Guía al campo del cielo
Ciencia, arte y patrimonio se cruzan en el audaz work in progress de los artistas Guillermo Faivovich y Nicolás Goldberg, que incluye meteoritos, fotografías y estampillas 3D
Hace aproximadamente 4500 millones de años se formó el sistema solar. Desde aquella época, un cinturón de asteroides orbita entre Marte y Júpiter. Hace 4000 años, una de sus rocas atravesó la atmósfera y se fragmentó en múltiples meteoritos que impactaron sobre una extensión de 80 km del Gran Chaco. La región fue nombrada Pigüem Nonraltá por sus habitantes originarios: Campo del Cielo, en lengua guaycurú.
Durante la Colonia, varias expediciones españolas investigaron el fenómeno: como si fuesen tubérculos, cosecharon especímenes férreos de una pureza jamás vista buscando vetas para explotar. Sólo en el siglo XIX nace en Occidente la hipótesis del origen celeste de estas rocas. Desde aquella época hasta la actualidad comienza el éxodo: algunas piezas parten hacia instituciones argentinas o importantes museos del exterior; otras quedan en manos de cazameteoritos. Aún hoy se siguen desenterrando y quedan varias por exhumar.
Meses atrás, Guillermo Faivovich y Nicolás Goldberg me invitaron a recorrer esa zona del Chaco para entrar en contacto directo con el proyecto en el que trabajan hace más de dos años: Una guía a Campo del Cielo. El destino del viaje era la Fiesta Nacional del Meteorito en el Parque Provincial Pigüem N Onaxa, organizada por la intendencia de Gancedo, un pueblo que no supera los 4000 habitantes y vive en medio de un realismo mágico donde se cosecha tanto algodón como rocas extraterrestres. La invitación era difícil de rechazar: el arte, entre otras cosas, es materia y forma, y el tour incluía encontrarse con El Chaco, de 37 toneladas, el segundo meteorito más grande de mundo. Una pieza que proviene del espacio exterior y cuyo origen es previo a la formación de la Tierra; que posee la misma materia, en estado sólido, que el núcleo terrestre y fue cincelada por la atmósfera.
Primera parada: investigación
"La idea original era simple: mover un meteorito de Campo del Cielo a una sala de arte contemporáneo, pero la complejidad del proceso nos condujo a una dimensión más profunda, conocer la historia de esos meteoritos. Reunirnos con los actores vivos, visitar archivos, viajar al Chaco, Estados Unidos y Europa, registrar cada uno de los meteoritos, revisar nombres y pesos, indexarlos, corroborar y difundir la información", comentan apenas salimos de Capital.
El proyecto de Faivovich y Goldberg es un proceso con varias acciones que se van hilando entre sí y que tienen, como núcleo, la investigación y construcción de un archivo que involucre la historia y actualidad de los meteoritos y su mundo. Nos dirigimos al puesto de gendarmería de Ceibas, sobre la ruta Entre Ríos-Buenos Aires. Vamos en busca del sargento Julio Sánchez, quien hace unos meses detuvo un camión que se llevaba dos piezas a Barracas con probable destino de primer mundo.
Cuando Sánchez habla con nosotros, los demás gendarmes sacan fotos. Es el héroe del momento: el hombre que detuvo el vehículo, levantó la lona del acoplado y, al ver unas piedras cubiertas de tierra y óxido, pensó en la posibilidad de que fueran meteoritos y llamó al geólogo de la zona, un experto en pozos termales. Sánchez entró así a una pequeña galería de héroes fronterizos que en varias décadas sólo cuenta con dos figuras. La otra es el cabo Chaparro, que en 1990 frenó a Robert Alan Haag -el cazameteoritos más famoso- mientras intentaba llevarse el mayor tesoro: El Chaco.
