Evaluadores editoriales, ¿policías de la sensibilidad?
Los sensitivity readers se suman a la cadena del libro para alertar sobre estereotipos, prejuicios y ofensas
En la industria editorial, el circuito por el que debe pasar un libro para llegar a los anaqueles de las librerías está compuesto por una serie de instancias de control que van desde los editores de contenidos y correctores de estilo hasta los encargados de analizar la viabilidad comercial de los proyectos. En el último tiempo, a este grupo de profesionales se sumó una categoría: los sensitivity readers.
Esta figura surgió en el mercado editorial anglosajón con el auge de las novelas juveniles con personajes LGBT, grupos marginalizados (musulmanes, hindúes y asiáticos) o temáticas controvertidas (racismo, homofobia o abuso sexual). La función de los sensitivity readers consiste en revisar los manuscritos en busca de estereotipos o prejuicios y alertar a los autores y editores sobre los riesgos de su publicación: "Yo subrayo todo, desde los elementos micro -como elecciones de frases y palabras- hasta los más amplios -como las instancias narrativas y estructurales-. Marco problemas y doy ideas de cambios", cuenta Dhonielle Clayton, sensitivity reader afroamericana que revisó más de 30 libros infantiles el año pasado.
En una época de creciente aceptación de la diversidad sexual y cultural, un indicador de esa legitimación es el ingreso de estos personajes a los productos de la cultura popular. Sin embargo, es común que sus historias se encuentren delineadas de forma esquemática y organizadas en torno a preconceptos que circulan por los discursos sociales. Según Anne Hecker, autora de la novela When the Beat Drops, la experiencia de trabajar con sensitivity readers no solo fue positiva sino que le permitió a su libro dar un salto de calidad: "Me sugirieron nuevos términos y temas a investigar para que las vidas de mis personajes fueran más auténticas. Y, quizá, lo mejor de todo, fue que me abrieron los ojos a los prejuicios que tenía arraigados sobre cómo percibo a las personas de todas las razas".
Si bien este tipo de experiencias hacen pensar en una relación de convivencia ideal entre autores y lectores, no todos los casos son iguales. La novela de Keira Drake, The Continent, tuvo que demorar su publicación por una campaña en su contra en las redes sociales y solo pudo salir a la luz luego de una forzada reescritura. Este hecho generó una catarata de críticas en medios como The New York Times y The Guardian, que calificaron a los sensitivity readers como policías de la sensibilidad y cuestionaron el poder que comenzaban a ostentar en la configuración de los productos de la imaginación.
Y por casa cómo andamos
En el ámbito local, mientras tanto, la sensibilidad sobre estos temas es mucho menor que en los Estados Unidos, donde una serie de posteos en Twitter puede ser decisiva para el éxito o el fracaso de una publicación. Sin embargo, frente al crecimiento de publicaciones infantiles y juveniles sobre el bullying, la depresión o el suicidio, algunas editoriales comenzaron a utilizar una figura preexistente: el evaluador editorial. Así, se aseguran tener asesores para abordar cuestiones delicadas: "Trabajo con un equipo de evaluadores en los libros que abordan temáticas que pueden herir sensibilidades o resultar ofensivas. Hace poco contraté una novela que tiene al aborto como temática principal; hice un trabajo minucioso de lectura y conté con el apoyo de dos lectoras para estar seguro de que no sonara ofensiva, independientemente de la postura que uno pueda tener con respecto al aborto", comentó a la nacion Leonel Teti, director de editorial Puck, con un catálogo de varios títulos juveniles con temática LGBT.
La función de los evaluadores editoriales consiste principalmente en analizar la potencialidad comercial de los proyectos, teniendo en cuenta las características del mercado de la LIJ. Es por eso que los perfiles que las editoriales buscan para este trabajo son los de quienes consumen ese tipo de literatura: bloggers, booktubers, instagrammers. "Cuando evaluamos publicar originales infantiles-juveniles con tramas que contengan algún personaje Lgbtq+, contamos con lectores que sabemos que son sensibles a estas tramas para que nos hagan informes de lectura. El foco principal está en saber si les gusta el libro o no, pero sabemos que ellos nos harán comentarios por estas cuestiones a atender", explica María José Ferrari, editora del Grupo Planeta.
En los informes de lectura, las observaciones que aparecen con más frecuencia objetan el lugar preponderante que se le da a la orientación sexual de los personajes. Cuestionan que se focalice más en los traumas de la salida del closet o los conflictos con la mirada ajena antes que en el desarrollo de los personajes como seres independientes de su sexualidad. Algo parecido sucede con los textos que trabajan sobre cuestiones de género y que proponen una mirada que opone "a las rubias como tontas y a las machitas como cool", en palabras de los propios evaluadores.
En libros como Qué nos hace humanos, de Jeff Garvin, o Paperweight, de Meg Haston, dada la crudeza de las historias, la editorial V&R decidió incluir prólogos o apartados finales realizados por especialistas que funcionan como una suerte de contención.
Cada vez más consolidados, la pregunta sobre la función de los sensitivity readers abre un nuevo debate: ¿están para ayudar a los autores a lograr verosimilitud en sus historias o pueden llegar a determinar el sentido global de un libro? La respuesta está aún en construcción.
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