Esperando al Filbita: ¿cuál es la saga argentina preferida de los pequeños lectores?
“Días de...”, una colección de siete títulos de Margarita Mainé, se convirtió en el fenómeno editorial de 2021; las historias de dos amigos, Fernán y Malena, atraen a chicas y chicos de distintas edades
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Con bajo perfil, por recomendaciones boca a boca y en las redes sociales, la saga “Las aventuras de Fernán y Malena”, que los fanáticos llaman “Días de…”, se convirtió este año en una de las favoritas del público infantil. En julio, cuando la editorial Hola Chicos publicó el séptimo título de la serie escrita por Margarita Mainé, llevaba vendidos más de cien mil ejemplares: un verdadero fenómeno para el mercado de LIJ local.
¿Qué tiene esta colección en particular que atrae tanto a los lectores que rondan los diez años? Para los editores, la clave del boom está en la combinación de factores: “Esta saga tiene la virtud de haber logrado una comunidad fiel y en constante aumento gracias a que logró sostener su calidad literaria y se convirtió en aliada en las aulas y los hogares para la formación de lectores apasionados. El éxito se construyó de manera sólida, paso a paso, contando con el contacto con las escuelas a través de un equipo de promotoras y el boca a boca. Se trata de un fenómeno absolutamente autónomo, espontáneo y genuino. Teníamos las mejores herramientas: obras de una calidad y calidez indiscutibles, una autora muy querida y admirada, años de vínculos saludables y honestos con las instituciones y los docentes, nuestro trabajo en redes sociales y nuestros mejores aliados: los jóvenes lectores. Ellos se permitieron crecer con las obras y disfrutarlas ya como lectores autónomos”.
Mainé, autora de libros infantiles como El príncipe caprichoso, Cartas a un gnomo, Cuentos para salir al recreo y Un día animal, coincide: “El primer título fue Días de playa y la colección ha crecido al ritmo de una nueva novela cada dos años. Los lectores respondieron a cada una con mayor entusiasmo y pidieron que siguieran las aventuras de Fernán y Malena. Creo que uno de los factores es el intenso trabajo de promoción que realiza la editorial en escuelas. En los últimos años se sumó mi incursión en Instagram, que me permitió una comunicación directa con los lectores y multiplicó la difusión. Lo que dicen las maestras, padres y madres es que los niños se identifican con los personajes y los adultos también se sienten interpelados”.
En cada título, los protagonistas, que son amigos de toda la vida y se pelean bastante, comparten aventuras y travesuras en distintos escenarios: la playa, la escuela, el campo, el campamento y, en el último episodio, la casa, ya que el mundo sufre una pandemia que impide salir a jugar.
A modo de prólogo, Maine aclara en el inicio: “En el 2020 y el 2021, que seguimos encerrados por la pandemia, niños, madres, padres y docentes compartieron clases virtuales y también, lecturas. Me escribieron contando cómo se divertían con mis historias. Algunas familias se pusieron a escribir Días de cuarentena, Días de pandemia, Días de coronavirus… Agradezco los pedidos que me hicieron para que siguiera la colección y les pusiera barbijos a los protagonistas. En principio, sentía que era tan feo y triste lo que nos estaba pasando que no podía pensar una historia que incluyera el tema para reírnos. ¿Es que uno puede reírse de todo?, me preguntaba y todavía no encontré la respuesta”.
Pero, por los mensajes que recibe en sus redes sociales, la escritora finalmente aceptó el desafío y siguió las peripecias de los amigos con barbijos, alcohol en gel y clases virtuales, sin perder el humor, claro. “Empecé a imaginar las situaciones que podían vivir Fernán y Malena. Por las redes me llegaron ideas y risas. ¿Cómo haría Fernán, tan inquieto, para que el barbijo no se le baje de la nariz? ¿Y para concentrarse frente a una pantalla? ¿Y para conversar y pelear con Male?”, se preguntaba.
Consultada por LA NACION, amplió: “Días en casa empieza con una carta a los lectores y sus familias donde les cuento lo que pasó conmigo frente a la pandemia. El primer año me negué a escribir sobre una situación tan triste y complicada. Es más, no pude escribir ningún texto a pesar de estar en casa con la disponibilidad de tiempo, ese tiempo que siempre reclamaba para dedicarme a escribir. Lo que sí hice todo el 2020 fue instalarme más en Instagram, lo que implicó una conexión intensa con lectores, docentes, madres y padres. Leí cuentos que usaron en las escuelas, respondí infinidad de mensajes, audios, videos”.
