Fin de feria: una edición bienalizada con la que ganan todos
La feria se extendió a toda la ciudad, con la Argentina como principal atractivo; hubo obras millonarias y de las otras
MADRID.- En la feria se venden papas. Pero no es cualquier feria, y no es cualquier papa. Son las que evocan la conciencia latinoamericana en la obra del argentino Víctor Grippo, uno de los artistas conceptuales más respetados de la región, que exhibe hasta hoy en la feria madrileña ARCO la prestigiosa galería neoyorquina Alexander and Bonin.
La Argentina es la estrella de esta edición, pero toda América latina está presente en Madrid, que aloja importantes colecciones traídas desde el otro lado del Atlántico. Un amplio panorama del continente, en diálogo con artistas de los Estados Unidos y Europa, se refleja en las obras elegidas por Eduardo Costantini, fundador del Malba; Eduardo y Mariana Hochschild (Perú) e Isabel y Agustín Coppel (México).
Esta última, que cruza en la Fundación Banco Santander trabajos de Lucio Fontana, Hélio Oiticica, Francis Alÿs, Diane Arbus y Joseph Beuys, propone definir la identidad como un ensamblaje en el que "diferentes partes y discursos se integran y se modifican para generar una unidad orgánica". Una idea que también procuró transmitir el Ministerio de Cultura de la Nación al desplegar por toda la capital española un programa paralelo que combinara distintas disciplinas artísticas, sin clisés.
Una feria bienalizada
"Creo que nunca hubo una delegación tan grande como la nuestra. Se ha logrado mucho impacto", señaló mientras recorría la feria Sheila Cremaschi, integrante del comité internacional de arteBA. Residente desde hace años en Madrid, opinó que fue un acierto haber "bienalizado" la feria al extenderla hacia la ciudad, como ya lo había hecho Colombia hace dos años con gran éxito. "Hemos logrado mucha complicidad con las instituciones, y de esa forma se conquista al público que no viene a ARCO", explicó.
Aunque la feria madrileña es una de las más visitadas del mundo, su sede queda a más de veinte minutos en auto desde el Museo del Prado, ubicado en el corazón de la capital española. Y pagar la entrada cuenta entre 30 y 40 euros, según el día. A esto se suma que este año la línea de subte que conecta ese tramo está cerrada por remodelación, lo que restringe aún más el acceso.
Nada de eso le importa a la mayoría de los coleccionistas, que entran con invitación especial dos días antes de la apertura al público. Y en cuestión de horas invierten cientos de miles de euros en comprar obras de artistas de la talla de Ai Weiwei, Anish Kapoor, Pablo Picasso, Salvador Dalí o Joan Miró. Entre las más caras se contaron este año un móvil de Alexander Calder ofrecido por la galería barcelonesa Mayoral en 2,5 millones de euros y una escultura de Juan Muñoz, por la que Elvira González pide un millón y medio.
Las obras que más se venden, sin embargo, no suelen superar el medio millón. Como Paula, bellísima escultura de madera quemada realizada por el español Jaume Plensa, vendida por la neoyorquina Lelong por 310.000 euros. Un precio al que no llega ni de cerca el promedio del arte de nuestro país, lo que lo convierte en una buena inversión. Por ahora es difícil que una pieza argentina supere los 100.000 euros salvo excepciones calidad museo, como el móvil blanco de Le Parc o el libro Besos brujos de Alberto Greco. En las trastiendas de los stands argentinos en ARCO es posible incluso encontrar algunas desde 3000 euros.
Conscientes de esta oportunidad, muchos galeristas extranjeros trajeron este año obras de artistas argentinos. Como la francesa Bendana Pinel, que ofrece una atractiva selección de instalaciones de Florencia Rodríguez Giles, Mauro Giaconi y Miguel Rothschild. "Es venta asegurada", le decía a pasos de allí a una clienta Ainhize Errekatxo, mientras le mostraba trabajos de Roberto Jacoby y Adriana Bustos. Además de dedicarles todo su stand, la madrileña galería Bacelos ya planea para el año próximo una muestra de Luciana Lamothe en su sede céntrica de Dr. Fourquet. Apenas un indicio de que esta edición de ARCO podría marcar un hito en la proyección internacional de los artistas argentinos.
Sin fronteras
"El arte contemporáneo no tiene nacionalidad ni conoce fronteras", señaló el alcalde de Lisboa, Fernando Medina, al anunciar en la feria la próxima edición de la versión portuguesa de ARCO. Toda una señal, en momentos en que la principal potencia del planeta apuesta a levantar muros. "Los artistas son médiums, captan por dónde va el mundo antes que los demás", había dicho minutos antes Luis Cueto Álvarez de Sotomayor, representante de la Municipalidad de Madrid, en cuya sede del Palacio Cibeles cuelga un enorme cartel que dice: "Refugiados, bienvenidos".
Un buen ejemplo de la creación contemporánea es el de la joven platense Mercedes Azpilicueta, presentada en la sección Opening de ARCO por la porteña galería SlyZmud. Nacida en 1981, se formó en Holanda, donde vivió seis años antes de mudarse a Milán. Su próximo proyecto es "intercambiar vidas" -desde la cama y el trabajo hasta la cuenta de mail- durante un mes con un profesor de La Haya. Un escenario que podría sembrar el pánico en la tierra de Mr. Trump.
También el uruguayo Dani Umpi vive hoy entre Montevideo y Buenos Aires. Viajó a Madrid con una performance impulsada por la Bienalsur, que presentó al artista como "una figura clave en la escena queer del sur del continente, que trabaja en la frontera real y conceptual, entre el espacio museístico y los espacios alternativos, entre la industria cultural, la popular, la literatura, la música y las artes visuales". Sin límites de ningún tipo.
Luis Cueto Álvarez de Sotomayor
Municipalidad de Madrid
"Los artistas son médiums, captan por dónde va el mundo antes que los demás"
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