Fernando Aramburu: “Se puede ser cruel en esta vida y al mismo tiempo ridículo”
El reconocido autor de “Patria” viajó a Buenos Aires para presentar “Hijos de la fábula”, una disparatada aventura de dos improvisados combatientes separatistas
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Al novelista español Fernando Aramburu la fama lo tomó de sorpresa. Ciertamente no la buscaba cuando concibió Patria, una obra con el tenso dramatismo de dos familias desgarradas por la violencia política, por las muertes absurdas del terrorismo, por una ideología obtusa y criminal que se llevó vidas y sueños por delante.
Pero así fue, y Patria, traducida a 35 idiomas, donde retrató la violencia de la ETA, se volvió su marca registrada. Alguna vez le dijo en broma a su editor, aceptando cómicamente la realidad, que sus otros libros deberían decir, además del título, la palabra Patria en vez de Fernando Aramburu, para que el lector lo reconozca.
Ya escribía desde antes, desde siempre, y lo siguió haciendo con el mismo trabajo de orfebre con el que concibe cada nuevo proyecto. Después de Patria, multipremiada y convertida en serie por HBO, siguieron tres libros y acaba de lanzar Hijos de la fábula (Tusquets), una aventura donde dos jóvenes militantes de la ETA quieren lanzarse a la lucha armada… justo cuando la lucha se acaba.
“Se puede ser cruel en esta vida y al mismo tiempo ridículo”, dice Aramburu en diálogo con LA NACION, de visita en Buenos Aires para participar de la Feria Internacional del Libro, donde presentará su nueva novela.
-Esta semana se cumplieron cinco años de la disolución de la ETA, después de seis décadas de actividad. ¿Qué le dice a usted personalmente este aniversario?
-Este aniversario es muy significativo para muchas personas, para mí concretamente, no es el final de un dolor, de una herida, de una indignación, pero sí se ha concretado un gran alivio. Esa disolución ha sido efectiva. Yo nací el mismo año que ETA, en 1959, por tanto he estado toda mi vida cercano a este fenómeno. La violencia en mi tierra natal ha sido una cuestión que me ha afectado de una manera personal. Pude haber ingresado en esta organización, también tuve mis 13, mis 14 años y estuve expuesto a la propaganda y la presión grupal. Por fortuna no caí en este pozo, en este abismo de hacer daño a los demás. La sociedad vasca trata por todos los medios de rehacer los lazos sociales, creo que va por buen camino. No obstante, después de tantas décadas de terrorismo quedan huellas, quedan heridas, y quedan las repercusiones sociales de una tragedia que dejó más de 850 muertos.
-Esto conecta con su novela Patria, que fue un gran éxito internacional, donde está muy marcado el efecto en los lazos sociales, en la vida de distintas familias. ¿Qué experiencia le dejó Patria, mirada en perspectiva?
-Bueno, la novela Patria está ahora inevitablemente asociada a su enorme repercusión, al éxito que trascendió las fronteras españolas. Yo no era un escritor desconocido, pero tampoco uno que frecuentase las listas de libros más vendidos ni a quien se tradujese a otros idiomas, salvo excepciones. Entonces yo le estoy muy agradecido a Patria, porque me proporcionó algo que yo no tenía hasta entonces, que era lectores y una dimensión internacional que ni en mis sueños más audaces habría concebido. Lo asumo serenamente, veo todo lo que ha girado en torno a Patria como algo verdaderamente positivo en mi vida. He escrito otros libros con el mismo esmero, pero entiendo que con este libro, sin pretenderlo, sin ser consciente, toqué un nervio de la época, y no solamente en España.
-Muchas sociedades vivieron esas mismas batallas… ¿Sus lectores le buscan similitudes cuando viaja por el mundo?
-Sí, continuamente. Patria golpeó muy fuerte en aquellos países que tuvieron una historia similar a la que tuvimos los vascos. Particularmente en Italia, donde la novela alcanzó 19 ediciones, y también en Argentina causó gran impresión. Pero no a la manera de un texto que agrada o que entretiene, sino que realmente llega a las entrañas de los lectores porque les evoca una historia propia de violencia, de terrorismo, de persecución, de totalitarismo en su propio país. Los italianos tuvieron sus Brigadas Rojas y su mafia, los argentinos tuvieron sus Montoneros, su junta militar. En resumen, tuvieron sus viudas, sus huérfanos, sus desaparecidos. ¿Cómo se vive esto desde un punto de vista privado, desde el punto de vista de los ciudadanos normales y corrientes? Eso es lo que yo quise contar, eso es lo que a mí me parecía que era la tarea del novelista. Traté de mostrar cómo la historia colectiva repercute en las personas concretas, en personas mayores, en jóvenes, en personas que están relacionadas con lazos de amistad o de vecindad, lazos que se rompen por cuestiones que esas personas no han generado, pero que les salpican.
