Florencia Malbrán: “Con creatividad y rigor, se le puede hablar al mundo”
La curadora de la Colección Costantini publicó su primer libro de ensayo, con lecturas e interpretaciones sobre los proyectos artísticos de Jorge Macchi, Mario Bellatin, Beatriz Milhazes, Pablo Siquier y Sergio Raimondi, que desafían los límites
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En su primer libro, La prueba del presente. Ensayos sobre arte contemporáneo (Beatriz Viterbo), la curadora y doctora en Humanidades y Artes Florencia Malbrán (Buenos Aires, 1979), conocida por su trabajo en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) y en la Colección Eduardo F. Costantini, brinda argumentos en defensa del arte contemporáneo y la experimentación multidisciplinaria. Vapuleado por un sector del público y la crítica, el arte actual es, dice Malbrán, “una prueba del presente”, si se tiene en cuenta el valor polisémico de “prueba” como desafío, ensayo y testimonio. Cuesta $ 23.115.
“El cuestionamiento de la especificidad late en el corazón de algunas de las obras artísticas y literarias fundamentales producidas durante el cambio de milenio por artistas y escritores consagrados que trabajaron en y desde Latinoamérica, que abandonaron modelos obsoletos y auspiciaron nuevos experimentos”, escribe Malbrán. En su libro, bien provisto de imágenes, se describen y analizan propuestas de artistas tan diversos como Jorge Macchi, los brasileños Ernesto Neto y Beatriz Milhazes, Pablo Siquier, el mexicano Mario Bellatin y Sergio Raimondi en su doble papel de poeta y director del Museo del Puerto de Ingeniero White, en Bahía Blanca.
“Me interesa muchísimo pensar fuera de los moldes establecidos y me atraen los artistas que rompen con los límites de las disciplinas -dice Malbrán a LA NACION-. Toni Morrison dijo: ‘Si hay un libro que querés leer, pero aún no ha sido escrito, entonces tenés que escribirlo’. Y me aboqué a escribir este libro sobre los cruces entre ‘arte’ y ‘literatura’, y sobre artistas que trabajan con la incertidumbre”.
Los artistas elegidos por Malbrán trastocan géneros y disciplinas para moldear sus proyectos. “Analicé el trabajo de artistas muy contemporáneos, todos consagrados, pero sobre quienes no encontraba estudios de largo aliento -señala la autora-. Artistas y escritores que ponen a prueba los límites del arte, empujándolos, haciéndolos añicos. A su vez, veo que esa ruptura de límites es muy propia del tiempo actual, del presente lleno de cambios vertiginosos: muta la política, fluye información en las redes y la realidad se percibe plagada de saltos… Se derrumban certezas cotidianamente. Por ello, las obras de estos artistas se ofrecen también como testimonios, como una ‘prueba’, de nuestra actualidad”.
La indeterminación define la práctica artística actual. Las obras que analiza Malbrán conjugan los recursos de la pintura, la instalación, la performance, la poesía y la narración, e incluso el “guion” de las instituciones y el mercado. “Son muchas las obras de arte que nos desconciertan -asegura-. Hago un llamado a explicarlas porque, poniéndolas en palabras, nos liberamos, no cedemos ante las restricciones del discurso, sean del tipo que sean. Cara a cara con obras indeterminadas, no interesa dejar el entendimiento a la deriva, sino abogar por hacerlas cobrar sentido dentro de lo que sabemos y no sabemos del arte y su poder”.
“No importan tanto los cruces interdisciplinarios como aquello que los motiva -destaca-. Subvirtiendo órdenes heredados, estos artistas crean obras que conducen hacia la hibridación y la inestabilidad, y que manifiestan una transformación artística que abraza la incertidumbre. El encuentro con sus obras entraña la renuncia a la certeza: la interpretación de la fluidez y el ensayo no se puede efectuar desde la autoridad, más bien debe probarse desde la pluralidad de voces, las redes y la introducción de miradas alternativas. Y la pluralidad de voces ubica al arte en un contexto amplio, ya que podría promover al pluralismo en la sociedad”.
La autora tiene una amplia experiencia como curadora en instituciones como el Malba, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, el Guggenheim y la Pinacoteca del Estado de San Pablo. “Tuve la oportunidad de trabajar como curadora con muchos de los artistas que trato en el libro -cuenta-. Conocer de primera mano sus obras, a medida que las incluía en distintas exposiciones, encendió mi curiosidad. ¿Por qué estos artistas mezclan palabras e imágenes? ¿Cómo pliegan el arte y la literatura?”.
¿Cómo explicaría su trabajo al cuidado de colecciones? “Un curador trabaja narrando historias con obras de arte, cultivando un diálogo estrecho con los artistas, e invitando a los espectadores a pensar distinto y a sentir distinto, a abrir nuevas ventanas en el mundo”, responde.
En el contexto actual, el área de cultura no es la prioridad para la dirigencia política (si se tiene en cuenta los presupuestos asignados en nación, provincias y la ciudad de Buenos Aires). “Creo que todos los gobiernos podrían realizar más en términos de cultura, incluso con limitaciones presupuestarias -señala-. En el Museo del Puerto de Ingeniero White, se organizan exposiciones superlativas con recursos modestos. Una caja de fósforos encontrada en la calle cerca del museo, por ejemplo, se transforma en un objeto que dispara reflexiones sobre el movimiento urbano, la energía y el activismo comunitario. Presenté mis estudios sobre este museo, tan pequeño, en Estados Unidos y en Europa, y encontré que genera gran interés. Con creatividad y rigor, se le puede hablar al mundo, mostrando nuestra historia y nuestro arte”. Aquellos que quieran dinamizar creatividad y rigor pueden buscar La prueba del presente en librerías.
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