Feria del libro: críticas y reclamos en la fiesta del reencuentro entre autores y lectores
Las dificultades que atraviesa la industria, como la escasez de papel y los precios, encontró eco en los discursos de funcionarios y autoridades, que dejaron inaugurada una edición que quiere ser récord
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Con un discurso duro y provocador, Guillermo Saccomanno se presentó anoche ante los invitados a la inauguración oficial de la Feria del Libro de Buenos Aires como el primer orador que cobró honorarios para participar del acto. Así, el autor se puso al frente de uno de los reclamos más urgentes de los últimos tiempos en el sector de la cultura: cobrar por el trabajo intelectual.
Pero Saccomanno se convirtió también en el primer invitado que repartió críticas no solo a funcionarios del gobierno nacional y porteño sino también a los responsables del sector editorial, las empresas papeleras, los organizadores y hasta los dueños del predio donde históricamente se celebra la Feria. Incluso rindió homenaje a dos escritores cubanos disidentes, Guillermo Cabrera Infante y Reinaldo Arenas, frente a la delegación cubana. “No es una novedad que nuestro país ha superado el 40 por ciento estadístico de pobreza y que la línea de hambre es impiadosa”, remarcó Saccomanno, el último orador del acto en el Restaurante Central de La Rural que se desarrolló en un clima calmo y respetuoso.
A sala casi llena, con cerca de mil personas, antes habían hablado el editor Ariel Granica, presidente de la Fundación El Libro (FEL); la representante de la delegación cubana Tatiana Viera Hernández; el ministro de cultura porteño Enrique Avogadro, y su par del gobierno nacional, Tristán Bauer, en ese orden.
En la reapertura del encuentro cultural, después de los dos años de suspensiones por la pandemia, no se registraron incidentes ni abucheos. Hubo emoción, abrazos y reencuentros entre editores, autores y demás invitados, mientras esperaban el inicio de la ceremonia. Luego, durante las intervenciones de los cinco oradores, reinó el silencio y, de tanto en tanto, ante alguna frase picante se desataron aplausos. No faltaron en los discursos de Granica y de Saccomanno los temas más sensibles que afectan al sector editorial en la actualidad: el desabastecimiento y aumento “desmedido” del papel, el “estrés de precios”, la inflación y el costo del dólar, las trabas a las importaciones, el bajo nivel de exportaciones de libros producidos en el país y el histórico reclamo de exención del IVA a las librerías. El presidente de la FEL pidió a “las autoridades monetarias” que dedicaran “unos minutos a nuestro sector” para agilizar los trámites de importación y exportación.
El ministro Bauer respondió el reclamo de Granica sobre el riesgo de cese de asignaciones especiales que concede la ley 27423 a la producción cultural y las bibliotecas populares con el compromiso público de “revertir este penoso legado que resultaría gravemente perjudicial para las diversas prácticas culturales”.
Por su parte, Avogadro hizo el discurso más breve de todos, con un balance de los aportes que su cartera hizo en estos últimos años al sector del libro y anunció que el Pase Cultural –que utilizan los chicos de escuelas públicas– tendrá un incremento especial de mil pesos para ser exclusivamente utilizados durante estas tres semanas.
Apenas tomó el micrófono, Saccomanno advirtió: “A algunos no les va a gustar”. Con humor e ironía, arremetió contra todos. “Decir feria implica decir comercio. Esta es una feria de la industria y no de la cultura, aunque se adjudique ese rol. En todo caso, es representativa de una manera de entender la cultura como comercio en la que el autor, que es el actor principal del libro, como creador, cobra apenas el diez por ciento del precio de tapa de un ejemplar”, dijo.
El escritor repartió, también, críticas a funcionarios del gobierno porteño, como la ministra de Educación Soledad Acuña, por lo que calificó como “exabruptos fascistas”, y al ministro Avogadro, que lo escuchaba sentado en la primera fila, por lo que consideró un menosprecio a los premios municipales. También aludió a una “candorosa” primera dama, Fabiola Yañez, sin nombrarla, “leyendo cuentos a los chicos de vacaciones en Mar del Plata” y al exministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta (que tampoco nombró), por proponer un “proceso de reorganización” educativo.
Un poco antes había recordado que cuando le ofrecieron ser el orador invitado del acto tuvo contradicciones, pero eligió “ahondar en la tensión”. “La literatura que me gusta no baja línea. Y, lo que escribo en esta hoja, tampoco baja línea. Simplemente soy descriptivo, estas son las cosas que se juegan para quienes elegimos este oficio. Inexorable, la tensión me impulsa hacia un nervioso desorden enumerativo. Asumo el riesgo de ser malentendido y juzgado como aguafiestas. Pero, a pesar del frenesí y la euforia de la organización y su expectativa en la facturación, nuestro presente no tiene mucho de festivo. Quienes me han leído saben que, acá, ahora, persisto en sostener una contrariada coherencia. Estoy convencido, estos datos y anécdotas tienen que ver con la escritura. No la determinan, pero inciden más de lo que me gustaría cuando viene el momento de publicar”.
Con todo, el escritor se declaró “no pesimista”. “Son varias las generaciones que, en el presente, desde la diversidad y la disidencia, están generando escrituras cuestionadoras. La crisis que afecta a la industria es tanto una realidad como la de quienes, a pesar de las dificultades colectivas y personales de toda índole, persisten en la escritura y creen que, si bien la escritura no puede transformar el mundo, puede hacerlo un poco mejor”. Y remató con: “No cambiaría este oficio por nada”.
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