Estrategias culinarias
Escrita en la década de 1960 por un enigmático autor, El cocinero, novela de culto, devela secretos de la grand cuisine
"El hombre es un animal que cocina." "El hombre es un animal que cena." Las frases, extraídas de un libro de cocina seguramente inexistente, presiden esta novela, y más allá del sesgo jocoso con que son enunciadas esas antiquísimas prácticas, establecen que el asunto fundamental es el acto de comer. Pero en un marco multifacético, porque el procedimiento para mantenerse cotidianamente está expuesto con todos sus aditamentos: la variedad alimentaria, el ceremonial que lo enmarca, los asombrosos efectos de un menú de mágico poder terapéutico y los recónditos secretos de la grand cuisine.
Todo esto lo va a aportar Conrad Venn, un misterioso hombre negro, muy alto y treintañero, que un día, en bicicleta, llega a la pequeña ciudad de Cobb, en una de cuyas colinas se alza el extraño castillo conocido como La Prominencia. La fastuosa propiedad, ahora desocupada, está en la historia de dos familias, los Hill y los Vale, entre cuyos descendientes aún persisten las secuelas de una sorda enemistad.
A fines de la década de 1960 se publicó El cocinero, un relato asimilable al género de la fábula y de escaso o ningún vínculo con la tradición literaria norteamericana y que, sin embargo, llegó a convertirse en libro de culto al agregarse a esa singularidad los enigmáticos datos de su autor, vertidos en potencial: habría nacido en Nueva York, en 1928, y muerto en Minnesota, en 1990. Harry Kressing es un seudónimo.
A poco de estar en Cobb, las características de la personalidad de Conrad Venn se vuelven el comentario obligado en las conversaciones. Hay algo en el gigante negro al mismo tiempo tan abrumador como seductor: critica en forma implacable la calidad de lo que se ofrece en carnicerías, pescaderías y verdulerías, pero también da irrefutables consejos en cuanto a fallas de conducta que observa.
Se entera de que los Hill están buscando un cocinero que reemplace al que tienen, cuyo desempeño no los conforma. "Soy cocinero", se presenta sencillamente ante Benjamin Hill. El jefe de familia lo somete a una prueba y de inmediato deduce que la autodefinición es demasiado modesta para un experto en gastronomía, que lo sabe todo sobre comidas y bebidas pero que, además, son tanto o aún más impresionantes sus conocimientos referidos a las condiciones de una verdadera cocina y sus elementos, incluidas la vajilla, la forma de servir y presentar los muy seleccionados alimentos y el estilo de los comensales.
Todo ello deriva pronto en una relación que ningún simple cocinero podría tener en un grupo familiar bien posicionado. Desde su convivencia en la misma mansión, toma prácticamente las riendas de sus moradores, como asesor en todos los temas comunes a ellos, además de ganarse la incondicional admiración del hijo mayor, Harold, que quiere ser un chef de amplia sapiencia culinaria y se pone a aprender en la cocina, a su lado.
Pero Conrad va mucho más allá. Modifica comportamientos de la familia, hace echar componentes del plantel de servidores por "inútiles" e influye en un cambio sustancial de convivencia con los Vale. La trama tiene una declinación visible hacia el final, con un Conrad que se torna demasiado hogareño y pierde su mayor magnetismo: la oscuridad del personaje, su indescifrable pasado, el motivo por el que ha estado y está vinculado con personajes de muy alto nivel social.
Fábula, dijimos. Ésta parece haber tenido, como base de creación de Kressing, la idea de que la comida orgánica es una equivalencia de consumos de otra índole. Y que éstos, como ocurre con aquélla, también deberían ser procesados por cada uno o por quien sepa hacerlo en procura de un cambio cualitativo.
El cocinero
Por Harry Kressing
Trad.: Laura Wittner
La Bestia Equilátera
254 páginas
$ 175
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