Galerías familiares, los espacios que están en arteba desde el principio
Un puñado de galeristas consiguieron estar presentes en la feria a lo largo de los treinta años; anécdotas de los cambios de época de un oficio que atraviesa generaciones
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Acompañar durante treinta años a una feria de arte en la Argentina es una rareza, pero hay un puñado de galerías que lo han hecho, sin faltar en ni una edición de arteba. En algunos casos, incluso, esta presencia fue sostenida por tres generaciones: los pioneros, sus hijos criados entre piezas de arte y ahora toman la posta los nietos. Los artistas representados y los coleccionistas también se heredan, aunque cada generación suma a sus coetáneos.
Cuando la galería Van Riel llegó a la primera edición de arteba ya tenía casi setenta años de historia, y la dirigía el segundo Frans. La tercera generación, Gabriela Van Riel, participa en la edición del 30 aniversario a tres años de celebrar la centuria. “Mis dos padres trabajan en la galería y atrás estaba nuestra casa: nos criamos ahí. Yo de chica decía que iba a seguir con la galería. Empecé atendiendo el teléfono y abriendo la puerta. En los primeros arteba, en el Centro Cultural Recoleta, era todo muy familiar y artesanal, y éramos pocos. Siempre fue caro estar en la feria, pero al principio Jacobo Fiterman nos decía que no había problema, que pagábamos cuando pudiéramos. ¡Nos fiaba! Una vez me alentó a que tuviera mi primer stand sola, y me lo dio gratis. Fue un gran incentivo”, recuerda.
El traspaso de bando entre generaciones no siempre fue natural. La primera muestra propia de Gabriela fue la de Sergio Avello en 1998, que significó un paso a lo contemporáneo con sus paneles de luz. Su papá estaba algo horrorizado, los cables quedaban colgando y a él le parecía un cambalache. Y Gabriela le dijo: “Papá, ¿vos te acordás de la primera muestra que hiciste a los informalistas en 1948, con Barilari, Greco, Kenneth Kemble, Kazuya Sakai? Todos te decían que te habías vuelto loco y que si tu viejo viviera se horrorizaría”. Frans le dio la razón y la muestra fue un éxito.
Tres generaciones abarca también Benzacar, un linaje femenino que vibra en la galería fundada por Ruth en el subsuelo de Florida 1000, sostenida por su hija Orly, y hoy comandada junto con su nieta, Mora Bacal, en un amplio espacio galponero de Villa Crespo, donde la novedad es una muestra móvil, que cambia todas las semanas. “Yo venía con mi madre, después venía sola, ahora vengo con mi hija y ojalá algún día venga con mi nieta. Todas crecimos con arte y mamamos esta actividad con amor. Es lo que nos gusta”, dice Orly. “Lo que está en el ADN de la galería es ser contemporánea. El desafío es seguir siéndolo. Tenemos mucho por delante juntas”, dice.
En su recuerdo, las primeras ediciones eran un rejunte raro, con pocas galerías profesionales. “La experiencia de La Rural era de ferias de perfumería. Se adornaba el stand con helechos en vez de mostrar arte. Era algo muy desparejo. Haber vivido estos treinta años y ver cómo evolucionó arteba es para sacarse el sombrero. Juega un rol muy importante, que es la ampliación de público y ese potencial coleccionismo al que apuntamos la mayoría. La feria genera ese espacio amigable, al contrario de las galerías adonde a mucha gente les incomoda entrar. Hemos visto el crecimiento, su profesionalización... pasamos del panel de fórmica de dos metros al de madera de 3.70 de alto”.
Mariana Povarché, que dirige la galería Rubbers junto con su hija María Basile, es heredera de la tradición de uno de los fundadores de arteba, Natalio Povarché. Recuerda bien aquella primera edición de 1991 en el Centro Cultural Recoleta, que reunió apenas a treinta galerías. “Siento el alma puesta en ese esfuerzo enorme que fue su creación. Mejoró, se profesionalizó... y muchas cosas cambiaron”, dice Mariana. Hoy tres generaciones están en funciones al mismo tiempo, tanto en la galería como en el Museo Xul Solar. Su mamá, Elena Montero, con 86 años, está activa: está escribiendo el diccionario de Xul.
“A los cinco años, la galería estaba en frente del Di Tella y yo cruzaba a jugar. Los sábados papá me llevaba a ver talleres, y a Pettoruti yo le decía Tío Peto. A los quince empecé a trabajar en Rubbers, era la mano derecha de papá y como era la única que hablaba inglés atendía a los clientes extranjeros”, recuerda. Hoy está a cargo su hija, que estudió curaduría, y su hijo Luciano asesora en temas económicos. “Yo heredé los coleccionistas de mi papá y sumé los de mi edad. Ahora es increíble como los jóvenes la buscan a María. Es muy emocionante. Agradezco siempre la confianza en nuestra familia”.
“Yo empecé en arteba hace 27 años, en la primera edición de La Rural, y el lugar que me daban era el último. A mí me parecía una maravilla”, cuenta Estela Gismero. El stand de Del Infinito hoy tiene la ubicación estratégica de la puerta de ingreso a la feria y una generosa cantidad de metros, una suerte que no todos comparten. “Yo había abierto la galería ese año y tenía un solo artista, Juan Andrés Videla, y llevé una muestra individual de él, algo que no se estilaba. Mandé a hacer 8000 tarjetas de invitación y salieron mal impresas. ¡Tuve que volver a hacerlas! Todo era en papel y por correo”, recuerda. Con el tiempo, se sumó al staff su hijo Julián Mizrahi, que estudió publicidad. “Me acuerdo el fragor de esos días. Había menos gente, y todo era más analógico. Han hecho un buen trabajo para que la feria se actualice y se preserve durante treinta años”, dice Mizrahi.
Aldo de Sousa también encabeza una galería familiar que tiene más de cincuenta años, que desde 1998 está en la feria. “Hemos intentado siempre ir adaptándonos a los tiempos”, cuenta. Su hijo Pablo se crio en la trastienda y hoy lo acompaña en la conducción: “Mis papás trabajaban los dos en la galería. Salía del colegio y me iba a arteba cuando había feria. Soy el menor de cuatro hermanos. Todos empezaron a trabajar en la galería y después se fueron. A mí no me insistieron tanto y me quedé. Me interesaba el arte desde chico. Estudié pintura, diseño y pasaba mi tiempo libre con Enio Iommi, emparentado con mi familia. Cuando empecé repartía tarjetones en el barrio. A los veinte me puse el traje y empecé a tener un sueldo”. La nueva generación ya debutó en su primera feria: Almudena, de cuatro meses, reparte sonrisas desde sus brazos.
Para agendar:
arteBA, hasta el 7 de noviembre en Arenas Studios (Av. Don Pedro de Mendoza 965, La Boca). Abierta desde mañana al público general. Compra de entradas online en www.arteba.org. General: $600, estudiantes y jubilados: $300
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