Guía maravillosa de la Costa Atlántica: un manual poético que enhebra sensaciones, recuerdos, rarezas y misterios
Andrés Gallina y Matías Moscardi escribieron a cuatro manos un libro con referencias al paisaje cultural y geográfico de la costa argentina, sus mitos y personajes, para “revitalizar la anacrónica guía turística”
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En un libro que es a la vez viaje, poema, viento y arena, los escritores Andrés Gallina y Matías Moscardi dieron forma a un texto sobre escenarios y personajes tan fabulosos como clásicos del verano argentino. En Guía Maravillosa de la Costa Atlántica (Sudamericana) recorren playas y ramblas de localidades costeras mientras vuelan las sombrillas y los lobos marinos saludan a los turistas. ¿Cómo huelen las olas? ¿Serán saladas las nubes de la costa? ¿Es el viento la música del verano? Es un convite sensorial en el que crecen castillos de arena mojada como arcilla y los cielos grises conviven con amaneceres al óleo, trencitos de la alegría y ovnis marinos.
Con ilustraciones de Aruki y una dosis de humor, el relato aporta también datos históricos y científicos de la mano de dos autores oriundos de la zona: Matías Moscardi (Mar del Plata), investigador de Conicet y docente, y Andrés Gallina (Miramar), doctor en Historia y Teoría de las Artes.
La brújula de esta peculiar guía oscila entre referencias a “maravillas naturales” como las olas o los caracoles, animales “fabulosos” como gaviotas o aguavivas, artículos de playa (balnearios, faros), “vehículos extraordinarios” (barcos fantasma, bananas acuáticas), personajes y parajes “fantásticos”. También incluye “misterios y rarezas” como “el tsunami del siglo” del que habla Fabián Casas en la contratapa, y menciones a “recuerdos de la costa” como aquellos souvenirs representados en llaveros, barquito en botellas y postales.
La guía es, a ojos de sus autores, también un souvenir en sí mismo para regalar y atesorar, un objeto que enhebra “sensaciones, emociones, recuerdos y afectividades”. Y agregan: “Sería lindo que el libro se vendiera al lado de los llaveritos de guardavidas o de los lobitos de mar que cambian de color según el clima”.
Maravillas naturales, animales fabulosos y artículos de playa
Los autores dicen de la arena que es “la ametralladora del viento” y cuentan que a lo largo de la Costa Atlántica la hay de muchos tipos, siendo la de Valeria del Mar la más suave entre ellas. Con arena mojada, se escriben “nombres de amantes encerrados en corazones que la espuma de la orilla borra”, mientras que con arena seca, que es “pan rayado”, se hace ‘la milanesa’. “Las personas que van a la playa suelen comer arena”, otras se entierran en ella.
Las olas, recuerdan los escritores, “centrifugan” a los bañistas “como una media en un lavarropas”, mientras que las nubes, “con su caligrafía inconfundible, trazan hidrogramas de felpa sobre la hoja del cielo costero”.
La guía revela quién y cuándo logró demostrar matemáticamente la formación de las olas de tubo y el rol clave de las algas en la ecología marina, y cuenta, por ejemplo, por qué una nube es un hidrometeoro, además de referirse al viento sur, “el terror de los balnearios”. En la Costa Atlántica “nunca no sopla el viento” y el mar se presenta “como un aire acondicionado encendido” todo el año.
Los diversos personajes del libro cuentan historias y son protagonistas de la fiesta del verano. Los murales de caracoles decoran construcciones costeras como en Monte Hermoso o Mar del Sur, donde Herve Plaul revistió su casa “con más de dos millones de conchas marinas”. Gallina y Moscardi relatan que en la costa los atardeceres no mueren en el mar salvo en un punto único por su posición geográfica: Monte Hermoso. También se refieren a animales “de nombres divertidos” como la gaviota cocinera o a los lobos marinos, “animal con tres estatuas en Mar del Plata, las dos de cemento de La Rambla y la de alfajores Havanna hecha por Marta Minujín” en la entrada del Museo Mar.
Las aguavivas “existen desde hace 500 millones de años”, abundan en Monte Hemoso y a Puerto Madryn llegan muertas por congelamiento como “Frankensteins amorfos” mientras las poblaciones de cangrejos acampan en la albufera de Mar Chiquita.
En Las Toninas o Mar del Tuyú, burbujean en la orilla las almejas, bivalvo que a mediados del siglo pasado llegó a exportarse comercialmente por toneladas en la Argentina y cuya extracción indiscriminada hoy se multa, aportan.
