Graciela Montes: "Sin curiosidad y deseo de ver las cosas desde otro lado, no valdría la pena aprender a leer"
La narrativa de Graciela Montes, la escritora argentina que ganó anteayer el premio SM de literatura infantil y juvenil en México, es un espejo de ella misma: reflexiva sin perder la picardía. Egresada en Filosofía y letras, comenzó haciendo correciones y búsquedas de materiales gráficos en el Centro Editor de América Latina donde también fue secretaria de redacción y directora de colección hasta que publicó su primer libro en Los cuentos del Chiribitil, en 1976. En las siguientes tres décadas escribió unos setenta títulos de ficción para chicos y para grandes además de algunos ensayos literarios. Muchas de sus obras fueron reeditadas en los últimos años. La Asociación de literatura infantil y juvenil (Alija), de la que es una de sus fundadoras, la presentó como candidata al premio que otorgan cuatro entidades culturales de renombre internacional –Fundación SM, Unesco, IBBY, OEI y Cerlarc– a cuya entrega, en noviembre próximo, durante la Feria de Gudalajara, Montes asistirá. Así lo confirmó a LA NACION en un diálogo en el que también contó por qué desde hace doce años no escribe y se ha retirado del ambiente literario.
–Se destaca de su narrativa su compromiso social y la denuncia al poder como por ejemplo hace en la novela Aventuras y desventuras deCasiperro del hambre en la que se dirige a chicos, pero no subestima al niño como lector.
–Eso es una decisión que se toma en el momento de escribir; si uno será paternalista o dará espacio a que el lector realmente crezca. Creo mucho en el lector niño. Creo que es curioso y se interesa por las cosas. A veces, tal vez, es escurridizo y es difícil de mantener atento, pero cuando encuentra una fisura por donde entrar a la comprensión abarca las cuestiones de forma muy interesante, nueva y diferente.
–Usted ha escrito que un niño muy pequeño, o cualquier individuo, es un lector eficiente aún cuando no haya aprendido aún a descifrar las letras. ¿Cómo es eso?
–De hecho ese es el camino y después va a llegar la lectura de las letras, pero sin esa posición lectora, que aparece muy temprano en la vida, sin la curiosidad y el deseo de ver las cosas desde otro lado, no valdría la pena siquiera aprender a leer.
–En su ensayo recientemente reeditado La frontera indómita describe la literatura como un espacio que no puede ser dominado. ¿Se ha mantenido así o ha sido vulnerado ese espacio?
–No sé exactamente cómo será la situación en este momento. Cuando todavía me ponía a reflexionar sobre eso me daba la sensación que había muchas áreas de vulneración, a veces por la homogeneización, el mercantilismo o mil otras cosas. A la lectura hay que ganársela día a día y es muy fácil perderla y caer en clichés
–¿Por qué dejó de escribir?
–Ya hace unos doce años que estoy retirada de la producción y del campo profesional. Fue una decisión de vida. La sensación de que esa etapa estaba concluida y que ya había escrito bastante. Ahora me dedico a leer y a otras cosas.
–¿Puede ser que vuelva a escribir?
–No, no creo. Tengo la sensación bastante clara de que es una etapa terminada.
–¿Cómo recibe este premio?
–Con mucha alegría tal vez porque estuve en estos años muy desprendida de este campo en el que en un momento había estado muy inserta. Poder recibir este reconocimiento fue grato y al mismo tiempo un poco extraño porque después de estar alejada parece algo que viene de lejos, que viene del pasado. Pero fue muy agradable. Yo ni siquiera sabía del premio ni de las otras personas que lo habían ganado a las que conozco muy bien. No estaba informada de este tipo de cosas. Fue muy muy sorprendente.
–Pero la presentó Alija
–Sí, ahí me enteré que existía el premio. Hablaron con mi hijo para saber si estábamos de acuerdo que me presentaran. Aceptamos y ellos se ocuparon de todo lo que hubo que hacer. Es algo muy agradable.
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