Explosión en colores: el arte de dibujar con pólvora
El famoso artista chino Cai Guo-Qiang expone en Buenos Aires sus sorprendentes creaciones con fuego
Paren!", gritan las asistentes de Cai Guo-Qiang. El hombre alto, flaco y canoso, con corte estilo mohicano, se acerca con los brazos en alto y dice algo en chino a decenas de estudiantes argentinos que han comenzado a colocar quinientas flores y mil hojas de cerámica sobre un gran lienzo blanco, en este gigantesco galpón de La Boca.
Las asistentes traducen, en inglés y castellano: será él quien ubique los objetos sobre el lienzo, para luego quemar pólvora sobre ellos y dejar su silueta marcada en la tela. Los voluntarios deberán alcanzarle ramos con flores en distintos grados de floración, con los que creará una enredadera. Las flores y su "sombra" marcada a fuego integrarán una de las obras que, por primera vez en la Argentina, presentará este artista a partir del 13 de diciembre y durante todo el verano en la Fundación Proa (Pedro de Mendoza 1929).
La variedad es un valor central en el trabajo de Cai, nacido en China en 1957, que vivió en Japón y conquistó el mundo con el trabajo que realiza en Nueva York. Es reconocido, sobre todo, por haber logrado unir polaridades: la tradición con lo contemporáneo, Oriente con Occidente, la sutileza con el trabajo a gran escala, lo físico con lo metafísico, la ciencia con el arte, la destrucción con la creación, la belleza de una imagen con su significado profundo.
"La muestra se llama Impromptu, que significa improvisación, estar conectado con el momento. Es algo que relaciono con la cultura argentina; en el tango también hay mucha improvisación", dijo Cai ayer a LA NACION, al dar inicio a una semana de producción in situ.
Desde hoy, ante las cámaras de televisión, realizará con pólvora paisajes inspirados en su reciente visita a Misiones y a Salta, así como retratos de bailarines de milonga. El ritmo del 2x4 inspirará a su vez la obra más esperada: el "proyecto de explosión" que iluminará la estructura del puente transbordador la noche del 24 de enero.
Habrá que ir dispuesto a experimentar algo nunca visto. Pese a su aspecto sereno y su tono dulce al hablar, Cai es un hombre que siempre busca cruzar los límites. No duda, por ejemplo, en romper el piso de un museo para crear una laguna artificial y llenarla con tinta.
Tomar riesgos, una filosofía
"Éste es el día más riesgoso", anuncia Mariluz, una de las asistentes del artista, junto a las mechas que esperan ser encendidas. Explica que su jefe está por hacer algo que jamás hizo antes. "No sabemos qué va a ocurrir, es totalmente impredecible", aporta su compañera, Chinyan, mientras sonríe y se encoge de hombros.
Los cincuenta voluntarios de la Universidad Nacional de las Artes (UNA) y los alumnos del Instituto de Avellaneda que crearon las flores de cerámica escuchan en silencio absoluto. Y observan con temor a un bombero que acerca varios matafuegos.
Los habitantes de los países donde realiza sus exposiciones siempre son convocados por Cai, quien considera al público una energía que completa sus obras. Heredero de la tradición confuciana, procura practicar la tolerancia y que nadie quede excluido.
Ésta es su tercera visita a la Argentina en un año: después de haber dialogado con bailarines de tango y músicos en viajes anteriores, se entusiasmó en Misiones con las figuras de animales que los guaraníes realizan con maderas quemadas y colaboró en Salta con un grupo de collas que pintaban una tumba.
El legado de sus antepasados, que creían en el poder de las cosas invisibles, está muy presente en sus obras. En ellas puede evocar tanto el Feng Shui y la medicina China como la cosmología taoísta o la filosofía budista. Para simbolizar la humanidad suele apelar a animales; los más salvajes y agresivos -tigres, leones, lobos y cocodrilos- ganaron protagonismo desde el 11 de septiembre de 2001.
En 2006 creó en Berlín una instalación en la cual una manada de lobos choca contra una pared de vidrio, de la misma altura del Muro de Berlín, para volver a intentar cruzarla una y otra vez sin sentido. Siete años más tarde hizo en Australia Herencia, una laguna de la que bebían depredadores y presas en armoniosa convivencia. Y hace unos meses presentó en Shanghai La novena ola, un Arca de Noé con animales enfermos de todas las especies y una bandera blanca ondeando en el mástil, en clara alusión a la crisis ecológica que enfrenta el planeta.
Sabiduría oriental
Cuando era chico, Cai solía mirar cómo su padre pintaba paisajes en pequeñas cajas de fósforos. Sentado sobre sus piernas, aprendió que "un espacio pequeño puede abarcar todos los rincones de la tierra". Esa mirada universal le valió el León de Oro en la 48» Bienal de Venecia (1999), entre otros importantes premios, y su nombramiento como director de los efectos visuales y especiales de las ceremonias de apertura y clausura de las Olimpíadas de Pekín en 2008.
Finalmente, en el galpón de La Boca, las mechas se encienden. El fuego comienza a arder hasta que se apaga, sin grandes estridencias. Los voluntarios separan del lienzo las flores quemadas. Entonces Cai descubre que algo falló: hay que volver a repetir la experiencia porque no se distinguen en la tela las campanitas de la enredadera. Una planta que ha visto en muchos lugares de Buenos Aires y que, según él, simboliza "el crecimiento natural, orgánico, sin forma fija y muy vital".
Sentado, impasible frente al resultado fallido, el artista demuestra su sabiduría oriental. Antes de volver a empezar, recuerda entusiasmado cómo fue el "viaje mágico" que realizó este fin de semana por el norte argentino.
"Pensé que ya sabía lo que iba a encontrar -cuenta-, que iba a ver las Cataratas desde una perspectiva humana, como en una postal. No esperaba verlas desde la perspectiva de un pájaro, que es la que llevaré a mis dibujos."
En Salta, en cambio, se identificó con los cactus. "Fue un fenómeno extraño ver cómo absorbían la humedad en un terreno tan árido, bajo un cielo en el que la luz del sol convivía con nubes espesas, como una bruma. La luz y la oscuridad en equilibrio. Como en mis obras."
Un perfil muy singular
- Cai Guo-Qiang
- Profesión: artista
- Edad: 56 años
- Origen: Quanzhou, China
- Estudió escenografía en el Teatro de Shanghai
- Entre 1986 y 1995 vivió en Japón, donde comenzó a trabajar con pólvora, una investigación que lo llevaría a experimentar con explosivos en gran escala
- Su obra incluye dibujo, instalación y performance
- Obtuvo el León de Oro en la Bienal de Venecia (1999), donde curó en 2005 el primer pabellón nacional de China. En 2008 dirigió los efectos especiales de las ceremonias de los Juegos Olímpicos en Pekín
- Reside en Nueva York y exhibe en todo el mundo
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