“Frida te llega al corazón”, dice Eduardo Costantini sobre el cuadro récord para el arte latinoamericano
El empresario argentino, fundador del Malba, contó a LA NACION cómo y por qué compró anoche la pintura “Diego y yo”, de la artista mexicana, que desplazó a Diego Rivera del podio de los más cotizados de la región
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Todavía no la vio en persona, solo en imágenes digitales o en catálogos. Pero estaba dispuesto a pagar hasta cuarenta millones de dólares para conocerla. “Frida te llega al corazón”, dice a LA NACION Eduardo Costantini, fundador del Malba, un día después de haber comprado por 34,8 millones en un remate de Sotheby’s la pintura Diego y yo, de la artista mexicana Frida Kahlo. Se convirtió así en récord para el arte latinoamericano y en la más destacada de su colección personal, integrada por otras de valiosos artistas como Diego Rivera, Wifredo Lam y Remedios Varo, que también marcaron en los últimos años récords en subastas gracias a la inversión infrecuente para un coleccionista argentino contemporáneo.
“Hace más de un año que quería comprar otro Frida. Si tuviera que volver a elegir entre Frida y Diego, hoy me volvería a inclinar por Frida”, agrega sin dudar, en referencia a la decisión que tuvo que tomar en 1995, en la misma casa de subastas de Nueva York. Su presupuesto limitado lo obligó entonces a decidirse entre Baile en Tehuantepec, de Rivera, y Autorretrato con chango y loro, de Kahlo. Al pagar por esta última 3,1 millones de dólares, la convirtió por años en la más cara del arte latinoamericano.
En 2001 la donaría al museo, junto con más de doscientas piezas de los artistas más significativos de la región -entre ellas la codiciada Abaporu, de Tarsila do Amaral, prestada más tarde a Brasil y al MoMA de Nueva York-, y volvió a iniciar su colección personal de cero. Cinco años más tarde, anunció que había comprado finalmente la de Rivera, por otro precio récord: 15,7 millones de dólares. Montos inéditos en estos tiempos sin argentinos dispuestos a invertir sumas de varios dígitos en arte, como fueron en décadas pasadas coleccionistas como Amalita Fortabat y Nelly Arrieta de Blaquier.
Hace un mes, el fundador y líder de la desarrolladora Consultatio vio otra oportunidad: Sotheby’s anunciaba que Diego y yo, pintada en 1949, salía al mercado con una base estimada entre 30 y 50 millones de dólares. “No creo que hubiera pagado más de cuarenta”, evalúa hoy después de haber pujado por teléfono desde su casa, mientras seguía la subasta por streaming. Era el lote 12 y “estaba impaciente, porque se hizo muy larga”, confiesa.
Una hora después de que comenzara el remate, cerca de las diez de la noche, Oliver Barker bajó el martillo en Nueva York. Era suya. Tardó otra hora y media en anunciar que él había sido el comprador, y entonces la pregunta se viralizó junto con las felicitaciones en redes sociales: ¿se podrá ver en el Malba? “Sí, por supuesto -responde el empresario sin dudar-. Siempre pongo las piezas en el circuito público, y le doy prioridad al Malba. No sé todavía cuándo la exhibiremos, tenemos que encontrar el formato, porque también están las otras compras recientes”.
Se refería a las 21 que compró durante la pandemia, en las que invirtió otros 25 millones de dólares. Varias de ellas no se exhibieron al público durante tres décadas y ahora están disponibles para ser prestadas, tanto al Malba como a importantes muestras e instituciones internacionales. Dos compras recientes de Remedios Varo, por ejemplo, se exhibirán el año próximo en la Bienal de Venecia. Y Baile en Tehuantepec, que se reencontró con la de Frida en el Malba tras aquella separación de 1995, se exhibió hasta enero en el Whitney Museum y el año próximo participará otra muestra en el MoMA de San Francisco.
Su debilidad, sin embargo, sigue siendo Frida. “Es muy difícil compararlos, son muy diferentes –opina Costantini-. Diego, por su técnica y sus murales, es un artista más importante. Pero Frida también es un genio, y es la artista más buscada en Google después de Leonardo Da Vinci. Porque te llega al corazón. Me atrae el dramatismo de su vida, que su dolor esté a flor de piel de una manera frágil y conmovedora. Diego y yo expresa su sentimiento de celos y de soledad, la angustia por la pérdida temporaria de Diego por su atracción hacia otra mujer, y a su vez a Diego como su guía. Eso hace que la obra sea más dramática”.
Diego y yo puede considerarse un retrato doble. Sobre la frente de Kahlo se ve una pequeña imagen de Rivera, con un tercer ojo, que según la casa de subastas simboliza “el grado que él ocupó en su conciencia”. El cabello suelto de ella, generalmente recogido trenzas, parece estrangularla; tiene las mejillas enrojecidas y una mirada intensa y llorosa.
Fue pintado en 1949, año en que Rivera hizo otro sensual retrato de la diva mexicana María Félix. Muchos coinciden en señalar que esto desencadenó una nueva crisis entre Frida y Diego, que habían acordado respetar sus respectivas infidelidades. “Esa relación fue objeto de numerosos rumores –señala Sotheby’s-. Y aunque bromeó públicamente al respecto, Kahlo, que era amiga de Félix, quedó profundamente herida”.
En los próximos meses, tras haber desplazado nuevamente del primer puesto del podio de los artistas latinoamericanos más cotizados a Diego, se encontrará finalmente con su nuevo dueño.
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