Evocan a Pedro Henríquez Ureña, gran humanista dominicano
Abrieron un pabellón con recuerdos de su vida en la Biblioteca Nacional de su país
Hace hoy 60 años, mientras se dirigía en tren a La Plata para dar clases en el Colegio Nacional, fallecía Pedro Henríquez Ureña, el gran filólogo y humanista dominicano que vivió en la Argentina desde 1924.
Quiso a este país desde que vino por primera vez en 1922, invitado a dar una conferencia sobre "Utopía de América" en la Universidad Nacional de La Plata. Aquí escribió y enseñó, se vinculó a la revista Sur, de Victoria Ocampo; fue académico de Letras y colaboró muchas veces con LA NACION.
Al cumplirse este aniversario, su hija Sonia Hernández Ureña de Hlito quiso donar un cofre con objetos personalísimos del literato a la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña de la República Dominicana, que inauguró un pabellón en su memoria. El legado incluye documentos de identidad, agendas en las que anotaba de puño y letra compromisos y teléfonos de amigos, una billetera con sus iniciales, y otros objetos que dan cuenta de su vida personal y social, de sus amistades y obligaciones.
Sonia, viuda del pintor Alfredo Hlito (1923-1993), dejó plasmados recuerdos de la vida de su padre (1884-1946) en "Pedro Henríquez Ureña: Apuntes para una biografía", obra publicada en México en 1993. A su vez, Enrique Zuleta Alvarez, académico de Historia, da una detallada visión de su vida y su influencia intelectual en las 450 páginas de su libro "Pedro Henríquez Ureña y su tiempo. Vida de un hispanoamericano universal" (1997). Y el cirujano René Favaloro lo evocó en su libro "Don Pedro y la educación" (1994).
Favaloro fue uno de los muchos discípulos de Henríquez Ureña, como su compañero de aula el neurólogo Alberto Delmar. Otro alumno que siempre lo recordó fue Ernesto Sabato. Un día en que lo vio cargado con pruebas escritas de adolescentes alumnos del Colegio Nacional, Sabato le preguntó: "Maestro, ¿por qué pierde el tiempo en eso?". Y él le contestó: "Porque entre los alumnos puede haber un futuro escritor".
La hija de Henríquez Ureña le encomendó entregar los recuerdos en mano al abogado y poeta Carlos María Romero Sosa, que viajó invitado por el secretario de Cultura dominicano, José Rafael Lantigua, a la IX Feria del Libro de Santo Domingo, que acaba de terminar.
Amistades literarias
Romero Sosa, colaborador del matutino Listín Diario, de esa ciudad, dio en esa feria una conferencia sobre "Amistades literarias entre la República Dominicana y la República Argentina" y participó de un coloquio sobre "Pedro Henríquez Ureña a 60 años de su muerte", con el presidente de la Academia de la Lengua de ese país, Manuel Matos Moquete, y la secretaria, Irene Pérez Guerra. A la misma feria fueron invitados, de la Argentina, María Kodama, que evocó a Jorge Luis Borges, y la abogada María Cristina Giuntoli, que habló sobre el acoso moral en el trabajo.
"Mi padre fue alumno de Henríquez Ureña; pasados los años, al revisar su biblioteca, encontré un libro de su maestro y, adentro, un poema que mi padre había escrito el mismo día que lo conoció, en septiembre de 1940, impresionado por su personalidad", comentó Romero Sosa.
Antes de ser llevado el legado, LA NACION pudo ver los recuerdos del intelectual dominicano. Por ejemplo, una libreta de direcciones y teléfonos en la cual aparecen el músico Manuel de Falla, el literato español Juan Ramón Jiménez (por entonces en los Estados Unidos), Ernesto Sabato, León Benarós... Otras libretitas dan cuenta de sus clases en Harvard, en 1940 y 1941; de encuentros de escritores en la casa de Victoria Ocampo en 1944. No faltan documentos más sencillos, como un carnet de afiliado a la Caja de Jubilaciones, de 1924, u otro de socio del Jockey Club de La Plata, de 1928. Y una credencial de la Academia Argentina de Letras, firmada por Carlos Ibarguren y Carlos Obligado, en 1943.
Curiosamente, entre los documentos que ahora se exhiben en su país natal, se encuentra un abono de tren entre Plaza Constitución y La Plata del mes y año en que murió.
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