Falleció a los 80 años la escritora Vlady Kociancich
Tenía 80 años; la autora de destacadas obras como “La octava maravilla”, “Abisinia” y “El secreto de Irina” trabajaba en una traducción y en una nueva novela
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Anoche murió en Buenos Aires, a los 80 años, la escritora, crítica literaria y traductora Vlady Kociancich. Su familia informó que semanas atrás había sufrido un accidente cerebrovascular, y que la escritora trabajaba en la traducción de una novela del italiano Leonardo Sciascia y en una novela propia. Kociancich era madre de dos hijos, Pedro y Marcelo, y tenía dos nietos. “Estaba muy activa y entusiasmadísima con la traducción; me leía fragmentos y los comentaba -dijo a LA NACION el editor Pedro Saccaggio, hijo de la autora-. También había retomado una novela y una recopilación de ensayos”.
Había nacido en Buenos Aires en septiembre de 1941. A partir de su primer libro, los relatos de Coraje, de 1971, y el segundo, la notable primera novela La octava maravilla, de 1982 y con prólogo de Adolfo Bioy Casares, comenzó a desarrollar una obra narrativa caracterizada a la vez por el cosmopolitismo y el arraigo a ambientes y entonaciones rioplatenses. Muchas de sus obras, además, se planteaban como reflexiones sobre el arte y la literatura.
Como estudiante de Letras en la Universidad de Buenos Aires, conoció a Jorge Luis Borges: fue su amiga y estudió con él inglés antiguo. Sus libros más recientes fueron El secreto de Irina, novela de 2016, y Cuadro de una muerte dudosa, una novela policial de 2010. También dio a conocer colecciones de ensayos como La raza de los nerviosos (ella misma pertenecía a esa raza, la de los escritores). Colaboró con artículos y reseñas en los diarios Clarín y LA NACION.
El editor Alberto Díaz publicó en Seix Barral la novela Amores sicilianos, donde Kociancich revela su amor por Italia, y Cuadro de una muerte dudosa, thriller ambientado en un pueblo bonaerense, entre otros títulos. “En broma, decía que la mayor influencia que Borges y Bioy habían tenido sobre ella era el hecho de que en cada entrevista le recordaran su vínculo con ambos escritores, aunque su literatura no tuviera tanta relación con la de ellos -dice Díaz-. Su mayor preocupación era encontrar el tono; para ella, el tono de una novela o un cuento era fundamental. Era una mujer de una cultura extraordinaria, observadora e inteligente, y apasionada de los viajes”. La obra de Kociancich se tradujo a varios idiomas.
Su versión al español de Con la soga al cuello, de Joseph Conrad, había sido muy elogiada. En 1988, obtuvo el Premio “Jorge Luis Borges” otorgado por la Fundación Konex y el Fondo Nacional de las Artes y, en 1990, el Premio Gonzalo Torrente Ballester por Todos los caminos. En 1992, ganó el Premio “Sigfrido Radaelli” otorgado por el Club de los XIII por la novela Los Bajos del Temor. Cabe mencionar además los grandes relatos de La ronda de los jinetes muertos y Cuando leas esta carta.
“Vlady Kociancich apareció en mi vida en 1982, y a raíz de mi actividad en el Centro Cultural San Martín a partir de la restauración de la democracia -recuerda la escritora Silvia Plager-. Desde el primer momento intuí una cultura enciclopedista similar a la de sus amigos, mucho mayores que ella: Bioy Casares, Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo, y otros grandes de una generación anterior. Pero somos hijos de nuestro tiempo y a Vlady le costó más la trascendencia ya que pertenecía a otra clase social y era tímida y poco afecta a la exhibición pública o porque los libros, como sus autores, tienen diferentes destinos. Nos hicimos amigas a pesar de nuestros mundos poco afines, salvo el amor por la literatura y por nuestros hijos. La admiraba y la admiro por esa atracción entre los opuestos. Ella era una mujer de porte aristocrático, altos estudios y relacionada con celebridades académicas. Si bien a ambas nos apasionaba la lectura y la escritura, hablábamos mucho de nuestras familias y de nuestro país. Kociancich deja cuentos, novelas y ensayos de gran calidad artística. Creo que el mejor homenaje es leer y releer su prosa exquisita. Nos vimos por última vez en el cóctel de los Premios Clarín de Novela. La pandemia nos separó durante dos años. Ahora, otro paréntesis involuntario nos aleja por un tiempo”.
La escritora Josefina Delgado conoció a Kociancich cuando ambas eran estudiantes de Letras. “En la Facultad de Filosofía y Letras, en aquella inolvidable calle Viamonte -cuenta Delgado-. Como muchos otros, tomábamos café en el bar Florida, frente a las librerías. Me acuerdo de haber recibido de sus manos La octava maravilla, su debut consagratorio. Con ella, los libros eran el vínculo. Mis preferidos son La octava maravilla, Abisinia, El templo de las mujeres, Amores sicilianos. Fueron novelas donde las mujeres mostraban sus sentimientos sin ninguna restricción, pero además decidían sus vidas buscando siempre encontrar un camino para la expresión. En el Borges de Bioy Casares, ella es quizás una de las pocas mujeres escritoras a las que no se critica. Alguna vez, cuando yo trabajé con Borges en su casa, Vlady llamó y fue inmediatamente atendida por el escritor”.
En una entrevista de 2017 con el blog de la librería Eterna Cadencia, Kociancich se refirió a la muerte. “A veces, en una noche estrellada de verano me he acostado en el pasto a mirar el espacio y durante unos minutos siento que estoy ahí, y la conciencia de pertenencia y de fugacidad me emociona, como un orgullo del breve paso de existir en el misterio tan oscuro como brillante de este mundo, sin atadura alguna”, dijo. Su literatura, atenta a ese misterio, es testimonio de una experiencia lúcida y sensible.
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