Escritores libreros: estar de los dos lados del mostrador
Historias famosas y desconocidas del amor por los libros
En una historia de los escritores libreros de la ciudad de Buenos Aires figurarían, en orden más o menos caótico, los nombres de Luis Gusmán, Germán García, Guillermo Piro, Lucas Soares, Raúl Santana, Hernán Lucas, Jonás Gómez, el enigmático J. P. Zooey, Osvaldo Lamborghini e Isidoro Blaisten.
"Todos los que leen y escriben para publicar han querido siempre tener una librería -dice Graciela Melgarejo, periodista y escritora?. Isidoro Blaisten hizo realidad ese sueño." Durante siete años tuvo una librería en el barrio de Boedo, y acerca de ella escribió en muchas ocasiones.
En el texto "Epílogo y otras maneras", del libro Carroza y reina, Blaisten describió de la siguiente manera su experiencia: "En esa librería, en la mesita de esperar, tomé café con los amigos, incontables cafés, escribí Cerrado por melancolía y llegué a conocer toda la vida sexual de San Juan y Boedo".
¿En qué otras librerías porteñas narradores y poetas conversan actualmente con amigos y clientes, toman café, té o mate y esperan la visita de las musas (o la palabra justa) para escribir sus relatos, crónicas y poemas?
"El único trabajo que tuve antes de escribir fue el de volantero. Para cuando empecé como librero, ya tenía escritas diecisiete novelas, todas afortunadamente inéditas -cuenta Luis Mey, autor de otras novelas afortunadamente ya publicadas?. Ahí me enteré de que todos los libreros escriben y que, como yo, venían del telemarketing." Él ?como Andrea Stefanoni, ex compañera de trabajo en El Ateneo Grand Splendid y coautora de Tiene que ver con la furia, una novela donde ese oficio es representado con ironía? es uno de los tantos libreros y escritores de la ciudad de Buenos Aires. Hace meses Mey renunció a su trabajo y se dedicó de lleno a la actividad literaria: "Hay que saber salir de la librería porque lo que más te debe recordar el mundo de la literatura es que lo mejor de ella sale del mundo real. Incluso, de alguna manera, de todo lo que no tenga acceso al libro. O poco". Desde entonces Mey ha publicado dos libros: El pasado del cielo y Diario de un librero, donde repasa su experiencia en el gremio y, entre anécdotas divertidas y meditaciones, narra el recorrido que lo llevó de librero a escritor.
"Suma que los libreros sean además escritores -comenta Débora Yánover, hija del poeta Héctor Yánover, uno de los primeros en registrar circunstancias de un oficio entrañable en Memorias de un librero?. Y es casi imprescindible trabajar con libreros lectores, comprometidos con la palabra. Unos escriben. Otros son filósofos. Tienen un saber para compartir con el que entra, casi siempre, desorientado a la librería y sale con nuevos mundos para descubrir."
En Norte, librería destacada por lectores, editores y escritores de poesía, trabajan dos poetas: el argentino Sandro Barrella y Diego Alfaro Palma, de Chile. El sector reservado a los títulos del género siempre está actualizado y, a diferencia de otras librerías porteñas, los libros de poesía aparecen en las vidrieras.
"A los ocho años quería ser quiosquera para comerme todos los caramelos del quiosco -cuenta Nurit Kasztelan (1982), de Librería Mi Casa, autora de Movimientos incorpóreos y Lógica de los accidentes?. Supongo que algo de eso quedó y por eso me hice librera. Ahora pienso que más allá de tener todos los libros, lo que más me gusta es recomendarlos. Ser librero es pertenecer a un género extraño: esa pasión por revisar y encontrar la joyita, el libro perdido, recibir las novedades, los títulos esperados, recomendar lo que leíste y te partió la cabeza y que vuelvan a la librería y te digan: «A mí también me pasó eso?», el fetichismo. El mío es tan alto que no sólo vendo libros, sino que también los edito." Kasztelan codirige con Sol Echevarría la editorial de ensayo latinoamericano contemporáneo Excursiones, es poeta y escribe obras de teatro.
