Exposición de Fabiana Barreda
Hasta el domingo se pueden ver sus obras más recientes en el Centro Cultural Recioleta. La artista combina la tecnología con la contemplación zen. Mirá el video
En la calle arrecian las noticias sobre la crisis económica, se escuchan agoreros anuncios de colapso ambiental, asoman las huellas de un extenuado clima de época. Mientras, en el Centro Cultural Recoleta, un hombre y una mujer se encuentran y de la intimidad de su abrazo nace la posibilidad de un nuevo cosmos. El video se llama Constelación , fue realizado por Fabiana Barreda y se presenta en el marco de la muestra Caminata lunar . Realizada con el apoyo del Banco Ciudad, sintetiza los últimos cuatro años de trabajo de la artista: un recorrido por obras en las que el erotismo y la búsqueda espiritual poco tienen que ver con una ingenua apuesta al optimismo.
"Para mí, el arte te lleva a un espacio sagrado, esotérico, de conexión espiritual y emocional. Recuperar esa posibilidad por medio de lo tecnológico y de la situación artística es? como una gracia", asegura Barreda, quien ya piensa en futuras líneas de trabajo, marcadas por su interés en la comunión entre estética, mística y naturaleza que propicia el arte japonés. "Lograr imaginarios contemporáneos sobre arquetipos muy antiguos: eso me interesa -explica-. Porque hablamos de la vida, de la transmutación, la felicidad, el amor y de un montón de cosas que uno necesita para ser feliz, pero también se necesita la imagen que haga creer que eso existe."
Los comienzos de esta búsqueda podrían remontarse a los primeros años noventa, cuando una Fabiana recién recibida de psicóloga decidía que lo suyo sería el arte. Rigurosa y tenaz, desarrolló una sólida formación en psicoanálisis, filosofía e historia del arte, trazando un mapa creativo en el que la noción de la cura y la pregunta sobre el deseo serían brújula y obsesión. "Junto con quienes cuidan a la gente estamos los artistas, que cuidamos los imaginarios -dice-. Porque el imaginario es el deseo realizable, el deseo potencial, lo que te da un proyecto futuro, el devenir."
Alrededor de 1998 nació el Proyecto Hábitat , una interrogación sobre las arquitecturas -emocionales, sociales, afectivas, culturales- que constituyen lo humano. Durante unos diez años abordó el desamparo y las inesperadas iluminaciones provistas por los espacios urbanos, las promesas de la arquitectura moderna, las utopías latentes en toda mirada crítica. Y la idea de hogar, uno de los temas más insistentes en las circunvalaciones de su fecunda espiral creativa. Un concepto que, aunque remita a situaciones arcaicas, le permite pensar a la mujer desde el imaginario actual y desde la integración entre lo femenino y lo masculino.
Este universo conceptual se corresponde con una poética visual en la que lo tecnológico tiene especial protagonismo: de la fotografía papel a las cajas de luz, de las videoproyecciones a los leds , del acrílico a las pantallas de plasma, la artista no duda a la hora de incorporar nuevos soportes: "No soy especialmente tecnológica, pero sí tengo una intuición certera acerca de cuál es el mejor modo de narrar lo que quiero decir".
-¿Es posible trasladar lo sagrado a la alta tecnología?
-Me gusta que algunos artistas lleven arquetipos junguianos del año 2000 a. de C. a soportes futuristas; el arte logra atravesar todas las capas culturales. Por otra parte, nuestra vida cotidiana está construida con estas paredes lumínicas; nuestra memoria, nuestra arquitectura emocional, nuestro sistema corporal participan de este nuevo paradigma digital.
-¿Cómo se articula esto con tu interés en la cultura oriental?
-Como soy muy occidental, no sé si podría realizar una práctica budista. Pero por medio del arte puedo buscar algo que el budismo al menos se pregunta. Esto que habilita el jardín zen: un espacio estético de contemplación.
FICHA
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