Falleció el librero y poeta Héctor Yánover
Fue director de la Biblioteca Nacional
Héctor Yánover fue poeta y librero. En calidad de tal, se convirtió en una fuente de referencias quizás única en la Argentina de hoy. Cada vez que alguien quería obtener un dato bibliográfico o encontrar un libro agotado, cada vez que alguien recitaba un verso y no recordaba el autor, bastaba llamar a Héctor, como todo el mundo lo llamaba, para que, con la precisión habitual, resolviera el problema.
Desde "Norte", la librería que había abierto en la avenida Las Heras, observaba la evolución de la cultura argentina con una contradictoria mezcla de escepticismo y entusiasmo y seguía aconsejando a los lectores.
Héctor Yánover, fallecido ayer, nació en Alta Gracia, Córdoba, el 3 de diciembre de 1929. Su madre murió cuando él tenía siete años. Lo criaron sus abuelos: eso suponía, como él declaró en una entrevista, "una infancia de calle".
Apenas terminó el servicio militar, el joven cordobés se vino a Buenos Aires. Tuvo suerte. Alguien le propuso hacer un turno nocturno de vendedor en una librería de la avenida Corrientes. Nunca salió de ese clima marcado por el olor del papel.
Su obra
Su primer libro de poemas fue "Hacia principios del hombre" (1951), al que le siguieron "Elegía y gloria" (1958) -que obtuvo la Faja de Honor de la SADE- "Arras para otra boda", "Las iniciales del amor", "Sigo andando" y "Otros poemas".
También publicó una novela de carácter autobiográfico, "Las estaciones de Antonio" (que incluye poemas), "Raúl González Tuñón" y "Memorias de un librero", quizá su libro más popular, en el que narraba lo que definió como "la picaresca del libro".
Las anécdotas insólitas, el humor, los personajes extravagantes, un estilo del que jamás estaba ausente el tono lírico, resumían la experiencia de un hombre que había tenido el privilegio de tratar a grandes autores como Julio Cortázar o Alejandra Pizarnik, pero también a extrañísimos lectores, así como a editores y dueños de imprenta. Esos amenos recuerdos tienen una segunda parte, que está a punto de aparecer en España: "Continuación de memorias de un librero".
El poeta Yánover desempeñó cargos oficiales en los que se manejó con la probidad, la gentileza y la ética que se apreciaban apenas uno apretaba su mano al saludarlo y veía su mirada celeste, franca y desbordante de calidez.
Fue director general de Bibliotecas Municipales de Buenos Aires desde agosto de 1989 a noviembre de 1990. Además, fue director de la Biblioteca Nacional de 1994 a 1997.
Pasión contagiosa
En la función pública y en la actividad privada trató de contagiar la pasión por la literatura. En 1967, Jorge Aráoz Badi, Samuel Grabois y Yánover crearon el sello discográfico AMB, destinado a la producción de discos en los que los poetas recitarían sus propios versos. Alcanzaron a grabar las voces de veinticinco escritores, entre ellos Borges. En 1999, Yánover creó una audición de televisión por cable, "La librería en casa", en la que aconsejaba a los lectores.
Como hombre y como poeta, Héctor Yánover amaba la vida vivida y la que leía en los libros, porque en las páginas de los grandes autores había aprendido a gozar del amor, la música y los colores. En uno de sus poemas publicado en LA NACION, dice: "Cuando te inclines frente al cajón/trata de tocarlo con la punta de tus pechos./Si entonces no me muevo,/ni me escuchas gemir /como en un ronroneo.../es que estoy muerto".
El velatorio de Héctor Yánover tendrá lugar hoy, a partir de las 9 en la Biblioteca Nacional. Su sepelio se realizará mañana, a las 11, en el Cementerio de la Tablada.