Ferran Barenblit: “El arte puede revertir el proceso de amenaza al sistema democrático”
Días antes del 40° aniversario del triunfo de Raúl Alfonsín en las elecciones presidenciales, el curador de la 16ª edición de la Bienal de Cuenca, que exhibirá obras vinculadas con la democracia, anticipa que los artistas participantes “creen que el mundo puede y debe progresar”
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Varios globos plateados, con forma de almohadas, flotan dentro de una jaula. La instalación de la brasileña Marilá Dardot evoca una de las famosas obras de Andy Warhol, pero suma un sentido trágico. Zero Tolerance-Silver Clouds representa los sueños de los niños migrantes detenidos en la frontera de Estados Unidos, a quienes cubren para dormir con mantas térmicas de aluminio.
“Esto te demuestra el poder del arte, porque va directo a las emociones. Yo no puedo hablar de esta pieza sin emocionarme, cada vez que la explico se me rompe un poquito la voz”, dijo a LA NACION en Buenos Aires Ferran Barenblit, curador de la 16ª edición de la Bienal de Cuenca, que desde el 8 de diciembre abordará un tema clave: qué quiere decir la democracia hoy, a nivel global. Un tema clave para la Argentina, su país natal, en medio de un complejo proceso electoral y días antes del 40° aniversario del triunfo de Raúl Alfonsín en las elecciones presidenciales.
“El arte puede revertir el proceso de amenaza al sistema democrático”, aseguró el ex director del Centro Cultural CA2M y del museo Macba de Barcelona. Invitado por la embajada de España, participó días atrás del programa internacional impulsado por arteba y ofreció charlas en San Juan, en el Museo Nacional de Bellas Artes y en la Universidad Torcuato Di Tella. También visitó las fundaciones Larivière y Proa, donde cocuró dos muestras en 2015.
Entre los 31 artistas de diversos países que participarán de la bienal en Ecuador se cuentan las argentinas Amalia Pica y Magdalena Jitrik. Esta última, anticipó, “pintará un fresco que cuestiona las bases de la modernidad. Eso es relevante en todo el mundo, pero más en América Latina. Porque la región está conformada por Estados que se crearon bajo la noción de progreso, de positivismo. Y ahora, ¿dónde está el paraíso que nos habían prometido? Por eso el título de la bienal es Quizá mañana.”
-¿Qué opinás sobre la situación actual de la democracia en América Latina, en general, y en la Argentina en particular?
-Creo que lo que está pasando no es exclusivo de América Latina ni de la Argentina. Los populismos se han adueñado de algo que creíamos “nuestro”, de la cultura. A partir de la década de los 60, la subjetividad fue el arma más eficaz que teníamos para luchar contra el crecimiento de las desigualdades, que básicamente se ofrecía bajo el esquema neoliberal. Margaret Thatcher y Reagan impusieron un régimen que fue el fin de la Guerra Fría y el inicio de un mundo que quizá vuelva a cambiar. Estamos en un momento de inflexión muy claro. El pensamiento neoliberal era extremadamente objetivo: pretendía un gobierno sin política, en el cual los resultados lo explicaran todo. Margaret Thatcher decía: “No hay alternativas”. Entonces la subjetividad se planteaba como un lugar de resistencia: quizá el mercado no lo explica todo, quizá hay otras formas de entender la realidad. Sin embargo, a partir del inicio de la gran crisis financiera de 2008, los pensamientos populistas empezaron a ser subjetivos. Y ahí viene una inmensa contradicción. Creo que es un momento en el que debemos reclamar la subjetividad como un lugar para el pensamiento crítico y que pueda cuestionar la realidad sin tergiversar sus bases. Tenemos riesgos inmensos de involución de la democracia, de confrontamientos globales. No quiero decir que soy optimista porque puede parecer ingenuo, pero creo que solo podemos trabajar intentando que las cosas mejoren.
-¿Qué puede aportar el arte para enfrentar esos riesgos?
-Muchísimo. El arte y la cultura. Un amigo que va participar de la bienal, Fernando Sánchez Castillo, dice que el artista es más poderoso que el Estado. Porque genera narrativas, subvierte, pregunta, cuestiona. Yo estudié historia, pero mucho de lo que sé lo aprendí de un libro, una obra de arte, una película, una obra de teatro. Lo que sabemos del pasado, lo sabemos mucho más por la visión de un artista. Acabamos de verlo hace muy poco, con una película que tuvo mucho éxito: Argentina, 1985. El mapa del mundo se está redefiniendo a marchas rapidísimas, y de repente lo que decía George Orwell en 1984 no parece muy imposible. Orwell predijo el futuro: hablaba de un mundo eternamente en guerra, entre tres bloques. Lo que se está configurando ahora se parece un poquito.
-Hay quienes consideran que el arte es una burbuja disociada de la realidad. Lo asocian con los vernissages y con un ambiente snob.
-Claro, ese es un planteo constante. Pero para eso están las instituciones, las bienales. Para poner la relación entre arte y público como prioridad número uno. Creo que es más bien lo contrario: basta mirar al pasado. ¿Qué sabemos de la revolución de 1830? Delacroix. Y pinturas como La vuelta del malón permiten entender un momento de la historia argentina. El arte es de las primeras cosas que hicieron los humanos y probablemente de las últimas que vayan a hacer. No hay colectivo humano que no tenga una expresión de arte visual, a lo largo de la historia. Las preguntas son las mismas, adaptadas a cada momento.
-En el caso concreto de la guerra de Israel, ¿qué puede aportar el arte?
-Uno de los artistas invitados a la bienal es Forensic Architecture, un colectivo muy relacionado con Israel, que expuso en Proa. Ellos van por el camino de la objetividad, de los datos comprobables, reales, de situaciones en las cuales se vulneran derechos humanos y medioambientales. En este caso, el arte puede servir como una estrategia para desentrañar la realidad, puede explicarnos algo sobre el frente de batalla. Mira cualquiera de sus videos, en su página web, y es espeluznante. Los ojos del artista no sólo sirven para crear realidades, sino para entenderlas. Porque tienen herramientas visuales, espaciales, sonoras, que nos pueden ayudar. Y además, el arte puede revertir el proceso de amenaza al sistema democrático. Primero, porque puede poner en marcha procesos de imaginación política. Puede crear sus propias verdades, sus espacios de realidad, que generen nuevas formas de combinar el conocimiento. Sirve para mirar la realidad de otra manera, para girarla sobre sí misma, para cuestionarla. Y también, a veces, para soñarla. Los artistas que participan de esta bienal creen en el poder del arte y en que el mundo puede y debe progresar.
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