Feria del Libro: de la energía joven al emotivo homenaje a Almudena Grandes
En el último viernes de la edición 46 coincidieron charlas íntimas y conmovedoras con un encuentro multitudinario de adolescentes y jóvenes
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En un clima cálido, íntimo y muy emotivo, con lectura de sus textos y poemas inéditos de su marido, Luis García Montero, la escritora española Almudena Grandes fue homenajeada ayer en la Feria del Libro, “un lugar que adoraba recorrer” en cada visita a Buenos Aires, como recordó la editora Paola Lucantis en la mesa que compartió con el poeta y la periodista Diana Fernández Irusta. Ante una sala colmada, con las filas de butacas completas y gente sentada en la alfombra, el tributo a la autora de Las edades de Lulú coincidió con el Encuentro Internacional de Bookfluencers, que se desarrolló durante tres horas en la sala José Hernández, también repleta de público: en este caso, adolescentes y jóvenes que siguen en YouTube y en las redes sociales a los booktubers, bookstragammers y booktokers que participaron de las sucesivas charlas.
El último viernes de la edición 46 de la Feria no fue una excepción en cuanto a la convocatoria: como sucede desde el primer día, el público asiste desde temprano a La Rural y recorre en masa los pasillos de los ochos pabellones, que por momentos se vuelven intransitables. Con libros en las manos, mapas del predio, termos y mates y muchos con barbijos colgados de las muñecas, los jóvenes se hicieron notar por todos los rincones. Algunos, sentados en el pasto al aire libre; otros, en las tribunas de la pista central; y la mayoría instalada en los alrededores del pabellón rojo: así esperaron la apertura de puertas de la sala Hernández para ingresar a escuchar a sus ídolos del mundo digital.
Mientras tanto, muy cerca, en el primer piso del pabellón blanco, se formaba la fila para ingresar a la sala Adolfo Bioy Casares, donde se desarrolló el homenaje a Almudena, que murió en noviembre pasado. Ya desde el inicio, con las lecturas de fragmentos de las novelas Inés y la alegría, El lector de Julio Verne y El corazón helado, la emoción envolvió al público, las oradoras y al poeta, director del Instituto Cervantes y compañero de vida de Grandes.
“Recordar a Almudena es recordar los grandes momentos que vivimos juntas a lo largo de diecisiete años de amistad y de trabajo”, dijo Lucantis, emocionada. “Cada vez que venía a Buenos Aires era una fiesta. Había que preparar un kit antiácido para tomar después del raid de tragos y comida”, recordó la editora de Tusquets entre risas que resaltó, también con una sonrisa, que todos los libros de Grandes están dedicados a su gran amor, Luis. Fernández Irusta, que entrevistó a la autora en varias oportunidades, la definió con una palabra: “Generosidad” en el sentido más amplio posible. “En sus textos hay sustancia, piel, carne, sudor del deseo y del esfuerzo”, destacó.
Cuando llegó su turno, García Montero agradeció que el homenaje se hiciera en un lugar muy importante para la escritora como la Feria del Libro de Buenos Aires. “No voy a hablar de las obras de Almudena ni de la militancia que compartimos”, advirtió. “Voy a leer algunos poemas que escribí y escribo mientras negocio su enfermedad y su muerte. Veré si puedo; de lo contrario, ustedes comprenderán”. Y leyó, conmovido, cuatro poemas inéditos sobre el dolor, la despedida, el duelo.
En “Lectores” cuenta sobre una especie de pacto que mantenían: “No enfadarnos cuando el otro encendía la luz para leer mientras el otro dormía”. “También es el amor una luz negociada”, dice uno de los versos. “La resistencia” habla de la fuerza de voluntad de Almudena, que ya muy enferma un día se negó a que la internaran. Era plena pandemia y no se permitían las visitas. García Montero se coló con un guardapolvo de médico y pudo pasar la noche con ella. “En cuerpo y alma”, “un poco subido de tono”, según sus propias palabras, pregunta: “¿Puede hacerse el amor en vuestro cielo?”. Para la despedida, ya quebrado por las lágrimas, eligió “Un año y tres meses”, donde menciona la enfermedad, la quimioterapia, “la Navidad sin cabellera”, los cuidados paliativos. “No me quejo de verte morir entre mis brazos”, leyó antes de que la sala estallara en un conmovedor aplauso.
A las 20.30, hora del prime time, coincidió la charla entre Tute y Liniers, en la sala Julio Cortázar, y la presentación de La aventura de pensar, de Santiago Kovadloff, junto con las editoras. Adriana Fernández y Mercedes Güiraldes, en la sala Tulio Halperín Donghi, con cerca de 200 personas cada una.
Entre otros temas que recorre en su libro de ensayos reunidos, Kovadloff habló sobre sus obsesiones. “La primera fue la relación entre las palabras y las cosas. Siempre es conveniente que las cosas excedan la interpretación”, dijo antes de recordar la primera vez que escuchó a un docente hablar sobre filosofía. “La filosofía nunca fue una profesión, siempre fue una manera de situarme en el mundo”, agregó.
Coordinados por Sebastián de Caro, en la charla “La vida dibujada”, Liniers y Tute hablaron sobre la creación de sus respectivos personajes. Liniers le regaló a Tute el original de la viñeta publicada el domingo pasado en LA NACION en homenaje a Caloi, su padre, a diez años de su muerte.
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