Giovanni Guida, el pintor napolitano fanático de Maradona que recrea el celeste de la bandera argentina
Tiene 30 años y ya figura en enciclopedias de arte contemporáneo; se lo considera “heredero de Max Ernst” por su técnica surrealista y es la joven revelación de Italia
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El amor por el arte del artista italiano Giovanni Guida (Acerra, 1992) nació al ver frescos y pinturas en las iglesias napolitanas (donde hay centenares) y “admirando las obras de Caravaggio y Masaccio” en el Museo Nacional de Capodimonte, cuenta a LA NACION el joven, al que se considera “heredero de Max Ernst”, por el uso de una técnica pictórica, y un “artista hierofánico”, por la relación que su obra mantiene con lo sagrado.
Por el lugar de nacimiento del artista, su obra se emparenta con la Argentina a través de los “celestiales” colores de la bandera nacional, Diego Armando Maradona y la fe católica.
Sus obras se exhibieron en museos, catedrales y basílicas de todo el mundo: el Museo de Artes Decorativas en Berlín, el Museo Frederic Marès de Barcelona, el Museo de São Roque en Lisboa, el Museo Nacional Eslovaco en Bratislava, el Stiftsmuseum en Aschaffenburg, el Museo Terra Sancta en Jerusalén, la Catedral de Manila, la Abadía de Glastonbury y la Capilla de San Antonio en Pittsburgh. Confía en que en el futuro pueda exhibirlas en la Argentina.
Para pintar, Guida utiliza una técnica surrealista. “El grattage consiste en rayar la pintura aún húmeda extendida sobre el lienzo; permite atravesar, perforar el ‘velo de la piel’ del cuadro para hacer visible el color de fondo original, oculto por las sucesivas superposiciones de capas de pigmentos cromáticos, y así captar su esencia íntima. El color liberado, devuelto a su pureza y brillo, hace visible la génesis de las cosas”. En su taller, agrega, hay “muchos materiales para la experimentación”, como bisturís, cepillos metálicos, redes de acero, bloques metálicos, estiletes, esponjas y planchas de vidrio.
-¿Cómo nació su amor por el arte?
-El amor es indefinible e inconmensurable; en el momento en que intentamos forzarlo a una definición, lo menospreciamos y lo reducimos. De este supuesto nació la necesidad de la búsqueda continua de la “Gran Belleza”, eterna pero también etérea y esquiva; desde pequeño pude contemplarlo visitando las maravillosas iglesias de Nápoles y el Museo Nacional de Capodimonte; en este lugar, admirando las obras de Caravaggio y Masaccio, entendí que el arte reinaba por derecho divino. Después de realizar estudios en el liceo artístico, me gradué con honores en Pintura en la Academia de Bellas Artes de Nápoles. El deseo de saber y mi sensibilidad me llevaron a experimentar con todas las técnicas pictóricas, especialmente aquellas basadas en el automatismo psíquico, en particular, en la acción de frotar (frottage) y “rascar” la pintura.
-¿Por qué en sus obras predomina el azul del lapislázuli?
-Ese color indica en mis obras la dicotomía entre un “allí” sobrenatural, la trascendencia, y un “aquí” inmanente, el de la realidad humana. Un movimiento que va de la metafísica a la naturaleza; el absoluto que se abre a lo humano, devolviendo lo espiritual al arte. Hay una transubstanciación del color que efectivamente se transforma en arte a través de la unión entre el cielo y la tierra en busca de un abrazo cósmico. Un azul que se proyecta, por tanto, más allá de lo humano, entre la apoteosis y la gloria que no tienen dimensión: el ultramar espiritual que busca el infinito, el soplo vital y la revelación, llegando a una especie de trascendencia de la percepción: liberarse de la materia a través de continuas hierofanías, en una proyección sin horizontes.
-¿Cuál es la relación con Nápoles, su ciudad natal, Diego Maradona y la Argentina? ¿Se podrán ver obras suyas en nuestro país?
