Florencia Bonelli: "Yo no hice una evolución, hice una revolución"
Con los auriculares puestos, Florencia Bonelli saluda vía Skype. Está pasando una temporada en Suiza. Sonríe, se muestra entusiasmada por volver a tener contacto con su público, con las lectoras que la convirtieron en una best seller indiscutida en la Argentina, con tres millones de ejemplares vendidos en la última década (Indias blancas, Lo que dicen tus ojos, la trilogía Caballo de Fuego y la más reciente bilogía La historia de La Diana). "Siempre digo que las lectoras son lo mejor que me dieron los libros", reconoce la escritora cordobesa, de 48 años, que impulsó el género romántico en el país.
En tiempos de redes, hoy resulta frecuente el intercambio de los autores con sus lectores. En este sentido, ella fue una pionera. Por recomendación de su marido, Miguel, colocó en la solapa de Marlene su dirección del email. "La respuesta fue genial. A esta altura te diría que a muchas ya no las siento solo lectoras, son mis amigas. Lo que más amo es sentarme a escribir, es mi pasión, y agradezco el vínculo que se dio con estas mujeres tan maravillosas".
–Si hay algo que caracteriza tu universo, justamente, son las Bonellistas, como se hacen llamar.
–Lo que logré lo hice gracias a ellas, son muy fieles. Ya es una tradición reunirnos a tomar el té cada vez que voy a Buenos Aires. Me conmueve lo que me escriben, lo que me cuentan.
–Hablamos de un abanico de edades muy amplio.
–Sí, tienen entre 14 y 90 años, es increíble. Lo que pasa es que yo escribo de una forma muy simple. Lo que busco es entretener, siempre fue así. Te voy a ser muy sincera: para mí la literatura es entretenimiento, lo ha sido siempre, desde chiquita era lo que a mí me gustaba hacer. Siempre digo que escribo como lectora, porque entiendo lo que se busca en este tipo de historias, nunca me preocupó la crítica. Recuerdo cuando presenté Caballo de Fuego. Gaza (la última parte de la trilogía), una mujer, se levantó, desde el fondo de la sala y dijo: "Tengo 92 años y el único miedo que tenía era morirme sin leer Gaza". ¿Sabés qué pasa? El tema central de mis novelas es el amor, un sentimiento que nos atraviesa a todos, sin importar la edad, y yo busco que cada vez que abran un libro sientan que están frente a una especie de arcón, en el que uno busca un tesoro; me gusta la sensación que te genera el preguntarte con qué te vas a encontrar en esas páginas. Para mí es importante que todos lean, sean mis novelas u otras, quiero que disfruten de lo que puede ofrecer un libro. Por eso me gusta ser parte de esta colección, Librópolis (ver aparte), porque las novelas llegan a todos lados, no solo van a estar disponibles en las librerías.
–En tiempos de fuerte militancia feminista, ¿cambió para vos la manera de narrar el amor y de describir a las mujeres protagonistas de estas historias?
–La mujer es una guerrera, siempre lo fue, es el pilar del tejido social y por eso nos han querido mantener sometidas. Pero, volviendo a tu pregunta, el amor, en todas sus formas, es lo único constante, es lo único que la da sentido a la vida. La existencia humana sin amor es intolerable, nosotros nacemos para morir y resulta brutal vivir sin amor, ya sea el de pareja, padres, hijos, amigo. Hablo de un amor sano, ese amor va más allá de toda discusión. El feminismo también es un movimiento que nace del amor, que te dice que no estás sola, vamos juntas. En mis novelas, los personajes femeninos son fuertes, también hay hombres fuertes. Son mujeres de armas tomar. Creo además que la novela romántica ayudó a que se diera una gran liberación, que pudiéramos hablar de deseos, que no nos avergoncemos. Recibo cartas de mujeres que me contaron sus problemas sexuales, algunos traumas por la educación estricta en la que crecieron y que a partir de mis libros empezaron a liberarse, a gozar. En una ocasión me escribió una persona que se presentó como psicóloga, no reveló su nombre. En el texto decía algo así: "Lo que ni la sexóloga de mi equipo ni yo como su psicóloga pudimos lograr, lo lograste vos con tus libros. Gracias".
