Silvina Ocampo, genialidad y bizarrismo: 30 años sin la hermana menor, amiga de Borges, esposa de Bioy y mujer inesperada
Este año también se conmemoró el 120° aniversario del nacimiento de la escritora, hermana menor, amiga de Borges y esposa de Bioy; Dolores Fonzi le puso voz al primer audiolibro de la autora y este mes se publica “Y así sucesivamente”, con cuentos publicados en diarios como LA NACION
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“Porque yo no podía detener la muerte -/ bondadosa se detuvo por mí -/ en el carruaje cabíamos solo nosotros - / y la inmortalidad”, así tradujo Silvina Ocampo (1903-1993) los versos de su precursora literaria, la estadounidense Emily Dickinson. En esas versiones de la menor de las hermanas Ocampo brilla el enigmático humor que caracterizó su obra. La autora de Lo amargo por dulce murió hace treinta años en la ciudad de Buenos Aires, a los 90 años. Tenía Alzhéimer. Sin duda, es la más original de las escritoras argentinas: Isidoro Blaisten la consideró la “heredera” de Borges y Borges dijo de ella: “Ha escrito en los bordes de las convenciones literarias de su generación y las ha desbordado en forma sutil y feroz”. Este año, en julio, se conmemoró el 120° aniversario de su nacimiento.
“Lo más genial de ella es como era, justamente -dice a LA NACION la socióloga y escritora Francis Korn, amiga de Silvina Ocampo y su marido, el escritor Adolfo Bioy Casares-. Inesperada, siempre te iba a contestar algo que no imaginabas; le hacían gracia cosas que nunca se te habían ocurrido. Los conocí en 1970, cuando de vuelta de Inglaterra le llevé a Bioy unos escritos de David Gallagher sobre su obra. Desde entonces me hice amiga; todos los días hablaba con esa casa”. A modo de intercambio por los regalos que le llevaba Korn (cajas de fibras de colores, libretas, lápices), Ocampo le obsequiaba dibujos. Ilustró incluso el único (y hoy inhallable) libro de cuentos de Korn, Más Amalias de las que se puede tolerar. “A veces ella inventaba un cuento, lo dibujaba y me lo regalaba”.
La obra de Ocampo comenzó a revalorizarse en la década de 1980. “En el volumen que dirigí de la Historia crítica de la literatura argentina, titulado La narración gana la partida, escribí que el lugar lateral al que por su condición de género estaba condenada se volvió en su poética el gran mecanismo productivo”, destaca la profesora y escritora Elsa Drucaroff. “Retomando con voz chirriante la estética decimonónica del cuento realista-psicologista, o fantástico, o policial, o gótico, riendo bajo pero con acidez implacable, exhibiendo con impudicia un lenguaje que rehúsa a la perfección que se celebra, por ejemplo, en la narrativa de su marido, Silvina construyó relatos extraños, en los que la perversión, la crueldad y la ironía eran desmesuradas […] que dejaban la tremenda inquietud de no parecerse a nada de lo que se había escrito hasta entonces”, se lee en ese ensayo.
“Mientras publicaba, la crítica habló de su obra con condescendencia cortés -recuerda Drucaroff-. ‘Solo unos pocos elegidos entendieron su obra’, me dijo Bioy en una entrevista que le hice en los años 90. Él se refirió a Enrique Pezzoni y sí, yo la leí gracias a sus clases. También gracias a Edgardo Cozarinsky, Francis Korn. Hoy la obra de Silvina es clave para entender el bizarrismo, la disonancia, la socarronería más o menos soterrada que define en parte la actual narrativa argentina. Pero también para entender la innovación de lengua y perspectivas de la escritura de las mujeres”.
El 28 de noviembre, en la biblioteca de la Alianza Francesa, se hizo un homenaje a Ocampo, en el que participaron los escritores Pablo De Santis, Agustina Caride, Axel Díaz Maimone, Juan Francisco Baroffio y Victoria Badino. Se expusieron fotos de la escritora y primeras ediciones de sus libros.