Natalia Romero, poeta y librera, está a cargo de la librería online A Cien Metros de la Orilla. Nació en 1985 en Bahía Blanca y publicó su primer libro de poesía, Elijo, en 2011. "Escribo desde chica. Lo de los libros y la forma de una librería vino mucho después. Casi por una necesidad de que haya un puente entre el lector y ese crecimiento de las editoriales independientes, que era justamente las que publicaban lo que yo leía, escribía y lo que más me interesaba. Al principio me preguntaban si A Cien Metros de la Orilla era una editorial. Y durante un tiempo fue una idea, un proyecto, veremos qué pasa con eso", comenta.
Su librería virtual ofrece novedades editoriales y otros libros de la tradición literaria local de escasa circulación. "La lectura y la escritura me llevaron a ser librera. Puedo recomendarte un libro porque lo leí y, sobre todo, lo amé. Lo puedo comparar sólo con un vivero o un lugar de comida casera; sólo podría recomendar las cosas que amo." Romero resalta la importancia de desarrollar espacios como el suyo en Buenos Aires, circuitos pequeños muy necesarios para la difusión de la literatura.
Menú a la carta
Otro de esos sitios es la librería de Adriana Morán Sarmiento, que decidió bautizar con el nombre de una canción de Simón Díaz: La Vaca Mariposa. Se inauguró en octubre de 2014, el mismo año en que ella publicó Crónicas repetidas. "Además de vender libros, tratamos de que sea un lugar de encuentro, donde los lectores tengan la experiencia de acercarse al escritor; por eso hacemos las cenas literarias: una vez por mes invitamos a un escritor a una cena íntima con amigos y lectores. También está el Club de Lectura, en el que recomendamos libros y luego nos reunimos con el autor. Y las Catas de Libros es una cata de vino pero con lecturas, en las que combinamos cepas con géneros (por ejemplo malbec + cuento argentino). Nuestro concepto es la librería en el living de la casa", dice la librera-cronista.
En noviembre de este año, Salvador Biedma ?autor de la novela Además, el tiempo? abrió junto con Alejandro Larre la librería Colastiné, cuyo nombre rinde homenaje a Juan José Saer. "Este trabajo se vincula a otras cosas que hice o hago en torno a los libros: corrección, edición, algunas pequeñas traducciones, prensa, periodismo? Cada una de esas áreas propone un tipo de lectura diferente. Una librería te obliga a conocer títulos que no leíste para saber qué podés proponerle a una persona que busca algo de divulgación sobre matemática, a un psicoanalista, a alguien que quiere regalar un libro de historia, a chicos de 12 años que leen vorazmente, a un cliente que busca novelas románticas o cuentos de escritores latinoamericanos jóvenes o a personas que te dicen que no leen nada hace mucho y esperan que les sugieras algo que las pueda entusiasmar", dice Biedma, que trabajó como editor en Galerna y colabora en suplementos culturales.
Francisco Garamona, de La Internacional Argentina, sede de ferias de libros de sellos independientes y de tertulias musicalizadas por Garamona & amigos, brinda su testimonio en un registro vivaz: "Empecé a trabajar en una librería a los 15 o 16 años. Llegué porque una amiga me contó que había muchos libros buenos que me iban a interesar. Y era cierto. Cuando entré quedé deslumbrado. Al contemplar extasiado los libros de poesía, su dueño, Armando Vites, me preguntó: «¿Vos escribís poesía, no?». Contesté que sí. Y empecé a ayudarlo en algunas cosas. Podría decir que escribo casi desde siempre; antes de hacer poemas y libros, hacía letras de canciones sin música. Después puse unas cuantas librerías y fui vendedor de libros ambulante. El libro siempre fue y es uno de los centros de mi vida. La lectura me llevó a escribir y el amor al libro, a tener librerías. Y aunque las librerías a veces sean como mercerías, donde hay días en que nadie necesita un hilo, hay una trama irrompible que es la historia de una pasión".
Esa trama apasionada reúne a lectores, escritores y amantes de los libros en espacios excéntricos o majestuosos, militantes o legendarios ?incluso espacios virtuales? de la ciudad de Buenos Aires.
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