Falleció el artista Santiago García Sáenz
Era un pintor intérprete de la naturaleza
Con profundo dolor se realizó en el cementerio de la Recoleta el sepelio del artista Santiago García Sáenz, fallecido en la madurez de su pintura, abatido de manera inesperada por un brutal infarto masivo. Hoy hubiera cumplido cincuenta y un años. La muerte lo sorprendió en plena actividad, cuando planeaba su próxima exposición y pintaba en su rancho urbano del barrio del Once el primero de una serie de cuadros sobre las Invasiones Inglesas.
Como si presintiera sus últimos instantes, el año último, en esta misma fecha presentó un libro que reunía pinturas y textos autobiográficos con el título de "Angel de la Guarda, cincuenta años de dulce compañía". Aquella fue una noche inolvidable en el Museo Fernández Blanco. Recibió el cariño de los amigos y la gratitud de los coleccionistas por haber interpretado con su pintura mística la naturaleza de manera sublime.
La sinceridad de sus óleos y el candor con que reflejaba el paisaje, acompañando siempre sus estados de ánimo, fueron forjando un estilo personal, en el que se fundían con naturalidad sus creencias religiosas, su devoción y su amor al campo, al que daba rienda suelta en los largos veranos de Mar del Sur.
"Pintor de pampas, apariciones, selvas y milagros", como lo definió el crítico Damián Bayón, García Sáenz había logrado prescindir de las modas y los modos, para encauzar su arte, al igual que el oriental Figari, por una senda muy personal, inundada de lirismo. En sus paisajes urbanos, idealizaba lo formal hasta transformar en un "paraíso miltoniano" el trajín de la Facultad de Medicina y el vecindario de la plaza Houssay. Siempre dijo que su mejor taller era el galpón del campo. Allí desplegaba sobre la tela los verdes selváticos de Cochori, donde encontraba la felicidad en la libertad del galope a campo traviesa.
En 1997 obtuvo el primer premio en el certamen de pintura joven de la Fundación Fortabat y, en mérito a su producción, en 2002 accedió a una beca del Fondo Nacional de las Artes. Expuso en muestras colectivas en el Museo de Bellas Artes, el Palais de Glace y el Centro Cultural Recoleta, entre otras salas, y su obra quedó reflejada en los murales de la estación Medalla Milagrosa del subterráneo porteño.
García Sáenz parecía pedir perdón con su pintura. Con ellas daba las pruebas de su gratitud, de su complicidad con el Angel de la Guarda que le había dado 50 años de dulce compañía.
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