“Cuando leemos la narrativa de Silvina Ocampo tenemos que aceptar su invitación a dejar que las reglas de la razón, de lo lógico, queden paralizadas -dice Baroffio, editor de Ulrica Revista, a LA NACION-. Hay que vivirlo como una experiencia alegre aunque nos presente historias oscuras. Requiere que seamos hedonistas y curiosos como los niños medio genios y medio malditos que pueblan sus cuentos. Podemos seguirla, como si fuera un conejo blanco, para que lo inexplicable, el desatino y el malentendido ejerzan una tiranía momentánea y lúdica. Es una invitación a aceptar el despropósito de lo real”.
En el plan de publicación de la obra édita e inédita de Ocampo al cuidado de Ernesto Montequin, este mes Lumen acerca una edición de Y así sucesivamente, que reúne cuentos publicados en diarios y revistas como Sur, LA NACION y La Gaceta de Tucumán. El libro había aparecido por primera vez en marzo de 1987, en la colección La Flauta Mágica de Tusquets, luego de diecisiete años de la publicación de Los días de la noche y diez del volumen para chicos La naranja maravillosa. Se incluyeron dos relatos publicados en Sur nunca antes compilados en libro.
Y a mediados de año, se había lanzado el primer audiolibro de Ocampo, la novela hasta entonces inédita La promesa, con la voz de la actriz y directora Dolores Fonzi. “La experiencia de grabar un audiolibro es muy interesante, estás sola dentro de la cabina, asistida por la directora y el operador -dice Fonzi a LA NACION-. La novela ya la llevas leída, pero cuando la lees ahí para grabarla es como si fuera la primera vez. Estás sola con tu voz. Escuchándote a vos misma. Tiene un poco de radio y otro poco de teatro. Fue una gran experiencia que me gustó mucho hacer por primera vez. Y si encima te toca leer una novela de Silvina Ocampo es un viaje sonoro a otra dimensión, a otra época. Dejarte llevar por su magia es dejar poseerte por su energía, intentar ser un poco ella”. En marzo de 2024, saldrá el audiolibro de La furia.
“Antes de ser recogidos en libro, gran parte de los relatos de Y así sucesivamente fueron editados en antologías o volúmenes colectivos entre 1968 y 1970 y en publicaciones periódicas a partir de 1972 -detalla Montequin en la nota final del volumen-. Al menos dos de ellos habían sido escritos casi cincuenta años antes, inmediatamente después de los reunidos en el primer libro de la autora, Viaje olvidado (1937), y publicados en la revista Sur en 1938. Representan la transición entre los cuentos líricos, impresionistas, de aquel libro inaugural y las pulidas ficciones de argumento fantástico y expresión neoclásica de Autobiografía de Irene (1948), que empezaron a publicarse en diarios y revistas hacia 1943″.
La edición, ilustrada con una foto de madurez de la autora tomada por su amigo Aldo Sessa, aporta las variantes más significativas registradas entre esas primeras versiones publicadas y las recogidas en libro, además de referencias bibliográficas y fuentes de las citas incorporadas en el texto.
En “El cerrajero”, dialogado cuento final de Y así sucesivamente, se lee:
“-Sabe usted lo que es un poema?
-Esa cosita que no sirve para nada. Todas las revistas están llenas. Ahora mismo Buenos Aires se llenó de poemas. No se sabe lo que dicen, por lo general.
-Pero usted progresó mucho. ¿Se acuerda que no entendía nada de nada, cuando le conocí?
-Es cierto. Pero fue tan fácil aprenderlo. Todo lo aprendí de usted.
-Y el poema, ¿cómo es ese poema? ¿No me lo regala? Tal vez me dará un pedacito.
-Ni un pedacito. Créame que me costó hacerlo. Lo publicaré en un diario, para que pueda leerlo lentamente, como hago con mis hijos, para que les guste la poesía. En el fondo, cualquiera compra un libro de poesías”. La llave de la literatura ocampiana está a disposición de los lectores.
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