-¿Qué le pareció el traslado de la novela a la serie de televisión de HBO? Entiendo que usted participó…
-Desde mi punto de vista la serie está muy bien hecha. La serie, el guionista en concreto, encontró soluciones narrativas adecuadas a episodios que yo conté en mi novela. A mí me parece que la serie acertó de pleno a la hora de contar la historia, de elegir a los actores, de tal manera que ahora mismo yo soy incapaz de pensar en los personajes de mi novela sin ponerles los rostros de los actores. Fueron actores vascos, es decir que hay en ellos una naturalidad a la hora de expresarse, en su gestualidad, da la impresión de que no están actuando, sino que están realmente viviendo la historia que se está contando en la película. Yo tuve acceso temprano a los guiones, hice algunos comentarios, pero no me costó darles el visto bueno. Están hechos por el propio productor de la serie, Aitor Gabilondo. Es un hombre originario de mi ciudad natal, de manera que no había que explicarle cómo sucedieron las cosas, ni dónde ni por qué.
-¿Cuánto ayuda al relato que el director esté tan involucrado de manera personal?
-Hay que tener en cuenta que estamos manejando un tabú, estamos contando historias relacionadas con un dolor que se produjo, o sea hubo víctimas, y por tanto ahí hay como un freno moral para quienes escribimos novelas o para quienes hacen películas. Es decir, no podemos frivolizar sobre tragedias reales que han sufrido algunas personas. Por eso la aceptación, el reconocimiento de las víctimas del terrorismo de ETA de mi trabajo para mí ha sido una de las mayores satisfacciones que me produjo Patria. Comprobaron que se trataba con respeto a las víctimas, y con veracidad. Conseguir esto era para mí muy importante.
-¿Y cómo vivió la serie como espectador? ¿La experiencia que le produjo fue similar a la de la novela?
-No, no, es que una serie o una película impresiona mucho más que un texto. Cuando recibí la serie en ocho capítulos tuve que dosificar la visión porque me impresionaba mucho. Ante un texto el lector descifra, hay un paso intermedio, y la película se la monta el lector en la cabeza. Pero la imagen no da tregua, la imagen llega de golpe y su propia visualidad es impresionante. Yo no podía ver la serie sin que se me empañasen los ojos por la enorme veracidad de lo que se estaba representando en la pantalla. Me emocionaba mucho. Tuve que dosificar la visión y dejar para cada día un solo capítulo, porque después me quedaba la mente tomada por un torbellino de sensaciones, pensamientos.
-Y ahora salió la nueva novela, Hijos de la fábula, lanzada este año. ¿Qué lo llevó a escribirla?
-La historia es simultánea de Patria, son dos proyectos que se me ocurrieron al mismo tiempo. Las dos tramas nacen en el momento en que ETA decide parar la actividad armada, en 2011: no disolverse, se disolvieron siete años después. Sucede que acá hay dos muchachos que justo se acaban de incorporar a ETA cuando ETA para de actuar. Y esto no les gusta, querían participar en lo que consideraban un hecho histórico, y continúan por su cuenta. No tienen armas –ya es absurdo organizar una banda armada sin armas-, no tienen experiencia, no tienen dinero, no tienen apoyo social. Y entonces lo que ocurre puede tener un efecto cómico, pero en el fondo para mí es un drama. Es un drama que mueve a sonrisa porque se caricaturiza, se hace mofa de los agresores, de los que consideran que liquidando a otros seres humanos se puede mejorar una sociedad, se puede alcanzar logros políticos o sociales.
-De las varias líneas que tenía Patria pasó a esta historia de una especie de “patrulla perdida” de dos activistas, una línea con mucha fuerza. ¿A qué atribuye esta fuerza?
-Bueno, en parte porque todas estas cosas que yo cuento en torno al terrorismo vasco no los considero un tema, pues mi vinculación con este fenómeno es directamente personal. Es decir, yo no he descubierto este tema, me he documentado y entonces escribo, sino que es algo que está muy apegado a mi biografía, es algo que yo vivo, que llevo como una herida interna. Recuerdo compañeros de colegio que ingresaron a la organización, recuerdo víctimas mortales a las que conocí personalmente. Desde muy pronto sentí la necesidad de expresarme, desde la literatura, sobre todo esto que nos ocurrió por desgracia a los vasos y en parte a los españoles, pero sobre todo a los vascos, y entre vascos. Entonces no es raro que me exprese y que lo haga desde distintas perspectivas. En este caso recurrí a elementos paródicos. Me atrajo la posibilidad de deslegitimar la violencia con ayuda del humor.
-Antes también hablaba del efecto cómico, y es cierto que el humor y el absurdo están muy presentes…
-De hecho, eso no es enteramente obra del autor, sino que en la vida real se produjeron episodios directamente ridículos protagonizados por patrullas que cometían errores, chapuzas, a las que les pasaban contratiempos ridículos. Lo que ocurre es que no nos podíamos reír, porque entonces, cuando estaban activos, causaban mucho daño. Pero quien se documente descubrirá verdaderas chapuzas en la comisión de atentados, que contadas en la novela nadie se las creería o pensaría que son exageradas o que el autor se las ha inventado para hacer reír a los lectores. Se puede ser cruel en esta vida y al mismo tiempo ridículo. Cualquiera de nosotros puede perpetrar el mal y hacerlo de una manera ridícula. Y la literatura, que debe estar atenta a cualesquiera comportamientos humanos, está legitimada también para contar esas facetas ridículas de los crueles, de los que ejercen el mal.
Para agendar
Fernando Aramburu en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Mañana, a las 19, en diálogo con la periodista Hinde Pomeraniec. Sala Victoria Ocampo del Pabellón Blanco.
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