-La historia iconológica de la bandera de la Argentina puede ejemplificarse con la frase “Vi nubes irse a otra parte y tú eres el cielo que quedó”. El azul es el color de la nobleza; llega a Sudamérica gracias a la dominación española. Carlos III de Borbón, rey de España y particularmente apegado al azul que simboliza la elevación de la Virgen María, “la más humilde y más alta de todas las criaturas”, habiendo reinado también en Nápoles desde 1734, con su esposa María Amalia de Sajonia expresaron el deseo de poder extender el culto mariano en la ciudad con la construcción de un monumento: la Guglia de la Virgen Inmaculada. En 1771, el soberano fundó la Orden de Carlos III para celebrar el nacimiento de su hijo, eligiendo como colores el blanco y el azul, con la expresión latina Virtuti et Merito, “a la virtud y el mérito”. La banda de la Orden fue usada por súbditos leales en el Nuevo Mundo contra los revolucionarios bonapartistas. Los monárquicos tenían la banda y los revolucionarios eligieron la escarapela que en la Argentina sin embargo mantuvo el blanco y el azul. A finales del siglo XIX, los ingleses llevaron el fútbol a Argentina, eligiendo el celeste como color de camiseta. En Nápoles, este vínculo, a lo largo de los siglos, nunca se ha debilitado, al contrario, se fortaleció con la llegada, en los años 1980, del eterno Diego Armando Maradona, hasta el punto de incorporarse y superponerse los colores de la camiseta con las franjas albiceleste. Espero que mis obras pronto sean vistas en la Argentina y entrelazar nuestras historias políticas, religiosas, deportivas y artísticas.
-¿Cuál es la relación de su arte con lo sagrado? ¿Conoció al papa Francisco?
-Cada vez que penetro la piel de la pintura, recuerdo lo que ocurrió hace dos mil años, cuando el Pantocrátor exhaló su último suspiro. El velo del templo se rasgó por la mitad: en ese mismo momento el Absoluto se encuentra con el hombre para hacer desaparecer la ilusión y experimentar la verdad. Se produce la repentina irrupción de la realidad de lo sagrado que, trascendiendo este mundo, se manifiesta y por tanto lo sublima: inmediatamente me abro a la dimensión de un “otro lugar”. Soy católico y el ejemplo del vicario de Cristo en la Tierra, Francisco, primer pontífice del continente americano, a quien lamentablemente nunca he conocido, fluye indirectamente en mi concepción del arte y la vida: está completamente descentralizado de sistemas, convenciones, rituales, estereotipos; él simplemente sigue el testimonio de Aquel que es el camino, la verdad y la vida.
-¿Dedica todo su tiempo al arte?
-Dedico la mayor parte de mi tiempo al arte, realizando investigaciones continuas en mi estudio ubicado en Cesa, en la provincia de Caserta, ciudad famosa por sus árboles de asprinio que superan los doce metros de altura y túneles borbónicos.
-¿Cómo influye en su trabajo el reconocimiento internacional?
-La inclusión de mi nombre en enciclopedias de arte despertó en mí un sentimiento de asombro. Se inició el proceso de cristalización de productos significativos dentro de una sociedad globalizada, vinculando mi nombre a la historia de la fenomenología de las técnicas del “juego desinteresado del pensamiento”. Este reconocimiento me permite continuar la investigación y hacerla proliferar por el mundo, con la conciencia de que un hombre que no sabe hacia dónde va no hace historia.
-¿A qué artistas admira?
-Me encanta el artista francés Yves Klein, famoso por el Klein Blue Internacional, por los monocromos, por el salto al vacío, por el concepto de lo inmaterial, de tomar vuelo y desaparecer como una obra de arte.
-¿En qué consiste su proyecto artístico?
-Intento socavar, innovar y reinventar en pensamiento, técnica y obras, mirando todo desde una perspectiva y un ángulo diferente; siguiendo la famosa frase Duc in Altum (“Lleva la barca adonde el agua está más profunda”) para abrirme a la divergencia, a la globalidad, a la totalidad de las cosas. Me inspira el advenimiento de la sociedad líquida, que cambia continuamente y que me permite dar sentido y profundidad a mi rasgado del velo de Maya que cubre la esencia de las cosas para poder experimentar verdades.
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