–En un tiempo se ocultaban las tapas de los libros de las novelas románticas porque daba pudor mostrar que se leían.
–Exacto, me pasó, tapaba algunos de los libros que leía porque sus ilustraciones eran muy explícitas o porque no era bien visto ese tipo de lectura. Quizá tu amiga leía estas novelas y vos no lo sabías. Hoy, hay foros, grupos que comparten opiniones en las redes. Conocí a dos chicas que fueron juntas a una de mis firmas, que se conocieron en el tren Roca y se hicieron amigas. Una de ellas estaba leyendo Indias blancas y la otra se acercó para comentarle que le había gustado y así empezaron. Esa es la magia de la lectura, la de compartir, la de querer que el otro sienta lo que te pasa. Justamente por el boca en boca que se generó allá por 1999, cuando publiqué las Bodas de odio fue lo que me llevó a dónde estoy. Imagínate que no me conocían y que el libro ni siquiera tenía publicidad. No existía para nadie, así que les debo todo a ellas, a mis lectoras.
–Creciste en un ambiente conservador, religioso, hiciste una carrera tradicional como la de Ciencias Económicas y un día decidiste romper con todo, transformarte en escritora y explorar el erotismo. ¿Cómo te animaste?
–Yo no hice una evolución en mí vida sino una revolución, en mi personalidad, en mi modo de pensar. Estaba destinada a esto, no hay ninguna duda. Lo veo así. Siempre digo que estudié Ciencias Económicas para conocerlo a Miguel, para ir a su casa y encontrar en la biblioteca de su mamá El árabe, de Edith Hull, el libro que me llenó la cabeza de ideas, de escenas, de diálogos, de historias. Fue Miguel el que me dijo con su pragmatismo virginiano que escribiera todo lo que tenía en la cabeza y así empecé. Fui muy feliz trabajando como contadora, tengo muy buenos recuerdos. Es cierto, me animé, di un salto al vacío, en esa época tenía un buen trabajo, ganaba bastante bien, pero no lo dudé, la pasión que sentía era arrolladora, no había forma de escaparle, era mi destino.
–¿Cómo encarás el trabajo de investigación de tus novelas, que atraviesan los siglos XIX, XX y XXI y hacen foco en temas tan fuertes como la trata y la pedofilia?
– Amo investigar; tengo que ponerme tiempos, sino me pasaría años investigando y no escribiría nada. Considero que las tramas necesitan de un trabajo fuerte de investigación y con cada novela es más profundo. Tiene que ver con mi crecimiento, con mi revolución. Y me pasa de meterme en temas como la trata y la pedofilia, muy duros, que me deprimieron, que me enojaron, que hicieron que perdiera la alegría mientras escribía. ¿Cómo puede ser que seamos una especie tan mala, tan perversa? Por un tiempo tuve que alejarme, por eso me llevó tres años terminar Aquí hay dragones. Nadie está exento de que ocurran cosas horrorosas, no tenemos verdadera consciencia de lo que nos rodea.
–¿Este año presentarás alguna nueva historia?
–Tengo una novela lista, rara, atípica; una historia contemporánea, en primera persona, que nació como cuento, pero es una novela contada desde la voz de ella y también desde la voz de él, un tipo machista, argentino. Ella tiene 47 años, la edad que yo tenía cuando empecé a escribirla, cuando en general las protagonistas de mis novelas son mujeres más jóvenes. La historia tiene que ver con el autoconocimiento, con las segundas oportunidades y con el reconocer a los maestros que te manda el universo. Estoy muy ansiosa por compartirla, espero que sea este año.
Librópolis en febrero
Una colección de LA NACION lleva mensualmente a los quioscos de diarios y revistas novedades literarias de diferentes autores y temáticas. En el mes del amor, lanza las novelas de Florencia Bonelli, seis títulos que ya se consiguen a $ 599,90.
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