Evocaciones prodigiosas
Yo confieso, del catalán Jaume Cabré, es una extensa saga que hace coincidir con maestría en una misma trama la historia familiar y gran parte de la historia europea
Tras aclarar que el 27 de enero de 2011 dio por "definitivamente inacabada" esta formidable novela, el catalán Jaume Cabré (Barcelona, 1947) agregó nueve páginas con el detalle de las casi 200 personas que aparecen en ella, incluido el afamado fabricante de violines Lorenzo Storioni, quien sumó su refinado oficio al exhibido, antes que él, por Stradivari y Guarnieri. El instrumento, llamado Vial, fue el primero hecho por Storioni y en su caja aparece 1764 como año de fabricación, además de unos misteriosos signos. Juega un papel destacado en el libro, como motor de una tan prolongada como tenebrosa crónica en la que desfilan inescrupulosos de toda laya, capaces de encarar del peor modo (fraude, traición, suplantación de identidad, asesinato) su avidez por poseerlo.
Considerando sólo ese ángulo, Yo confieso asoma en un comienzo como un elaborado texto de índole policíaca, cuya violencia, claves y enigmas hacen recordar al Eco de El nombre de la rosa . Paulatinamente se advierte, sin embargo, que la densa saga generada por el Vial no es más que la punta de un iceberg y que la masa que lo sustenta conforma una materia mucho más compleja.
La larga evocación está protagonizada por Adrià Ardèvol, un niño prodigio que para compensar la falta de amor de sus padres -divididos entre el objetivo de que llegue a ser un eximio violinista (la madre) y que sea un hombre culto (el padre)-, pasa horas recluido, entregado a las más diversas lecturas y acompañado sólo por dos pequeños muñecos, el sheriff Carson y el indio Águila Negra.
Adrià le narra su historia a Sara Epstein, con quien vive un gran amor, desde su juventud hasta la madurez. Le habla de su niñez, de lo que fue aprendiendo en textos esclarecedores y en objetos que hay en la tienda de antigüedades de Félix, su padre. Y le sigue contando después, cuando adulto, y hasta cierto momento de la madurez. Libros y piezas lo llevan a descifrar asuntos sorprendentes de su familia, del siglo XIV al actual, en episodios ocurridos en Europa, África y Medio Oriente. Basado en lo que advierte en la obra de los trágicos griegos, Adrià comprende que los hechos más ominosos del presente son siempre resultado de los que tuvieron lugar en el pasado, e ilumina así la responsabilidad que ha tenido respecto del terrible trance en el que muere su padre.
De esto último surge el título Yo confieso . Aquella sensación del ser culpable, instalada en la reconstrucción de Adrià, también está presente, en versión encubierta o no, en casi la totalidad de los personajes, como un rasgo extendido del comportamiento humano. Así, la trama íntima y de puertas adentro desemboca en el macrocosmos, es decir, la historia europea, y pone mayor acento en sucesos de fuerte resonancia: la Inquisición, la Guerra Civil Española, la de los Balcanes (la de las primeras décadas del siglo XX y la que concluyó en 2001) y las dos contiendas mundiales.
Cabré entra pues en otro tema de gran significación: el de la existencia del mal. Por lo demás, el autor de esta notable novela abunda en originalidades: con el indirecto libre mixto no sólo cambia de la primera persona a la tercera, sino que además altera con maestría el tiempo de narración, desandando súbitamente el presente para ir al pasado, o rinde deliciosos homenajes, como comenzar un capítulo "plagiando" el inolvidable inicio de Cien años de soledad .
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