Giovanni Sartori: padre de la ciencia política, lúcido e irónico, el florentino teorizó sobre la democracia
ROMA.- La última vez que lo vi a Giovanni Sartori en su departamento del tercer piso de un antiguo palazzo del centro histórico de esta capital, como siempre, muy galante, me ofreció una copa de vino blanco antes de empezar la entrevista. Esa última vez, en junio pasado, entendí que podía ser uno de mis últimos encuentros con el gran politólogo florentino, que murió ayer, a los 92 años, por problemas respiratorios.
Esa última vez, de hecho, me recibió ya no de traje y corbata, sino con una elegante bata de seda y una sonda nasal conectada a un tubo de oxígeno. Pese a ello fue, como siempre, provocador, irónico, no politically correct y lúcido.
El padre de la "ciencia política" como disciplina académica en Italia, teórico de la democracia, de los partidos y autor de decenas de ensayos traducidos a más de 30 idiomas, en ese último encuentro avizoró la victoria de Donald Trump en Estados Unidos. ¿Por qué? "Porque el homo videns, el hombre que sólo entiende aquello que ve con los ojos y que es incapaz de manejar conceptos abstractos, ha tenido tal éxito, que evolucionó hasta convertirse en el homo cretinus", contestó, ostentando su ácido sentido del humor.
También esa vez confesó que hubiera preferido que su último libro, La carrera hacia ningún lugar, diez lecciones sobre nuestra sociedad en peligro -en el que volcaba una mirada bastante pesimista sobre el mundo actual-, hubiera tenido como título algo mucho más directo: Del homo videns al homo cretinus.
Nacido en Florencia el 13 de mayo de 1924, Sartori fue uno de los máximos expertos a nivel mundial de ciencia política. A lo largo de su carrera recibió distinciones honoríficas de varias instituciones académicas, entre ellas, de la Universidad de El Salvador, de la Argentina, país con quien siempre tuvo una estrecha relación y visitó varias veces.
"La Argentina tiene un potencial económico extraordinario: no es un país superpoblado, tiene enormes recursos naturales, y una clase media educada. Es el país más afortunado de América latina, aunque nadie se dé cuenta", dijo en una entrevista de 2004, un año antes de que viniera a Buenos Aires para disertar sobre los desafíos del futuro y la educación. "La Argentina es una catástrofe de la mala política, que comienza con el peronismo, que sobrevive en la historia argentina. La demagogia sindical peronista fue mortífera y este pasado nocivo que no logra morir, que aún controla votos y sindicatos, para la Argentina es un peso muy grande, del cual espero que se libere", sentenció.
Con casa también en Nueva York, donde durante años enseñó en la Columbia University, en 2005 Sartori fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias, suerte de Nobel de las ciencias sociales. Fue autor de varios libros de teoría política, como Ingeniería política, Partidos y sistemas de partidos, Elementos de teoría política, ¿Qué es la democracia?, Homo videns -que popularizó su pensamiento fuera de los ámbitos académicos- y La tierra explota.
Además de columnista del Corriere della Sera, fue el impulsor de la primera Facultad de Ciencias Políticas en Italia y codirector de la prestigiosa Revista Italiana de Ciencias Políticas, que fundó en 1971.
"La democracia actual encuentra a su único y peor enemigo en sí misma, y será capaz de autofagocitarse si no se actúa con más inteligencia", advirtió el profesor, al presentar, en 2003, su libro ¿Qué es la democracia?", hijo menor del estudio "Teoría de la democracia" (1987).
Crítico acérrimo del ex premier Silvio Berlusconi, Sartori estuvo casado dos veces: la última, a los 85 años, con Isabella Gherardi, una mujer mucho más joven que él, también florentina, artista, pintora y fotógrafa. Su departamento romano estaba decorado por las obras de su esposa, que competían con su vasta biblioteca.
La muerte de Sartori, que se conoció ayer a la tarde, sin mayores precisiones, tuvo gran repercusión en Italia. Como en su testamento pidió que no hubiera funerales religiosos ni civiles, sus restos serán sepultados hoy en la capilla familiar de un cementerio de Florencia.
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