Foucault, Borges, las palabrasy las cosas
Hace 50 años un libro de filosofía que se centraba críticamente en cómo la ciencia planteaba nuevos problemas y calificaba de verdaderas sus afirmaciones se convirtió primero en el best seller del verano en Francia y luego en gran parte de Occidente. Era un libro complejo de leer, que comenzaba discutiendo la composición del cuadro Las meninas, de Velázquez, y las demás versiones de esa obra (en especial, las de Picasso), para pasar inmediatamente a demostrar que la idea de verdad era una construcción social. Y todo eso, inspirado por un breve ensayo que Borges había incluido en Otras inquisiciones: "El idioma analítico de John Wilkins".
El libro de Foucault era Las palabras y las cosas. Con este texto el filósofo cerraba una etapa: la dedicada a la arqueología de las ideas, que había comenzado con El nacimiento de la clínica (en el que historiaba la medicina moderna, desde un punto de vista filosófico y crítico) y la Historia de la locura en la época clásica, quizá su libro más brillante y poético.
Foucault leía a Borges y veía en él un discípulo cimarrón y malevo de Nietzsche. Cuando lee Otras inquisiciones queda fascinado. Era de una inteligencia suprema. Allí descubre un ensayo en el que Borges (en sólo cuatro páginas) reflexiona sobre el lenguaje, el sentido del mundo, el absurdo de todo y la dificultad de comprender nada. Borges imagina una "enciclopedia china" que clasifica de manera, para nosotros absurda, a los animales. A partir de ese ejemplo demuestra que toda clasificación y todo saber es siempre absurdo. Hoy lo creemos sagrado o verdadero, pero en dos décadas o siglos será ridículo.
Foucault, que venía pensando en este mismo sentido a partir de Nietzsche, queda fascinado y lo dice en el prólogo del libro. Lleva su ensayo más lejos de lo que jamás había imaginado. Borges le abre la puerta del riesgo y de la crítica a la idea de verdad, a la idea de moral y a la idea de permanencia, incluso de manera mucho más radical de lo que el francés había leído en Nietzsche, Heidegger o Wittgenstein.
Es tan estremecedor el efecto que provoca en 1966 el libro Las palabras y las cosas que casi todo la intelectualidad más lúcida lo combate. En primer lugar, el cineasta de vanguardia de la época: Jean-Luc Godard. El creador de Vivir su vida o Masculino-Femenino dice en una entrevista que él se dedicará a realizar películas para atacar las ideas de Foucault: "Este escritor afirma que en tal época la gente pensaba tal cosa y con el tiempo la gente pensó otra cosa, quizá lo contrario, y luego otra cosa, y así. No me gusta para nada que se quiera demostrar que todo depende de la época y de un estado de la cultura y que no hay nada verdadero, de una vez y para siempre".
Las nuevas ideas son imposibles de predecir. Es difícil saber si esto o aquello es realmente "lo nuevo". Pero algo muestra que hay un cambio radical: hasta los más lúcidos (Godard) no lo entienden y un viejo maestro (como Borges) está dándonos la clave de la innovación.
El autor es crítico cultural; @rayovirtual