Gianni Vattimo: “El único que podría dirigir hoy la revolución es el Papa”
Ha pasado el confinamiento "leyendo novelas policiales, porque no tenía muchas ganas de trabajar", comenta risueño al teléfono desde Turín. Podría hacerlo, aunque confiese algunos "problemas de movilidad", porque su cabeza se encuentra más rejuvenecida que nunca. De hecho, ha vuelto a enarbolar con fuerza las banderas más combativas de sus mejores años: la crítica a la metafísica occidental de verdades universales, la defensa de los oprimidos y las minorías (implicado por completo como homosexual), la reivindicación de un catolicismo emancipatorio sin dogmas y puede que ya sin Dios y la defensa de los ideales comunistas, sin gulags ni autoritarismos. Pero a sus 84 años Gianni Vattimo ha preferido descansar durante la pandemia, quizá para pensarla mejor, sin la impaciencia e inmediatez de Slavoj Žižek.
"Lo único que me interesaría ahora sería escribir un libro sobre el cristianismo postmetafísico, pero es más complicado de lo que pensaba", reconoce el padre del llamado "pensamiento débil". Vattimo, uno de los filósofos más determinantes de la posmodernidad, demuestra ahora que el martillo del nihilismo nietzscheano y la hermenéutica de Gadamer, utilizados en los años 80 y 90 para desmantelar las ruinas de la metafísica (derribar los últimos dioses y verdades absolutas de los grandes paradigmas filosóficos), no tenían por qué convertirse en la práctica en el dudoso puntal ideológico del pensamiento único y el fin de la historia (Lyotard y Fukuyama). Al contrario, para él aún son armas útiles para la transformación social y política de un mundo cada vez más descarriado.
Y eso hace Vattimo en Alrededores del ser (Galaxia Gutenberg), un "breviario teológico filosófico" que funciona como la demoledora summa de su pensamiento en 32 ensayos. "Podría titularse las consecuencias del pensamiento débil, porque plantea las aperturas de lo que significa no sólo para la filosofía, sino también para la política e incluso para la religión", explica.
El punto de partida de muchos de sus ensayos es, por su puesto, Martin Heidegger, y en especial sus Cuadernos negros (1931-1948), a propósito de un congreso celebrado en Roma en 2015. Pero Vattimo sigue la undécima Tesis sobre Feuerbach de Marx sobre la necesidad de transformar el mundo no sólo interpretarlo, y por eso se esfuerza en llevar el legado del pensador alemán por derroteros actuales y urgentes. "Interpretar a Heidegger como un pensador débil significa que el ser no es lo dado, el ser no se da al pensamiento, sino que es un ámbito en el que el pensamiento se mueve y circula", explica. Y el Heidegger que le interesa al italiano es "el pensador religioso, ligado a la herencia cristiana", a la luz de "una filosofía hermenéutica, de la verdad como acontecimiento dialógico entre las personas, con todas sus implicaciones políticas".
Pero si para Heidegger "el ser es la novedad histórica, lo que acontece", porque "la historia del ser se produce cuando se renuevan los paradigmas con la transformación social", el problema, en todo caso, "es que en nuestra sociedad tan racionalizada y controlada no acontece nada o casi nada". "La verdadera emergencia hoy es la falta de emergencia", dice Vattimo, "y no soy muy optimista". El blanco contra el que dispara el italiano es lo que él llama "la sociedad de la administración total", que entiende como una culminación posmoderna de la Dialéctica de la Ilustración que denunciaban Adorno, Horkheimer y la Escuela de Frankfurt. Una suerte de orwelliano Gran Hermano global que no ha hecho más que agravarse con la pandemia.
"Los instrumentos de control social están cada vez más desarrollados y con la necesidad de evitar la propagación del virus, la sociedad de la administración deviene más totalizadora", explica. Y el peligro no es el control en sí, sino su fundamento. "Aunque la sociedad de la administración total se base en presupuestos científicos, un sistema de racionalización total no puede preservarse ni resiste sin una pretensión de verdad absoluta", añade.
Sin embargo, ¿no es acaso la pandemia una emergencia o un acontecimiento en el sentido heideggeriano? Para Vattimo es "un hecho providencial de negatividad". "Me parecería excesivo atribuir a la pandemia el sentido de acontecimiento del ser, pero sería correcto intentar interpretarla en esa dirección y preguntarse qué significa para la humanidad y qué sentido tiene", reflexiona. Es "providencial", dice, porque "con el aumento del control colectivo pone de manifiesto la necesidad de otro tipo de organización social diferente en términos de ayuda recíproca y amor fraterno". Lo positivo de su negatividad es "la necesidad de una globalización que no sea económica, sino humana y espiritual, una globalización de los recursos y de la asistencia de los pueblos".
"Ahora solo un dios puede salvarnos" decía Heidegger en una de sus últimas entrevistas, y es en este contexto que Vattimo encuentra esa enigmática frase reveladora. "Una transformación social radical sólo puede tener lugar en base a una llamada religiosa y la pandemia ayuda en ese sentido, porque propaga una moralidad pública global menos egoista e individualista", dice el filósofo. "En un ensayo teorizo de manera irónica que el único que podría dirigir hoy la revolución es el Papa, no un poder político", añade. Y la ironía está clara, porque aunque celebre el pontificado de Francisco "determinante para liberar a la iglesia de dogmatismos, una moral obsoleta y preceptos rígidos sobre la mujer, la familia y el sexo"; sabe que "la iglesia siempre ha sido amiga de los gobiernos", es reaccionaria por naturaleza y responde a los poderes fácticos, "a pesar de que Francisco parece determinado a no respetarlos".
"En un encuentro con la juventud el Papa les dijo a los jóvenes: Hagan lío. ¿Comprende lo que eso significa? Es una invitación al disturbio, a romper la tranquilidad social. Responde a una necesidad de anarquía. Incluso políticamente creo que no hay mucho más margen, eso es lo único que se puede hacer para evitar que la sociedad de la administración devenga aún más totalizadora", explica el filósofo que se define, entre risas, como "anarcocatólico".
Hace más de un lustro que Vattimo acabó su última legislatura como eurodiputado y ya casi no escribe en periódicos. "Me han marginado un poco como un viejo que no entiende...", se lamenta. "En todo caso, ya no tengo una voz política reconocible", dice, pero eso no significa que no la haga desde la filosofía. Y el trabajo del pensamiento débil en este terreno es perentorio. Porque si no hay hechos, sino interpretaciones, como decía Nietzsche, "el problema es siempre quién interpreta, quién tiene la autoridad y el poder". Ya no hay verdades absolutas ni dioses como fundamento metafísico, pero los axiomas inamovibles de la administración global son propiedad de unos pocos. Contra esa concentración de poder opone Vattimo la idea de "comunismo hermenéutico". "Creo que a futuro es el único programa político posible, porque el desarrollo tecnológico y científico no está dirigido por la voluntad popular y democrática".
Y la gran paradoja que constata ahora el gran demoledor de la metafísica occidental es que se necesita otra para el cambio, porque la vieja lleva inexorablemente al estalinismo. "Cuando hablo de la metafísica de los excluidos, en oposición a la metafísica conservadora de las auctoritates que preserva el orden, me refiero a esto. Los pobres necesitan otra metafísica como fundamento para la revolución. Porque una revolución basada en el derecho natural deviene fatalmente una dictadura", concluye con otra broma, ya que el italiano se define ahora como "anarcohermeneuta".
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