Pocos sabrán del “violento ataque de un tiburón tigre a un bañista en 1954 en Miramar” o que en 1886, en la Playa Popular de Mar del Plata, nació la carpa, estructura invasora del espacio natural de los balnearios que come terreno a los arenales. Los faros, en tanto, “parecen mentira”, “la parte abandonada de una escenografía imaginaria”, señalan los escritores. Y se preguntan: “¿Sirven para algo en la era del GPS?”
Las escolleras predominan de Santa Clara a Necochea y, entre los muelles de pescadores, destaca el de Mar de Ajó con sus 240 metros de recorrido.
“Clavar una sombrilla en la arena requiere pericia”, entender la tipología proyectiva de la sombra, agregan y recuerdan que la lona, “irrupción de lo privado en lo público”, conforma junto a la carpa y la reposera el trío de “la lógica de los bienes raíces en las playas de la costa”.
A las avionetas con publicidad y trencitos de la alegría (que inventaron “la noción de multiverso antes que la franquicia de Marvel”), se suman los botes a pedal como el del Lago de los Cisnes de Necochea y la banana acuática.
Rambla es una palabra que “migró al castellano desde los remotos desiertos de Arabia”: la más grande y famosa es la de Mar del Plata, diseñada por Alejandro Bustillo tras varias versiones anteriores, y donde se ubican lo lobos marinos de José Fioravanti.
Los casinos se multiplican por Villa Gesell, Miramar, Mar del Plata o Pinamar y el juego también “se palpita” en las playas: “en las mesas blancas de las carpas verdes, la timba picante de la tarde”, mientras los vendedores ambulantes vociferan sus jingles: “¡A los churros! ¡Calentitos los churros!”, “¡Heladoooos!”.
En la vereda del Hotel Hermitage, describe el libro, pueden verse las manos inmortalizadas por el cemento de Alberto Olmedo y Gerard Depardieu, Julio Bocca y Jorge Porcel, Susana Giménez y Susan Sarandon, “juntos en un licuado multifrutal de fama y hormigón”. También hay menciones al nudismo y los célebres cortes de corpiños en la Playa Franka de los 90.
El Hotel Boulevard Atlántico, “el hotel de El Resplandor costero”, y “los gnomos del bosque energético junto a la Ruta 11″, donde se abraza a los árboles del paraje imantado, junto al “primer y único tsunami de la Costa Atlántica”, ocurrido en Mar del Plata en 1954, conforman algunos de los misterios y rarezas retratados en el libro, que también nos cuenta que en Las Toninas se ubica un cable que sale del Mar y que provee de Internet a toda la Argentina. “Sí, Internet viene del mar”, al igual que el libro.
-¿Por qué esta Guía es una guía?
-Moscardi: -Ya no existe el lugar solitario, el lugar remoto, no informado. Vivimos en una época, la del GPS y Tripadvisor, sobrepasada por la información. Toda la información turística pareciera estar publicada en la gran editorial que es Internet. Entonces, un poco nuestra guía intenta revitalizar la anacrónica guía turística, esa que se compraba en la estación de servicio, al paso, en el kiosco de diarios. Y busca sobre todo cambiarle el signo: ya no se trata de una guía informativa sino de una guía poética, que a la par de la data va enhebrando sensaciones, emociones, recuerdos, afectividades.
Gallina: -Conserva de la guía la coraza, cierto formato, cierto orden, pero le inyecta el lenguaje de la poesía y de la literatura de viajes, un lenguaje extasiado, cargado de entusiasmo, de velocidad y precipitación por ir a chusmearlo todo. El orden que propone ni siquiera es turístico: maravillas naturales, animales fantásticos, vehículos extraordinarios, artículos de playa, visitas guiadas, rarezas y misterios y recuerdos de viaje. Digamos: esas secciones pretenden captar algo del espíritu de la costa, como una especie de escenografía esencial y a la vez súper expandible.
-¿Y por qué llamarla maravillosa?
Gallina: -La palabra la tomamos de Alicia en el país de las maravillas. Nos hicimos esta pregunta: ¿cómo sería la Costa Atlántica si en nuestra cabeza estuviéramos en el País de las Maravillas? Intentemos por un momento imaginar que estamos en el País de las Maravillas. ¿Qué diría de la arena? ¿Y del trencito de la alegría? Y esas nubes, ¿qué parecerían? La consigna perceptiva fue esa: mirar cada cosa, cada componente, con los ojos de lo deslumbrante, con la frescura del recién llegado. Es una guía que pareciera hablarle a alguien que nunca ha visto el mar.
