Fabián Casas: "Sin una dosis de ficción, la vida se vuelve muy hostil"
Aunque publicó, tras diez años de silencio, una nueva novela, Titanes del coco, creeque todo lo que escribe es poesía; lucha por dejar de ser un "rey esclavo"
Llevaba diez años sin publicar una novela. Por eso, dice, ahora que Emecé editó Titanes del coco muchos le preguntan por qué había dejado de escribir ficción. Pero no fue así. Fabián Casas trabajó durante ocho años en los relatos que integran su reciente libro, que transcurre en una época en la que todavía estaba permitido fumar en las redacciones. La trastienda de un diario, lo que sucede tras bambalinas mientras se prepara la edición del día siguiente, es uno de los ejes que recorren los capítulos. Hay otros, como la relación de Andrés Stella, joven periodista en ascenso, con una inquietante mujer que lo lleva a incursionar en un deporte extraño: el triping o el arte de treparse a los techos, que Casas practicaba de chico en el barrio de Boedo y en el que suele recaer cuando viaja por el mundo.
El libro tiene varias líneas de argumentos que se cruzan, se mezclan y también se contradicen. En algún momento pensé que iba por un camino, pero no resultó, y entonces quedó parado uno o dos años. Cuando retomaba, cambiaba el narrador o el punto de vista, simplemente para alejarme de los personajes reales y convertirlos en ficción. Cuando siento que el personaje que lo motivó devino en ficción, recién siento que la historia empieza a funcionar.
La ficción es importante porque es lo que hace avanzar la vida que, para mí, es como un guiso espeso. Si no le agregás pequeñas dosis de ficción, la vida se vuelve muy hostil. No me pienso como escritor, que es algo que te limita mucho. Cuando doy clases, siempre les digo a mis alumnos que cualquier técnica de escritura que uno aprenda si no sirve para la vida tampoco servirá para escribir.
Trato de trabajar en contra de mi voz personal. Es algo difícil porque lo personal siempre aparece. Ésa es una experiencia que da cuenta de tu yo. Y ése es un lugar, para mí, muy limitado y tiene que ver con procedimientos de la vanidad. Me resulta poco productivo para buscar la felicidad. Por lo general, en esos entramados me siento agobiado, triste y esclavo. En cambio, cuando surge la voz extraña, que es aquella que está puesta al servicio de los demás, que funciona como una apertura del foco de la realidad, me siento más libre. La voz extraña irrumpe y te dice algo. Un día me dijo: "La narración lineal es el fracaso". Traté de trabajar con esa idea en el libro.
Que parte de la historia transcurra en una redacción tiene que ver con muchas cosas. Una es que no tengo imaginación. Entonces, trabajo con lo que tengo a mano. Estoy como encerrado con un solo juguete y les tengo que sacar agua a las piedras. Por otro lado, trabajar en redacciones fue una experiencia importante para mí. Trabajé en Clarín en los años noventa y después, en el diario Olé. Ésta es una época en la que la discusión está tan colocada en monopolios sí o no, que me pareció que parándome en ese lugar para narrar no iba a conseguir nada interesante. Tenía que pararme en otro lado para decir la verdad: que somos todos esclavos, que vivimos en un mundo hostil y que lo único que te salva es el trabajo con la gente y tener una actitud de servicio con los compañeros. No de hostigamiento. Eso es lo que quería decir. Y quería dar cuenta de todo eso en el tramo que tiene que ver con el periodismo, que es sólo una parte de la novela.
Dejé de hacer periodismo, sólo escribo unas columnas para Perfil. Pero fue una fuente de ingresos, también una forma inquietante de mirar la realidad. Creo que aun en medios estereotipados y conservadores hay periodistas que le hacen trampa a la matrix y transmiten poesía. Soy lector de diarios. Leo casi todos a la mañana. Me encanta lo que me transmite el diario de papel, tocarlo, ver las fotos, me produce mucho placer. No me imagino un diario puramente virtual.
Después de publicar mi poesía completa, no volví a publicar poemas en verso. Me preguntan si dejé la poesía. La verdad es que espero seguir escribiendo poesía. Espero que este libro sea poesía. Yo escribo como escribía los poemas, salvo que en lugar de ser una respiración cortada de verso es una respiración de prosa. Mi idea de poner el texto en estado de incertidumbre y de pregunta es igual que cuando escribía en verso.
Como lector busco que el libro, de alguna manera, no esté digerido, que sea riesgoso, peligroso y que me permita sumar mi experiencia. También, ser construido como lector por el libro. No como esos libros que se pueden leer mientras uno hace otras cosas. A mí me gustan los libros que cuando los leo me lleven a vivir en ellos. Me pasa con algunos autores contemporáneos, como Luciano Lamberti, que tiene libros muy chiquitos que me dejan atrapado durante la lectura. O Tolstoi, que te lleva a vivir en el libro.
Todos mis talleres son de cruces de géneros, aunque los llamen de narrativa o de poesía. Yo trabajo así. Y, por supuesto, quienes no se sienten cómodos con eso se van. También tengo que estar preparado para eso. Por ahora, me resulta muy gratificante. Y eso es un honor. A mí me pasó lo mismo con otras personas. Siempre les digo a mis alumnos: hay dos clases de reyes. El que se cree que es rey: ése es el esclavo. Y el otro es el rey, que está en todos lados. En el día, si tenés suerte, te lo podés cruzar dos o tres veces: tal vez maneje un taxi, te venda una pizza o, tal vez, sea tu hijo o hija. Hay gente que está tan obnubilada que lo único que ve es el rey esclavo. Yo me siento un esclavo que identificó su esclavitud y trata de luchar contra eso.
Este año fue de muchos cambios. Dejé de hacer periodismo, nos mudamos, nació mi segundo hijo: tengo una nena de cuatro años, Ana, y Julián, de nueve meses. Desde que nació no hago karate y lo estoy sintiendo en el ánimo. En el karate, la técnica no tiene importancia; lo importante es el desarrollo espiritual. Pienso lo mismo para la literatura. El karate también detiene el diálogo interno: cuando estás ahí, sólo pensás en karate, en la respiración, en mantener el equilibrio, en lograr los katas, que son movimientos de ataque y repliegue. Salís de la clase con una limpieza mental.
En el blog Sobrevuelos cuervos, de Viggo Mortensen, publicamos las cartas que nos mandamos todo el tiempo. Es un blog de género epistolar. Nos escribimos muy seguido porque nos vemos poco. Hablamos de todo, va más allá del fútbol y de San Lorenzo. La muerte de su mamá. La vejez de mi viejo. El nacimiento de mi hijo. Cosas de la vida cotidiana. El fútbol, para mí, es una conexión directa con la infancia. Es el lugar donde nací, es el comienzo de la amistad, el olor del cuerpo de mi papá. Ser hincha de fútbol es una neurosis. No tiene explicación. Es una experiencia insostenible desde la razón.
Fabián Casas, Buenos Aires, 1965
Narrador, poeta, ensayista, acaba de publicar la novela Titanes del coco (Emecé). Entre sus libros figuran Horla City y otros, con su poesía reunida; La supremacía Tolstoi; Ensayos Bonsai; Ocio y Los Lemmings y otros. Fue guionista de Jauja, película de Lisandro Alonso protagonizada por su amigo el actor Viggo Mortensen. En 2007 ganó el premio literario Anna Seghers, de Alemania.
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