Este año, según asegura la escritora, la encontró “en mejores condiciones anímicas”. Explica: “Recuerdo que una mañana estaba pensando en ese tema y recibí un mensaje pidiendo otra aventura y me dije ‘por qué no probar’. Sin avisar a la editorial para no generar expectativas, me puse a escribir, no sobre la enfermedad y la pandemia, sino sobre todo lo que trajo a las familias, a las escuelas, a los niños. La educación virtual, las pantallas presentes todo el tiempo, los padres trabajando en casa, la sanitización de todo lo que entraba. Y ahí fueron surgiendo las escenas graciosas que son base de esta colección. Por eso en la carta lo aclaro muy bien: no me río de la pandemia, de lo doloroso de estar enfermo, de no poder abrazar a los que queremos, del encierro. La idea es que nos reímos juntos de las situaciones graciosas que generó en los hogares, en las escuelas”.
De su experiencia en charlas por Zoom durante 2020, Mainé pudo comprobar “lo difícil que fue para los docentes dar clases virtuales, donde cada cuadradito de la pantalla era un niño o una niña en situaciones diversas: uno jugando con el perro, otro desayunando mientras la mamá tomaba nota de lo que decía la maestra, otro en la cama tapado hasta el cuello”. Muchas de esas escenas aparecen en Días en casa: “No las inventé, las viví y estoy segura que cada docente tiene muchas más para contar”.
Mainé reconoce que, antes de “Días de”, nunca había pensado escribir una saga. “Durante 25 años he trabajado como docente de nivel inicial, de primer grado y fui coordinadora de un jardín de infantes; siempre contando e inventando cuentos me fui ‘transformando’ en escritora. Desde lo personal, fui mamá de dos hijos muy joven y volví a incursionar en la maternidad veinte años después, con 42 años y una carrera de escritora más avanzada. Sin duda, toda esa experiencia me dio una mirada nueva sobre las infancias. Especialmente, la de mi hijo menor y sus amigos. Son niños que no tienen sed, se mueren de sed, que quieren todo y lo quieren ya, que son inquietos, exagerados, distraídos… Fernán y Malena nacen de esa experiencia, de ese cambio generacional que me sorprendía y me divertía al mismo tiempo”.
Y entonces ¿cómo fue que las aventuras de Fernán y Male se convirtieron en una serie de libros? “Fuimos al mar de vacaciones cuando mi hijo Mateo tenía 4 años y volví con las ideas para escribir Días de playa. Cada capítulo que terminaba se le contaba y lo modificaba con sus gustos, como un juego íbamos inventando aventuras en esa hermosa escena de leerle antes de dormir que tanto disfrutábamos. Las siguientes vacaciones fuimos al campo y nació Días de campo. En Mendoza, nació Días de montaña. En el delta, Días de pesca. De cada verano nacía un libro. Fernán y Malena ya eran personajes definidos y se instalaban como preferidos de los niños de diversas edades. Primero, los lee la maestra en jardín, después lo hacen solos como lectores autónomos. Ayudó también que la editorial aceptó no poner la edad del destinatario. Son muy variadas las edades de los niños que eligen estas novelas y eso ayudó a la masividad. Fernán y Malena son amigos, quieren estar siempre juntos, pero se pelean con mucha frecuencia. Eso los divierte muchísimo”.
Sobre las “ventajas” y “desventajas” literarias de sostener una saga con varios títulos, asegura: “Para mí, como escritora, las ventajas y las desventajas son las mismas. Por un lado, ya tengo el tono y los personajes con sus características bien incorporados, lo que facilita el trabajo. Suelo leer todas las novelas antes de empezar otra y enseguida encuentro el camino de la nueva historia. Pero digo que también es una desventaja porque me gustan los desafíos y crear mundos nuevos. Después del cuarto dije ‘basta’ y en la editorial se ríen porque siempre digo que es el último, pero después me gusta ceder a la ‘presión’ de los lectores. La verdad es que me divierto mucho escribiendo estas historias. A nivel editorial las sagas tienen su movimiento de ventas bastante distinto al de los libros únicos. Otra característica de los niños de hoy es que les gustan las colecciones; por lo tanto, no paran hasta tenerlos todos”.
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