-Moscardi: -Y también lo contrario: que la escritura tenga olor a sal marina, que se escuchen las olas en una frase, que en la lengua esté la arena, que esté el calor y el frío en las manos. Digamos: que algo de la Costa Atlántica entre en el lenguaje. Eso quisimos. No simplemente retratar, hacer una postal, sino que lo que tenemos en frente y nos rodea también nos modifique, que el lenguaje esté imantado por las olas y el viento, por qué no. Tratar de construir, a nuestro modo, una lengua costera para este libro.
-¿Cómo fue el proceso de escritura conjunta?
Moscardi: -Para nosotros no existe la escritura individual. Hay que partir de ahí. No creemos en escribir solos, escribir de a uno. Es una ficción del Yo. Y el Yo es un síntoma. Escribir, para Andrés y para mí, es un ejercicio que requiere múltiples manos. A veces no solo cuatro.
-Gallina: -Nosotros entrenamos con un primer libro: Diccionario de separación. De Amor a Zombie, que publicó Eterna Cadencia en 2016. Ahí encontramos cierta dinámica, cierto ritmo, incluso un método, una técnica: nos mandamos mensajes de audio y nos leemos y, en esa puesta en voz, se va afirmando el tono del libro.
-Moscardi: -A su vez, esa técnica consiste en tratar la escritura como si fuera un auto. Eso nos pasó con la Guía maravillosa. Viajamos a San Clemente del Tuyú y de ahí fuimos hasta Nueva Atlantis. Uno manejaba y el otro leía el libro o sacaba fotos. Un auto no tiene dos volantes. Un libro tampoco. En la escritura, cuando uno maneja, el otro lee. Y cuando el otro se cansa de manejar, rotamos. Esa es nuestra dinámica.
-Gallina: -Hay un acto de fe, amor y amistad en eso. A mucha gente le cuesta dormirse en los colectivos o en los autos que manejan otros por miedo a chocar. Entonces, que maneje el otro y sentirte seguro es un acto de confianza enorme. Eso es lo que tenemos entre Mati y yo.
-¿Cómo fue el trabajo de documentación?
Moscardi: -La Guía maravillosa… es un libro que el periodismo gráfico, la tele y la radio escriben todas las temporadas en el viento o en el agua. Nosotros queríamos cristalizar esas palabras volátiles en un libro. Por eso, parte del trabajo de investigación tuvo que ver con leer muchas noticias, libros sobre la costa y literatura de viajes. También con audios de amigos/as que nos pasaban data sobre vientos, olas, lonas, carpas… Pero tampoco nos interesaba que la información ingresara así nomás, objetiva, fría. Entonces tuvimos que buscar un modo, un lente o un prisma a través del cual circulara la información.
-Gallina: -Queríamos retener lo que sentíamos cuando descubríamos tal o cual dato. Ese efecto de lectura es el del asombro. Eso queríamos: que la información apareciera como asombro. Retener ese efecto de hallazgo, sin disimular. La información no es saber en la Guía maravillosa: es puro asombro, pura emoción ante el dato.
-En lo personal, ¿qué es lo que les atrae de la Costa Atlántica y cuáles serían, puestos a elegir, sus lugares, personajes o mitos favoritos de este paisaje cultural con sabor a mar?
-Moscardi: -A mí me gustan las cosas paranormales asociadas a la costa. Herman Melville, en su novela Moby Dick, dice que el mar es una terra incognita. Eso me encanta. Es como si el mar fuera un universo, un espacio exterior, y estuviera asociado de por sí a cosas sobrenaturales. Un objeto natural que despierta lo sobrenatural. Por eso, mis mitos favoritos son los ovnis que aparecen todos los veranos en la costa.
-Gallina: -Yo me quedo con tres que están en el libro: el Hotel Boulevard Atlántico, de Mar del Sur, porque cada vez que pasaba por ahí de chico me contaban historias y esas historias hoy están de algún modo remixeadas en el libro; el Bosque Energético, de Miramar, con la imagen de la gente abrazada a los árboles; y el Patinador Sagrado, un personaje que retratamos en la Guía y que me gustaría cruzarme en la rambla de Mar del Plata y regalarle el libro.
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