“Fotoplástica”: el legado de un inmigrante ruso se rescatará en Pinta BAphoto
En su 20° aniversario, que celebrará este mes en La Rural, la feria de fotografía más influyente de América Latina rendirá homenaje a Jaime Bolotinsky; lo curará Francisco Medail, editor de un libro sobre su obra
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El mensaje llegó por Facebook, a mediados de 2018. Uno de los hijos de Jaime Bolotinsky (1894-1967) invitaba a Francisco Medail a conocer el archivo de su padre, fotógrafo de origen ruso radicado en Buenos Aires desde principios del siglo XX. “Confío mucho en esas propuestas que aparecen de la nada y que nos sacuden de la seguridad de la rutina, así que acepté sin dudarlo”, escribió el curador en febrero último en su cuenta de Instagram, cuando acababa de publicar un libro sobre ese hallazgo.
Este mes le dedicará también un homenaje en Pinta BAphoto, la feria de fotografía más influyente de América Latina, que además de cumplir dos décadas celebra los diez años de esta sección. Allí se puso en valor el legado de George Friedman, Juan Di Sandro, Frans van Riel, Pepe Fernández, Pedro Otero, Foto Estudio Luisita, Lucrecia Plat, Sara Facio y Boleslaw Senderowicz. Ahora le toca el turno a Bolotinsky, pionero en la fotografía artística en el país, quien legó “un antecedente único de la relación entre fotografía y surrealismo en la región”.
“Además de su labor en Foto Nobel, el estudio que dirigió por décadas frente a Plaza Italia, Bolotinsky desarrolló una producción fotográfica personal inusitada para su época. Se trata de una galería de retratos realizada a partir de elementos cotidianos. Un conjunto de personajes configurados por su bagaje cultural, la capacidad de imaginación y un exquisito manejo lumínico”, señala Medail en la presentación de estas curiosas imágenes, que “reconstruyen un nuevo eslabón en la historia de la fotografía argentina”.
Fotoplástica, esa serie que tuvo una extensa repercusión en los medios gráficos de la época y que lo hizo conocido en el ámbito artístico de los años 30, abarca paisajes y retratos de personajes ficcionales realizados con sombreros, anteojos y telas. El que se titula Unamuno, por ejemplo, está compuesto por un exprimidor, una rodaja de fruta y un tenedor.
Es por esto que Medail y Juan Cruz Pedroni, coautores del texto principal del libro, vinculan su trabajo con el de artistas como Giuseppe Arcimboldo, el grupo Mondongo, el ilustrador Pablo Bernasconi y el fotógrafo brasileño Vik Muniz. Según ellos, Bolotinsky comparte con el surrealismo la “estrategia del extrañamiento”, al producir con sus retratos “una percepción extrañada, desfamiliarizada, que deshabitúa a la percepción alienada de los objetos cotidianos”.
“Salones como los de Nordiska Kompaniet, La Rural y la Sociedad Hebraica Argentina dieron cobijo a su trabajo y numerosos medios gráficos hicieron eco de sus exposiciones –agrega Medail-. A pesar de la importante circulación que su obra tuvo por aquellos años, es difícil trazar un lugar de inscripción para Bolotinsky en la historia de la fotografía argentina. Su contexto de filiación artística lo ubica menos cercano a los fotógrafos Grete Stern o Anatole Saderman que a los escritores José González Castillo y Raúl González Tuñón o al escultor Stefan Erzia”.
En el libro publicado por el Instituto de Estudios Artísticos con apoyo de Mecenazgo, que estará disponible en el stand de Ediciones Larivière en la feria, Medail cuenta cómo fue el encuentro con Berta y Bernardo, los hijos de Bolotinsky. Ambos rondan los noventa años y sonríen cada vez que evocan su figura, mientras le convidan comida ucraniana. “Lo primero que recuerdan es el estudio de fotografía –relata-. Foto Nobel estaba ubicado en avenida Santa Fe 4024, entre Gurruchaga y Serrano. Donde hoy hay un edificio y una farmacia, hace cien años había una casa antigua dividida en dos partes; adelante funcionaba el estudio y atrás vivía la familia Bolotinsky”.
Desde la avenida, a través de tres vidrieras, los transeúntes podían observar fotografías de novias, retratos grupales y fotos de niños que rotaban permanentemente. Tras subir seis escalones y atravesar una puerta de época, podían acceder a una sala rectangular con dos mostradores, sillones modernos y una mesa ratona.
“La atención era por orden de llegada y había momentos del día en los que el estudio rebalsaba de gente, en esos momentos los clientes se sentaban donde podían –le contaron Bernardo y Berta-. A través de una arcada, este espacio conectaba con la antesala, el lugar donde estaba el tocador, con un gran espejo y otros elementos para quien quisiera arreglarse antes de la toma. De la antesala se pasaba finalmente a la galería. Allí estaba la cámara de Jaime, un reclinatorio para fotos de comunión, un sillón y alfombras”.
En las épocas de comunión, lo domingos de los clientes hacían fila para sacarles fotos a sus hijos. Mientras Bernardo se encargaba de realizar las impresiones de muestras y de activar los flashes de magnesio al grito de ¡Atención, por favor!”, Berta colaboraba con la coloración de fotografías, dirigía a los retratados y acomodaba la iluminación. Su madre atendía al público y realizaba el trabajo doméstico; era la primera en levantarse y la última en acostarse.
Jaime, en tanto, tenía una personalidad “compleja”. “No hablaba con el público ni atendía el teléfono, tenía poca paciencia –coinciden sus hijos-. Su trabajo se abocaba al manejo de la cámara y el posterior revelado. Podía pasar noches enteras en el laboratorio entre químicos y baterías. Fuera del estudio, dedicaba su tiempo a compartir conversaciones con los artistas de Boedo o tomar vodka con sus compatriotas rusos”.
“Berta y Bernardo no recuerdan que su padre haya mantenido amistad con otros colegas –observa Medail-. Solo tienen memoria de otro estudio llamado Foto Hersalis, ubicado a unas quince cuadras sobre Avenida Santa Fe, pero desconocen cualquier relación directa con Foto Nobel. Es probable que hayan existido más estudios por la zona, aunque cada cual construía su propia clientela”.
Según Berta, en pleno auge de la migración española por la guerra civil, una clienta recién llegada a Buenos Aires le preguntó si Foto Nobel era el único estudio fotográfico que existía en la ciudad, ya que “todas las fotos que había recibido de sus familiares exiliados provenían de este lugar”.
Entre los clientes más asiduos de este espacio que cerró en 1967 recuerdan a Mario Avelino Perón, hermano del entonces presidente y director del zoológico municipal. Y aseguran que “un día también asistieron para realizarse un retrato las hermanas Mirtha y Silvia Legrand. Todavía adolescentes, pero ya reconocidas por su trabajo actoral, ambas posaron juntas para la cámara”. Esa fotografía, como muchas otras, no llegó hasta nuestros días.
Para agendar:
Pinta BAphoto, del 24 al 27 de octubre en La Rural (Av. Sarmiento 2704). Entradas en laruralticket.com.ar/event/pinta-baphoto.
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