta. Esto es parte de una tradición histórica de censuras y autocensuras, de valorar y representar sobre todo el amor cortés, o los prolegómenos del amor físico, y evitar la “cosa en sí”, la gramática de los cuerpos, que queda en el mundo de lo “no escrito”, como diría Italo Calvino. Hay un libro muy interesante de Ercole Lissardi, La pasión erótica, que muestra muy bien esta separación casi dicotómica en la representación artística a lo largo del tiempo. En mi novela, Núria Monclús dice, y coincido, que “respecto al sexo la crítica literaria es peor que los curas: la última vez que aprobaron una novela de tema sexual creo que fue El amante de lady Chatterley, y cincuenta años después que se publicara. Agrégale si quieres Lolita, pero porque al fin y al cabo de sexo casi nada”.
-¿Cómo es tu relación con los editores de tus libros?
-Excelente, es mi matrimonio más largo; en la Argentina ya pasamos las bodas de plata y vamos hacia las de diamantes.
-¿Sobre qué tratará la charla magistral en el Filba Nacional?
-Discutiré algunos aspectos y problemas recurrentes que aparecen en la escritura de ficción en torno a cuestiones como la originalidad, la elección del punto de vista, el principio, la atmósfera, la información, la presentación de personajes, los lugares comunes, el final. En cada caso me propongo presentar no solo los argumentos “a favor” de mis preferencias, sino también los contraargumentos posibles, para intentar ver mejor la variedad de posturas, actitudes y matices que guían el acto de escribir.
-¿Cómo ves el panorama de la literatura argentina actual? ¿Es una literatura sin críticos?
-Veo un panorama muy vital, diverso, con nuevos nombres que surgen todo el tiempo y proliferación muy saludable de editoriales independientes y jóvenes que se acercan a la literatura. Hubo un cambio sin duda en la figura del crítico, que hace unas décadas tenía un peso importante, incluso decisivo en la suerte de un libro, y es reemplazado ahora por la valoración de los libros en nichos de las redes sociales, en el círculo de seguidores o amigos del autor y en sitios como Goodreads, donde toda opinión es “igualmente válida”. Creo que hay una jerarquía en el talento y en las obras literarias y también en las formas de leer y valorar. En ese sentido, y con todas las arbitrariedades que marco en mi novela, extraño a veces la crítica erudita, inteligente, informada, que cada tanto podía leerse en los diarios.
-¿Pudiste ver ya la versión cinematográfica de tu novela La muerte lenta de Luciana B., dirigida por Sebastián Schindel?
-Me quedé muy contento con la adaptación, es bastante fiel a la trama y al espíritu de la novela, con actuaciones muy sólidas de Diego Peretti como Kloster, Juan Minujín como el escritor más joven y Macarena Achaga como Luciana B. El arte y la fotografía son espectaculares, tiene una producción muy cuidada. Se estrenará el 15 de julio por Netflix simultáneamente en todo el mundo.
-¿En qué trabajás actualmente?
-Estoy por terminar ahora un cuento para un próximo libro de relatos y también reuniendo “fuerzas morales” para emprender una nueva novela a partir de julio, que será otra vez algo así como un policial filosófico alrededor del libre albedrío, y que quizá sitúe en Salta.
Para agendar
La 11ª edición del Filba Nacional, coorganizada con la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de General Pueyrredón, se desarrollará entre mañana y el sábado en Mar del Plata. La conferencia inaugural, “Carta abierta a una amistad improbable”, estará a cargo del escritor Osvaldo Baigorria, en el Muelle de Pescadores.
Participan del encuentro -presencial y virtual- cincuenta escritores y artistas de distintos puntos del país. Talleres y clínicas de narrativa, maratones de escritura, conversaciones, lecturas, recitales de poesía y conciertos poéticos son algunas de las actividades. Toda la información, en este enlace.
Las sedes elegidas por los organizadores se prestan para las postales de aquellos que concurran al Filba Nacional a orillas del Atlántico; son el Muelle Mar del Plata, Villa Victoria, Villa Mitre, el Museo Castagnino - Villa Ortiz Basualdo, el Club Tri, Chauvin - Espacio de Creación y el Torreón del Monje.
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