Segunda parada: patrimonio
Con anteojos 3D, Sánchez mira la primera estampilla tridimensional de América latina. Como parte del proyecto, los artistas traspasaron la maquinaria estatal y lograron que se emitiera una estampilla de El Chaco en julio del año pasado. Una acción que surge de la investigación consciente del objeto y sus necesidades.
Por un lado, empujaron al Estado a involucrarse con un tesoro que no había sido reconocido: "Las estampillas son soberanía nacional. Y uno de los problemas con los meteoritos es que el Estado no se había expedido con respecto a ellos, si son importantes o no, si son propiedad del Estado o privada", explican.
Por otro lado, la acción planteó problemas pertinentes al arte contemporáneo: intervenir con la obra en contextos sociales específicos que corren por canales distintos de los de las artes visuales. Se sumergen así en el universo de la filatelia para afectarlo y llevar el trabajo artístico a otro sistema de producción de imágenes. Luego de que evaluaran la pertinencia del tema, fue el Correo quien produjo el diseño integral de la estampilla, con el asesoramiento de los artistas y una fotografía 3D de su autoría.
A su vez, aprovecharon otros sistemas de distribución de imágenes: reproducida cien mil veces, la estampilla puede adquirirse en cualquier correo del país y viajar pegada a un sobre a cualquier parte del mundo. Su presentación no se realizó en una galería o un museo, sino que se respetó el contexto del objeto, lo que mezcló ambos mundos. El público del arte se acercó a las oficinas del correo un sábado al mediodía; también estuvieron los coleccionistas con sus matasellos para explicar el procedimiento. Los empleados vendían la imagen; detrás de sus mostradores colgaba enmarcada la obra que se reproduce en la estampilla.
La siguiente parada es en el museo de Ciencias Naturales y Antropológicas de Paraná, donde se albergan las piezas rescatadas por Sánchez, la más grande de las cuales fue bautizada El Ceibas. La directora del museo pone en duda que los meteoritos provengan de Campo del Cielo. Si así fuese, podría haber un problema de patrimonio con el Chaco, ya que aún no existen leyes a nivel nacional y las provinciales se cruzan en forma ambigua. Sin embargo, fue importante que los meteoritos se insertaran rápidamente en un contexto institucional para ser exhibidos.
Tercera parada: ciencia y arte
Llegamos al Parque Provincial Pigüem N Onaxa. Además de cuatro grandes meteoritos en exhibición, hay una sala con pequeños especímenes, donde se detalla su proveniencia y las campañas en las que se desentierran e investigan los cráteres. Allí, los artistas produjeron otra acción: Retrato de La Sorpresa y los meteoritos que ya no están en Campo del Cielo , una muestra permanente de fotografías de meteoritos que se exhiben en otras instituciones argentinas.
Una de las últimas fases que Faivovich y Goldberg planean hacia el final del proyecto -que podría ser durante los festejos del Bicentenario- es publicar el archivo de imágenes propias y ajenas, datos duros, registros de historias actuales y pasadas, ya sea en formato web, libro, film o muestra, para que sirva como fuente abierta no sólo a la cultura y la historia, sino también a la ciencia. El único compendio que abarcó el fenómeno se editó en 1926.
Hacia el atardecer vuelve del campo el doctor William Cassidy, un prestigioso científico estadounidense subsidiado por la NASA que estudia el fenómeno. Parece interesarle poco la fiesta; sin embargo, cuando llegan los visitantes ofrece una charla de divulgación científica, luego de la cual el Correo presenta la estampilla y los artistas proyectan imágenes 3D de varios meteoritos, campañas y paisajes de la zona.
Durante esos dos días, las bandas folclóricas y los grupos de niños y adolescentes que manejan los bailes tradicionales no paran de subir al escenario, emplazado dentro del cráter de El Chaco. La gente se saca fotos junto al meteorito, se acerca a tocarlo, los chicos se trepan. Yo también, tal vez buscando sentir su energía histórica y extraterrestre o, como un simio existencialista frente a un monolito, intentando entender de qué se trata esto.
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