Grandes maestros del arte popular
Unas 1600 artesanías de 22 países de Iberoamérica se presentan hasta mañana en dos museos porteños
Bernabé Díaz acredita domicilio en la ruta 54, kilómetro 7, en la localidad de Campo Durán, provincia de Salta. Tiene una profesión muy particular: es maestro mascarero. Es uno de los quinientos maestros artesanos reunidos en una muestra de dimensiones tan extensas que tuvo que hospedarse en dos museos, el de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco y el de Arte Popular José Hernández.
Grandes maestros del arte popular de Iberoamérica abarca unas 1600 piezas artesanales de unas doscientas sesenta localidades de veintidós países. Se clasificaron según el material que las origina: barro, madera, piedra, textiles, metales, papel, piel, fibras vegetales y materiales varios (que incluyen asta, cera, mazapán y plumas, entre otros). Fueron acopiadas y seleccionadas entre 2007 y 2012, y forman parte de la Colección Fomento Cultural Banamex, dependiente del Banco Nacional de México.
El conjunto es un aleph borgiano en el cual parecen converger todas las artesanías del continente. Hay objetos utilitarios como monturas, sombreros, vasijas o canastas, instrumentos musicales, muebles en madera o mimbre. Y, sobre todo, un universo de figuras humanas y animales en cerámica, madera y otros materiales. En este capítulo se destaca una variedad de pesebres, como era de esperar en una región sumida en la fe católica; el nacimiento del Niño se celebra de todas las maneras imaginables, desde una sencilla escena hecha con tallos de trigo hasta complejísimas construcciones en arcilla que narran a la manera del retablo medieval el antes y el después del nacimiento.
Hay escenas divertidas, como el san Antonio enfundado en su hábito franciscano que trastabilla llevando al Niño en una bicicleta, y otras trágicas, como el fusilamiento del 2 de mayo de 1808 dramatizado en flacas figuras modeladas en papel. Hay curiosas interacciones con el arte contemporáneo, como la figuras de cerámica que representan a Frida Kahlo tal como ella misma se retratara en sus pinturas, con traje de tehuana, con loros y flores, y también están presentes los célebres "gorditos" en cerámica de Ediltrudis Noguera, de la comunidad paraguaya de Tobatí.
En el recientemente remodelado Museo José Hernández se exhiben suntuosos textiles y cestería. Vestidos tradicionales, bordados, fajas, ponchos, y otros tantos están dispuestos en expositores que forman un patchwork gigantesco y multicolor. En la sala del subsuelo hay una variedad infinita de canastos, y "recipientes de trama tan ajustada que por ahí no pasa ni el agua ni el aceite", señala con entusiasmo Felicitas Luna, directora de la institución.
La distancia entre el llamado "arte popular" y el "arte culto" parece achicarse cada vez más. No es la primera vez que las "artesanías" llegan al museo de arte. Nicolás García Uriburu, figura clave del land art, colecciona desde hace muchos años arte aborigen y popular, como hoy lo hacen jóvenes como el arquitecto cordobés José Luis Lorenzo, quien completa su colección de fotografía contemporánea con platería y textiles.
Ser artesano implica un acto de generosidad que implica transmitir un saber antiquísimo a los discípulos; no por nada se les llama "maestros", más que "artistas". Años atrás el arte popular tenía un carácter anónimo, tal como afirma Cándida Fernández de Calderón, coordinadora de esta muestra: "Mucha de la literatura perteneciente a las décadas de 1970 y 1980 no suele hacer distingo de individualidades". Hoy ese paradigma ha cambiado, como ha sucedido desde el Renacimiento en el arte occidental. Cada obra lleva consigo la huella de su creador, con nombre y apellido.
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