Festival literario versus congreso académico: fervor de lectores en el Filba
Este fin de semana, en el CCK, hubo asistencia perfecta en charlas, lecturas y encuentros con autores; un oasis en medio del run run electoral
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“Poné pausa: cinco días de literatura”, dice el programa del FILBA. En medio de la tormenta electoral, el Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires tuvo el mérito de crear un oasis. “Acá se suspende el imaginario de las elecciones, descansamos del run run político”, dijo Rodolfo Omar Serio, finalista del Premio Fundación Medifé Filba mientras disfrutaba de la cuarta jornada en el CCK. “Las propuestas de este año son realmente representativas de la movida literaria actual. No están solo los grandes nombres y los invitados internacionales, sino que además participan escritores del circuito independiente”.
“Todas las actividades se llenaron”, dijo a LA NACION Victoria Rodríguez Lacrouts, una de las programadoras. “Siempre es impredecible. Con un invitado que no te imaginás puede reventar y con uno en teoría más popular, no. Hace quince años que hacemos el FILBA y notamos que no hay receta. Pero el público responde todos los años. Lo que define a un festival es su oposición a un congreso, que es para académicos y entendidos. El festival, en cambio, busca ir más allá, que se acerque el público general”.
En el CCK se vio esa efervescencia. La actividad “Mi escritor favorito” proponía que los lectores se postularan a través de un formulario online para entrevistar a su autor preferido. Frente a un auditorio lleno, Rocío Campaño logró conversar con Martin Kohan, quien, entre otros temas, se refirió a Victoria Villarruel y el fenómeno del negacionismo: “De pronto aparece alguien que no repudia. Como no repudia hay que argumentar. Estábamos instalados fuertemente en el acuerdo de lo repudiable y ahora hay que avanzar en la elaboración y en la comprensión de qué es lo que pasó y cómo fue posible que pasara. En esa maniobra, en la dimensión de la significación creo que la literatura tiene muchísimo por hacer porque maniobra al interior de discursos y narraciones ya establecidas y abre líneas de sentido nuevas”.
Luego, ante la mirada atenta del auditorio, Kohan recomendó tres obras: “Se han publicado dos novelas argentinas que para mí tienen estatuto de clásico : La familia, de Gustavo Ferreyra, y El espectáculo del tiempo, de Juan José Becerra. Y todos los textos de Ana Ojeda. En los sucesivos libros que va escribiendo, lo que está haciendo con el lenguaje esa escritora es deslumbrante. No está escribiendo una obra; inventó una sintaxis. Es formidable”.
Marianela López, bibliotecaria, docente y habitué del FILBA, esperaba en la fila a que comenzara una de las charlas: “Primero vine a ‘Teatro leído’ en la Cúpula, donde leyeron Paula Marull y Lorena Vega. Después pasé por la biblioteca abierta, cambié un libro y ahora estoy esperando que empiece la charla de Francesca Manfredi, la escritora italiana que escribió El imperio del polvo. Vengo siempre que puedo al FILBA para conocer escritores. Es una oportunidad también para convivir con otros lectores con quienes compartimos intereses”.
A las siete el sol bajaba en la cúpula. Liliana Ancalao, la poeta de Comodoro Rivadavia que pertenece a la comunidad mapuche Ñamkulawen, leyó su poesía primero en castellano y luego en mapuzungun, su lengua materna. Como en una cápsula fuera del tiempo, las espectadores escuchaban con los ojos cerrados los sonidos de esa lengua envolvente y lejana.
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