Gloria Peirano: "Al escribir, una está todo el tiempo tratando de decir lo mismo"
Su novela Miramar es llevada al cine por el director que filmó El limonero real, de Saer
La niña tiene siete años y sabe que su padre está por morir. Desde los ojos turquesas con los que ve el mundo, la vida pierde sus colores, se opaca. Cuando la muerte ocurre, lo primero que hace es escribirle una carta imaginaria al padre, con el que ya no puede hablar. Crece y, de adulta, narra en su primera novela: "Claro que podría dejar todo como está. Pero me aparece la necesidad de averiguar sobre el misterioso llamado que hizo mi padre esa tarde de mayo de 1978. [...] De pronto se vuelve urgente, definitivo, el deseo de saber con quién habló por teléfono mientras agonizaba". La búsqueda de la verdad a partir de la ausencia es el centro de Miramar (El fin de la noche), primera novela de Gloria Peirano, que obtuvo la segunda mención en el Premio de Nueva Novela de Página/12, el mismo año en que Aurora Venturini, de 85 años, ganó con Las primas.
Licenciada en Letras, dio clases de gramática y sintaxis en Letras, UBA, y Corrección de Estilo en la carrera de Edición. Cree que "el conocimiento de la sintaxis de una lengua ayuda a escribir". En el ámbito académico, se dedica a la Educación Internacional en la Untref.
Es autora, además, de la reciente Las escenas vacías (El ojo del mármol, 2016) y trabaja en dos obras: La ruta de los hospitales y La novela oscura. Miramar está en proyecto de ser llevada al cine por Gustavo Fontán, el mismo director que estrenó este año su versión de El limonero real, de Juan José Saer.
-¿Cómo fue tu recorrido en la escritura?
-Escribo desde siempre, pero adquirí cierta convicción con los años. Entiendo que hay algo de esa convicción que se atesora. Y eso me llevó un tiempo. También en mi vida estuvo y está la maternidad, claro. Creo que para las mujeres madres escribir es mucho más difícil, es arduo compatibilizar como dos estados de la mente que no son naturalmente compatibles. Estoy muy contenta de que haya sido así. Tuve a mi primera hija a los 31 años y a mi segunda a los 35. Y cuando estaba embarazada de Nina, la mayor, empecé a escribir Miramar, que casualmente es una novela sobre la reconstrucción de la figura del padre.
-¿Cómo fue pensar la narrativa de Miramar en formato guión?
-El proyecto lo hicimos con Gustavo Fontán. Yo no tenía experiencia en la escritura de guión, pero participé activamente. No sigue a la novela, es casi como otra Miramar. Fontán no es que adapta, hace más bien un trabajo de recreación.
-En Las escenas vacías también se habla de la ausencia. ¿Cómo pasaste a un formato diferente, sobre un mismo tema?
-La empecé a escribir cuando tenía 43 años. Uso bastante el Facebook. Y ahí apareció el padre de un amigo mío, una persona mayor que usa el Face como una ventana al mundo. A partir de ese detalle, que fue como el germen, lo primero que me sucedió es que cambié por completo la forma en relación con Miramar. Es en fragmentos. Creo que uno todo el tiempo está tratando de decir las mismas cosas. Sé que todo lo que escribo está emparentado con la muerte. El pensamiento sobre la muerte ha ocupado mucho tiempo en mi cabeza. Supongo que es de lo que tengo algo para decir.
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